Belfast: whiskey a gogó en la cárcel encantada

Irlanda del Norte

Una destilería que quebró en 1938 renace en The Crum, la antigua prisión de Belfast, famosa por sus fantasmas y sus reclusos legendarios

The Still House, con sus depósitos de cobre, en la tercera planta de la ala A de la cárcel, con las puertas de las celdas al fondo

The Still House, con sus depósitos de cobre, en la tercera planta de la ala A de la cárcel, con las puertas de las celdas al fondo

NI Tourist Board

“Yo ya he estado aquí antes”, sentenció con sorna Martin McGuinness un día de 2012 cuando inauguró la remodelación de The Crum, el mote que en Belfast se le da a la cárcel de Crumlin Road, que funcionó entre 1846 y 1996 y que sigue en pie porque es un edificio casi tan protegido como el mismísimo Buckingham Palace. 

El ya fallecido McGuinness, entonces vicepresidente del gobierno autónomo, había estado entre rejas en ese mismo edificio a inicios de los ochenta no por ser una de las caras visibles del Sinn Féin (e invisibles del IRA) sino por negarse a pagar impuestos al Reino Unido.

Presos ilustres

Entre los reclusos, De Valera, Bobby Sands o Martin McGuinness, que reinauguró el edificio como vicepresidente autónomo: “Yo ya he estado aquí antes”

Por The Crum pasaron a lo largo de su historia los políticos y activistas que marcaron el siglo XX en las dos Irlandas, desde Éamon de Valera (el sempiterno primer ministro y presidente de la del sur) o Bobby Sands, que moriría en otra cárcel, esta sí demolida, la de Long Kesh (o Maze), tras 66 días de huelga de hambre con tiempo a ser elegido diputado en Westminster.

 En la cárcel del norte de Belfast se pasó 22 días desnudo como protesta. También paseó por el patio de esta cárcel y comió rancho Ian Paisley, el histórico y extremista líder unionista. No quiso pagar una multa por sus críticas a los Acuerdos de Paz contra los que estaba (furibundamente) en contra.

Las viejas escaleras de hierro, típicas de las cárceles victorianas, presiden la planta baja de The Crum, en el norte de Belfast cuyo estatus arquitectónico está protegido

Las viejas escaleras de hierro, típicas de las cárceles victorianas, presiden la planta baja de The Crum, en el norte de Belfast cuyo estatus arquitectónico está protegido

Cortesía de McConnell's

Aquí estuvieron detenidas, en condiciones deplorables, las sufragistas que pedían su derecho a voto a inicios del siglo XX. Aquí hay fantasmas, no se ven, pero se sienten. O eso aseguran quienes cumplieron pena, quienes remodelaron este presidio victoriano (que recuerda mucho al de El nombre del Padre) con sus celdas pequeñas, sus largas galerías y sus escaleras de hierro. Desde su reapertura como edificio público hay tours guiados  para gente interesada en la historia y para los que creen o quieren creer en los espíritus.

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Los muertos vivientes están por demostrar. Las resurrecciones no. Irlanda del norte es única. Belfast, ciudad musical, de la fiesta y el jolgorio, aún más. Desde hace unos pocos meses, el ala A de la cárcel, el de las sufragistas, aloja en sus tres plantas una destilería de la que fue una de las marcas de whiskey más famosas del mundo. McConnell's fue fundada en 1776, el año de la independencia de las colonias americanas, y cerró el negocio en 1938 por los efectos posteriores a la Ley seca en EE.UU.

The Crum, nombre popular de la Crumlin Road Gaol o HMS Prison Belfast, estuvo en activo exactamente 150 años, desde 1846 hasta 1996

The Crum, nombre popular de la Crumlin Road Gaol o HMS Prison Belfast, estuvo en activo exactamente 150 años, desde 1846 hasta 1996

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Ahora, un grupo de inversores irlandeses y estadounidenses han decidido -es el primer negocio que lo hace-, instalarse en el viejo presidio que ofrece, es paradójico, un espacio perfecto para el proceso del uisce beatha, agua de vida, en gaélico, sinónimo de whiskey (con e) en la isla. 

En una reforma espectacular, con las tinas de destilados hechas de cobre, situadas entre plantas, y junto a las puertas de las antiguas celdas que conservan sus números. Un raro olor a aceite de oliva embriaga primero, el aroma de cebada malteada llega después y al final el vapor espirituoso domina el ambiente. Hay zonas de frío y de calor en una visita en la que dos mundos antitéticos, el del placer y el del castigo, conviven en un extraño equilibrio. 

Cuando se entra en la antigua cárcel es inevitable pensar en películas como 'En el nombre del padre'

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Cuando abrieron el restaurante de la cárcel ya en desuso, años atrás, dos antiguos internos, un huelguista de hambre el IRA, Gerard Hodgkins, y el jefe de prensa de aquella iniciativa que dio la vuelta al mundo, Richard Rawe, se pusieron la servilleta al cuello. “Es surrealista”, declararon al ver el menú, las tartas de moras y el lemon pie. “El paté de hígado es mucho mejor que el que nos ponían en la cantina”, recordaba el primero al Belfast Telegraph. 

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Pero lo del whiskey es otro cantar. Es como una broma en un mundo distópico, aunque en realidad, sea otro paso de normalidad en un territorio que no ha encontrado una paz continuada en siglos. El doctor en Historia Éamon Phoenix, experto en Éamon de Valera, explicó en su día a la BBC que este acabó en The Crum por cruzar ilegalmente la frontera en Newry, lo que le estaba prohibido. “Fue uno de los peores periodos de su vida, solía estar aislado y la comida era tan mala que se le daba a los cuervos”, certifica.

Martin McGuiness, figura esencial del nacionalismo irlandés, estuvo preso en los 80 en la cárcel, luego la reinaguró, ya cerrada, como vicepresidente de Irlanda del Norte

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Samantha Donnelly pasea a Magazine por The Crum y descubre sus miserias, secretos y momentos cómicos en un tour abierto al público. Pero antes que nada invita a un trago, que no decaiga. Whiskey con ginger ale. ¿Por qué?

“El ginger ale se inventó en Belfast, se mezclaba el agua tónica del arroyo Cromac con jengibre –ilustra-. Belfast fue una capital muy conocida por su industria del té, del lino… y por construir algunos barcos que no se hundieron”, ríe en clara referencia a la embarcación más famosa del mundo que se construyó en los astilleros de Harland & Wolf y que sí se fue a pique. El  hundimiento del Titanic reflotaría, muchas décadas después, una ciudad instalada en la zozobra.

Belfast fue muy conocida por su industria del té, el lino… y por construir algunos barcos que no se hundieron”

Samantha DonnellyGuía en The Crum

Sam Donnelly no habla de fantasmas entre las paredes, las escaleras de hierro forjado y la luminosidad de las galerías, pero sí de cábalas, de juegos de números. “En el mundo del whiskey nos regimos por el tres. Hay tres procesos: maceración, destilación y maduración. Tres ingredientes: agua, cebada y levadura. La principal sala está junto a la celda 33. Destilamos tres veces el whiskey y el 3 del 3, el tercer día de marzo, se celebra el día mundial de la bebida. Esto es Irlanda, no nos gusta hacer las cosas fáciles”.

Que un negocio se haya instalado en la vieja cárcel, situado entre Ardoyne (barrio católico) y Shankill (protestante) es una buena noticia para la ciudad que está resurgiendo a todos los niveles, pese a los fantasmas (estos sí son reales) del Brexit. Esta zona del norte de la ciudad siempre fue una zona de mala reputación.

La visita a la ala A de la cárcel acaba con una cata de whiskies de la compañía creada en 1776 y reflotada hace poco

La visita a la ala A de la cárcel acaba con una cata de whiskies de la compañía creada en 1776 y reflotada hace poco

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¿Por qué las antiguas botellas de McConnell's no llevan la “e” que diferencia a la bebida irlandesa? Donnelly atraviesa los siglos dando brincos con sus palabras. “La compañía se fundó en 1776, fue prosperando bajo el mando de la mujer del fundador, Eleonor. El whiskey irlandés era el más vendido del mundo. A principios del siglo, la fábrica sufrió un incendio en 1907, luego en 1909 otro más grave que supuso pérdidas, en dinero de hoy en día, de 30 millones de libras…”, recuerda.

La ley seca en EE.UU., que duró de 1919 a 1933, supuso un desafío casi definitivo a todas las destilerías del mundo. “Cuando se abolió, los consumidores prefirieron el whisky escocés, su producción era más barata y rápida. En cambio la del licor irlandés era más laboriosa, por eso se decidió añadirle una e, para distinguirlo de otros whiskys”, ilustra la experta.

Un grupo de mujeres en 1910 embotellando en la antigua fábrica de McConnells, que acabó cerrando en 1938 hasta su reciente renacimiento

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Las primeras botellas que han salido al mercado se empezaron a producir en otra destilería, así con el estreno de las instalaciones en The Crum, la firma ya puede vender sus productos, uno más clásico, otro más amontillado y con toques de jerez. Las primeras botellas destiladas en la vieja cárcel estarán listas en 5 años. Será cuestión de volver a probar la bebida espirituosa elaborada entre las paredes donde moran, eso dicen, los espíritus de The Crum.

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