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Kwak, el vaso belga de cerveza que te costará un zapato si te lo quieres llevar a casa

Objetos viajeros

El original recipiente con forma de bocina parece un souvenir, pero no lo es y las cervecerías han ingeniado soluciones para evitar que desaparezcan

La cervecería Dulle Griet de Gante, donde se bebe cerveza con los originales vasos kwak

Dulle Griet

Supongamos que es la hora de la merienda y preparamos unos vasos de cerveza bien fresca; acto seguido, llamamos a nuestros hijos menores de edad para que se la tomen. Ante una situación como esta, lo mínimo que nos puede caer es una buena denuncia ante las autoridades pero, sin embargo, esto era exactamente lo que se hacía en Flandes en la Edad Media.

En los siglos XII y XIII, la pureza de las aguas que corrían por ríos como el Lys o el Escalda en Gante, por ejemplo, dejaba mucho que desear. En cambio, por las mismas vías fluviales llegaban grandes cargamentos de cereales como la cebada o el trigo. Una vez malteados y mezclados con agua empezaba un proceso de fermentación natural que, como todos sabemos, culminaba en forma de cerveza. Durante el proceso de transformación, el alcohol acababa con los gérmenes y convertía aquellas aguas insalubres en aptas para beber.

Como no se toca el vaso con las manos, en el kwat la cerveza se mantiene más fría

Dulle Griet

El Vaticano decidió aprovechar la circunstancia y enviar diversas órdenes mendicantes a Flandes para que se dedicaran a fabricar cerveza, consolidando de paso su influencia en la región. Para que nadie se alarme, no es que los buenos monjes se dedicaran a fomentar el alcoholismo, ya que la cerveza que producían en aquel tiempo sólo tenía dos grados. Eso sí, se consumía una media de 250 litros por persona y año.

Con esta base histórica, es natural que Bélgica siga siendo el paraíso de los amantes de la cerveza, con locales especializados como el Dulle Griet, en la citada ciudad de Gante, que llegan a servir hasta 500 variedades del brebaje. Cada tipo de cerveza tiene su copa, especialmente diseñada para potenciar los aromas. Entre las más sorprendentes se encuentra el kwak, también llamado koetsiersglas, con una curiosa forma de bocina y que se sujeta con un soporte de madera.

Origen

Un posadero lo creó como solución a las restricciones que impuso el Código Napoleónico en 1791

La historia de su origen resulta tan discutible como la de dar de beber a los chavales: hacia el año 1791 entró en vigor en Flandes el Código Napoleónico y una de las consecuencias que tuvo en la vida cotidiana fue la prohibición de que los cocheros confraternizaran con sus pasajeros en las postas, debiendo quedarse en el exterior a cuidar del carruaje y de las pertenencias que transportaba. Este fue un duro golpe para Paukel Kwak, propietario de la posada De Hoorn, estratégicamente situada en Buggenhout, a mitad de camino entre Gante a Malinas.

El vaso kwak fue concebido en el siglo XVIII para que se pudiera beber cerveza en los carruajes

Dulle Griet

Buena parte de los ingresos de Paul Kwak derivaban de los muchos conductores que elegían De Hoorn para detenerse un buen rato, así que decidió crear un vaso de gran capacidad que pudiera sujetarse en el pescante sin romperse. De esta manera, el cochero podría seguir bebiendo con comodidad cuando retomaba la ruta y volver a hacer un alto en el camino de vuelta para repostar. Doble beneficio. La ley napoleónica no decía nada sobre guiar calesas borracho, así que todos contentos.

Aquel vaso con soporte de madera tenía otra ventaja, y es que al no tocar el cristal directamente con la mano, la cerveza se mantiene fría. Por eso sigue estando de moda hoy en día en muchas cervecerías flamencas.

Picaresca

Más de un cliente se llevaba el vaso debajo del abrigo y por eso algunas cervecerías obligan a dejar una prenda como un zapato

Sin embargo, tiene un grave problema, y es que resulta tan original y agradable a la vista que más de un cliente se lo ha llevado a casa debajo del abrigo. Para evitarlo, en lugares como la cervecería Dulle Griet han ideado un sistema muy efectivo, que consiste en tener que dar un zapato a cambio de la bebida. Éste permanece en una cesta colgada por encima de las cabezas de los parroquianos hasta que se devuelve el recipiente. Con el clima lluvioso de las ciudades flamencas buena parte del año, la medida funciona a las mil maravillas.