Qué significa darle vueltas a todo lo que has dicho en una conversación con tus amigos, según la psicología

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Según la psicóloga Alejandra de Pedro, este comportamiento tiene su raíz en la disonancia cognitiva

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Thoughtful man looking out the window

Para calmar esa tensión, se emprenden conductas de comprobación que buscan confirmar que no se ha causado daño

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Volver a casa después de una charla con amigos puede ser el inicio rueda mental que no se detiene. Las personas perfeccionistas suelen analizar cada detalle de lo que han dicho, buscando posibles fallos. Esa sensación de haber sido demasiado intensas o de haber hablado de más se convierte en un ciclo de pensamientos interminables, cargado de dudas sobre si algo pudo sentar mal.

Alejandra de Pedro, una reconocida psicóloga muy popular en redes sociales, explica que este comportamiento está muy ligado a la ansiedad y a la necesidad de comprobar constantemente si todo está bien. Revisar conversaciones de WhatsApp, preguntar indirectamente si alguien se molestó o confirmar con otros si algo estuvo fuera de lugar son respuestas habituales que, aunque buscan alivio, solo agravan el problema.

El ciclo de la ansiedad social

Cuando no puedes dejar de pensar en lo que dijiste

La clave está en algo que en psicología se llama disonancia cognitiva: ese choque entre la imagen que tenemos de nosotros como personas buenas y la posibilidad de haber causado un daño, aunque sea sin querer. Para reducir esa incomodidad, intentamos asegurarnos de que no pasó nada grave, pero al hacerlo evitamos afrontar el verdadero miedo: aceptar que no somos perfectos.

Aquí entra el famoso concepto de la sombra, que Carl Jung definió como esas partes de nosotros que preferimos esconder porque no encajan con nuestra mejor versión. No hablamos de despistes o manías simpáticas, sino de esos rasgos que no queremos reconocer, como el egoísmo, la soberbia o la envidia. De Pedro insiste en que aceptar esa parte más oscura de nuestra personalidad es fundamental para dejar de castigarnos por cada pequeño fallo.

Al final, se trata de soltar un poco esa presión. No todo lo que decimos tiene que sentar bien a todo el mundo, y equivocarse no significa que seamos malas personas. “No se trata de corregir el pasado, sino de aprender para no repetirlo, sabiendo que, de todas formas, volveremos a cometer errores porque somos humanos”, señala la psicóloga.

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La lección está clara: relájate, asume que no eres perfecto y que tampoco hace falta serlo. Tus amigos te aprecian con tus luces y tus sombras, así que no gastes energía buscando errores donde probablemente no los hay.

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