(Este artículo se escribió antes del anuncio de los nuevos consellers del ejecutivo valenciano: entre estos el del teniente teniente general Francisco J. Gan Pampols vicepresidente de reconstrucción, dado a conocer hoy martes19 de noviembre)
Existe un amplio consenso entre los periodistas valencianos, y no pocos políticos de la izquierda y de la derecha, que apunta a que la única persona del Consell valenciano que no parece superada por la grave crisis que afecta al ejecutivo autonómico y, especialmente, a Carlos Mazón es la vicepresidenta Susana Camarero. Basta ver la situación de las otras tres conselleras, una de ellas, Nuria Montes, cesada; Salomé Pradas, con un pie fuera del ejecutivo, y la tercera, Ruth Merino, apartada de la portavocía, para verificar que, en el lado de las mujeres, es la única que no solo no ha minorado su protagonismo en esta crisis si no que, además, ha salido reforzada, convertida en la cara pública del gobierno valenciano como portavoz. Del lado de los hombres, de los consellers, que son otros cuatro, no parece que ninguno esté en riesgo de perder la cartera, pero tampoco ninguno, por voluntad propia o por imposición, ha conseguido trasladar proyección de gestión en sus respectivas áreas en los peores momentos. En otras palabras, todos han asumido un “perfil bajo” o protegerse tras el biombo.
Carlos Mazón fichó a Camarero tras el 28-M con un claro objetivo: disponer de una figura fuerte femenina capaz de contraponer el discurso negacionista de los socios de Vox con los que tenía pensado pactar un gobierno. Por eso le entregó una Vicepresidencia en contrapeso a la otra que estaba en manos del extorero Vicente Barrera (Vox), y también la gestión de Igualdad. No pocos fueron los episodios en los que las embestidas de los ultras contra la evidencia de la violencia de género obligaron a Camarero a establecer cortafuegos, siempre para proteger al president.
Los años de experiencia política, cosa que la mayoría de los miembros del Consell no tenían, la han convertido en la escudera de Mazón, ejerciendo de portavoz, de facto, durante los últimos días, para explicar la gestión de los recursos para socorrer a los damnificados. Pero su papel va mucho más allá. En términos políticos es el gran apoyo interno de Mazón, superando ese estrecho círculo de confianza del president, integrado por personas que son, ante todo, sus amigos; y que le asesoran en materia de comunicación, en ocasiones con poco acierto. Camarero tiene, además, buenas antenas en la dirección nacional del PP, y conoce al detalle las pulsiones internas e un partido donde la confianza sobre el futuro de Mazón ha caído en picado. En esta deteriorada situación del Consell, la vicepresidenta ha aceptado asumir más protagonismo político en un momento en el que al president no le está siendo fácil confeccionar ese nuevo gobierno que debe orientarse a la reconstrucción, proyecto sobre el que espera encontrar una camino de recuperación política y personal que se antoja muy difícil. Tiene ya muy poco margen.
El resto del Consell está con perfil bajo, con un pie fuera o con dificultades para trasladar capacidad política para hacer frente a la grave situación
Sobre el consenso que les comentaba existe una segunda hipótesis: ¿qué sucedería si Mazón no tuviera ahora a Camarero? Una mirada al resto de consellers no invita a encontrar una alternativa de alguien capaz de, en plena crisis, seguir trasladando con entereza un mensaje político frente al alud de críticas y peticiones de dimisión, las primeras contra Mazón. Por eso la ha nombrado portavoz en sustitución de la consellera de Hacienda, Ruth Merino. Con lo que no son pocos los que se preguntan: ¿Solo queda Susana? Es la excepción.