Diana Morant exige a Carlos Mazón que rompa con Vox. La presencia de la formación de Abascal en la Generalitat no solo es rechazada por la izquierda valenciana, política y social, también algunos sectores conservadores y militantes del PP observan a Vox como un aliado incómodo, en ocasiones irritante, y preferirían eliminar esa dependencia. No solo por los valores que defiende esta formación, con no pocas posiciones escoradas e involucionistas en materias como la memoria histórica, la inmigración, el ecologismo, la violencia de género o la defensa del modelo autonómico; también porque les gusta de agitar la escena política, tensarla, provocando episodios, casi cada semana, que trasladan una imagen de la Comunidad Valenciana que ya alimenta espacios en las grandes cadenas de televisión. Son los efectos del relato político dominante, de alto voltaje, sí, pero también es la estética, que en estos tiempos moviliza más que la propia ideología, en según qué cuestiones. Pero esa pulsión de Vox, ese ansia de condicionar la agenda, ordenada desde Madrid en una formación muy verticalizada, es insaciable, porque les va en ello su notoriedad, amenazada si en esta autonomía avanza el PP como lo ha hecho en Andalucía, Madrid o Galicia.
Diana Morant exige a Carlos Mazón que rompa con Vox, pero la exigencia no contempla alguna alternativa posible y el PP no ve amenazada su estabilidad, de momento. La polarización que emana de Madrid lo impregna todo, y en un ecosistema marcado por la confrontación, muy simbólica y con fuertes elementos culturales, es difícil plantear una hipótesis, por ejemplo, a la portuguesa: conservadores y socialdemócratas evitando a la ultraderecha ocupar poder ejecutivo en las instituciones (lean la carta del socialista Pedro Nuno a Luis Montenegro). ¿Sería posible esa solución en la Comunidad Valenciana? ¿Estarían dispuestos el PSPV y el PP a establecer un diálogo cómplice para evitar que Vox mantenga su cuota de poder institucional a cambio de pactar políticas en beneficio de los valencianos? Si el PSPV, como tampoco el PSOE, lo observan como posible, menos aún Compromís, y tampoco el PP cree en ello, no hay margen real, más allá de invocar una hipotética ingobernabilidad (en el caso de que PP rompiera con Vox) y acudir a nuevas elecciones, lo que siempre es un escenario muy arriesgado, para todos, también para las izquierdas. Improbable. Y como la opción no se contempla, por ninguna parte, todo está abocado a generar marcos políticos sin apenas posibilidad de establecer pactos, con mucho ruido, mucho, así en las instituciones como en los medios de comunicación.
¿Estarían dispuestos el PSPV y el PP a establecer un diálogo cómplice en la Comunidad Valenciana para evitar que Vox mantenga su cuota de poder institucional, una solución a la portuguesa?
En los años 30 del pasado siglo, el error de los conservadores fue dar espacio a los partidos de las ultraderechas y a los movimientos populistas, fascistas y sus derivados. La socialdemocracia europea, en esos tiempos, quedó atrapada por la crisis de las democracias y el crack del 29 y por la enorme influencia del comunismo: la socialdemocracia no tuvo respuesta. Terreno abonado para aquellos dirigentes que acabaron empujando a Europa a la tragedia. Por eso tras la II Guerra Mundial socialistas, conservadores y democristianos reconstruyeron puentes para estabilizar Europa; una historia de éxito, el modelo social europeo. Pero esa misma historia da vueltas, a veces para mal. Vean lo que ha sucedido en los últimos años en potencias como Francia (¿Dónde está la socialdemocracia y el partido conservador?) Italia y atentos a lo que pueda suceder en Alemania, como ejemplos. En España, el PP de Alberto Núñez Feijóo coquetea en ocasiones con las posiciones defendidas por Vox para ganarle espacio, lo que en el caso de Isabel Díaz Ayuso es norma. Y Pedro Sánchez ha asumido que el mejor motor electoral es recordar los efectos de los pactos del PP y Vox en no pocas políticas; la confrontación le es útil. Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina.
Morant exige a Mazón que rompa con Vox y no está sola en la petición. Pero el PP no vislumbra en el parlamento una fórmula alternativa que le permita mantener la estabilidad en el poder, estabilidad que, de momento, tiene garantizada"
Diana Morant exige a Carlos Mazón que rompa con Vox y no está sola en la petición. Pero el PP valenciano no vislumbra en el parlamento una fórmula alternativa que le permita mantener la estabilidad en el poder, estabilidad que, de momento, tiene garantizada. Tampoco en el Ayuntamiento de València, donde Vox es un experto en serializar episodios, en algunos casos, grotescos. Me decía recientemente un buen conocedor del PP valenciano que igual un día Carlos Mazón se harta y “aprieta el botón nuclear”, en referencia a una convocatoria adelantada de las elecciones en la Comunidad Valenciana. Ahora parece imposible, pero los próximos meses ofrecerán muchas respuestas, y algunas sorpresas que podrían tener una derivada valenciana.