Relevo generacional

Relevo generacional

"L’agricultura és dura i insegura", dice nuestro refranero. Este verano lo hemos vuelto a comprobar. Mal año para los melones y las sandías, y mal año para los tomates, entre otras frutas. Por no hablar del olivo. Por tanto, una mala temporada para aquellos que se ganan la vida con la agricultura. Con este panorama, ¿quien va a querer dedicarse profesionalmente a la tierra? Los datos estadísticos certifican año tras año el envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional en el campo. Entonces, ¿quién cultivará mañana las lechugas, las naranjas o las sandías, con que nos alimentamos?. ¿Será cosa exclusivamente de grandes corporaciones o, quizás, de un fondo de inversión? Estos últimos hace tiempo que vienen tomando posiciones en productos estratégicos como el almendro o el olivo.

Un hombre mayor trasladando productos agrícolas

Un hombre mayor trasladando productos agrícolas

LVE

Según el último Censo Agrario (2020), la Comunidad Valenciana ostenta el mayor porcentaje de agricultores mayores de 65 años de España, que representan la mitad de los 100.259 titulares. Las medias de edad más elevadas se concentran mayoritariamente en pueblos de La Safor. Por el contrario, tan solo el 0,3% de los agricultores son menores de 25 años. El asunto tiene tanta miga que para las principales asociaciones profesionales agrarias este es uno de los principales retos de nuestra agricultura, para lo que llevan a cabo actividades de formación y de asesoramiento, entre otras. Aún así, el tema no parece que tenga fácil solución, probablemente por eso, al solicitar la opinión a la dirección de la Escuela de Capataces Agrícolas de Catarroja, un referente en la formación de profesionales de la agricultura, esta eludió pronunciarse al respecto sin mediar explicación.

David es un joven agricultor de unos treinta años que tras concluir sus estudios de magisterio decidió que quería dedicarse al campo, como su abuelo. A partir de entonces se hizo cargo de las tierras de la familia y de algunas parcelas más cedidas al norte de la huerta de Valencia. Cada día, de domingo a jueves, a la 1:30 de la madrugada David sale de casa para conducir su pequeño camión Nissan Cabstar, cargado la tarde antes, hasta Mercavalencia, al sur de la ciudad. Cuando llega, descarga la mercancía. Según la época del año, naranja y mandarina, coliflor, repollo o alcachofas. Luego toma café con algunos de los viejos del lugar. Los conoce a todos. Sus vidas y sus milagros. Mientras tanto, la actividad empieza a arrancar en la nave de “La tira de contar”, que va llenándose de frutas y hortalizas de todas clases. Los carros con los que se transportan las cajas van y vienen sin cesar. Alrededor de las 3:30 se abren las puertas para los compradores. Comienza entonces un frenesí de vehículos y personas camino de los muelles para tomar posiciones antes de pasar a ver el género. En conjunto, un verdadero espectáculo, con todas las letras.

¿Quién cultivará mañana las lechugas, las naranjas o las sandías, con que nos alimentamos?"

Muchos de estos hombres y mujeres vienen de Valencia ciudad. Son pequeños comerciantes de barrio. Una parte significativa de ellos paquistanís, indios y magrebís al frente de una gran parte de los pequeños comercios de barrio que aún perviven. Muchos se paran, preguntan con un leve gesto el precio del kilo o de la caja y se van. A primera hora siempre les parece caro. Siguen preguntando. Una parte de ellos volverá avanzada la madrugada para llevarse el producto o para devolver las cajas vacías que se llevaron el día anterior y recoger los euros de la fianza, según el caso. También entran encargos por el móvil. Entonces hay que apartar el género para reservarlo.

Cuando empieza a clarear el día, la actividad va disminuyendo. Si se ha vendido todo el género, todo es más fácil puesto que las cajas están vacías. Si queda algo, habrá que trasladarlo de nuevo a los vehículos junto con el resto de envases. Después, a reponer fuerzas, ya que la jornada no acaba aquí. Hay que ir al campo a recolectar el género para el día siguiente, además de otras labores.

En la nave de “La tira de contar” hay unos trescientos puntos de venta pero a día de hoy no se ocupan ni la mitad, por lo que hay muchos huecos vacíos. Son jubilaciones que no tienen relevo. De ellos, tan solo una pequeña parte están regentados por menores de cuarenta años. No es una vida fácil ni cómoda la de levantarse cuando la mayoría duerme y trabajar por la noche. David lleva esta rutina semanal de septiembre a junio, como el curso escolar. Además, algunos fines de semana también lleva su mercancía a algunos mercados de calle como Benimaclet o Patraix.

Hace casi medio siglo, en este mismo periódico el periodista Vicent Ventura publicó un artículo titulado “La población activa agrícola envejece y no se renueva” donde ya mostraba su inquietud por el abandono del campo por parte de los jóvenes. Aunque aquella coyuntura tenía matices distintos, los aspectos estructurales no han variado mucho. Entonces escribió un párrafo que podría ser válido hoy en el que decía: “la degradación de las rentas agrícolas es evidente y no se ve el horizonte que pueda resolver semejante problema. No hay esperanzas de que la cosa mejore”.

Con el actual panorama, el relevo generacional en el campo no parece que vaya a mejorar. Habrá que empezar por agilizar la burocracia y redobla las ayudas que son dos de las principales quejas de los agro-millenials, según un estudio de las juventudes de la COAG y la Universidad de Córdoba. Y por valorar mucho más el esfuerzo y el sacrificio de una actividad cuyos orígenes se remontan a los orígenes de nuestra civilización. Hacen falta 200.000 nuevas incoporaciones para que se produzca un relevo generacional sostenible. ¿Alguna idea?.

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