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Retrato del campo en La Ribera: envejecimiento, precariedad y sustitución de cultivos

Reportaje

Reportaje elaborado por el alumno de periodismo de la UV Enric Ortiz sobre la grave situación de los cultivos de cítricos en algunas comarcas valencianas

Naranjas por tierra en un campo

Raquel Andrés Durà

“El gran problema del campo es que todos viven del labrador menos el labrador.” Enrique Mac hi pronuncia esta frase serio. Con más de cincuenta años, su economía depende de la agricultura, la única actividad que lleva a cabo de manera profesional. Advierte de la situación del sector en la Ribera: “Fruta de hueso no queda. El cambio de cítrico a caqui ha venido porque desde hace veinte años el cítrico pierde precio y el caqui los primeros años estaba en alza.”

Los datos del Ministerio de Agricultura de superficies agrarias apuntan en esta dirección. En el caso de los cítricos se pasa de las 305.954 hectáreas en 2004 a las 304.691 en 2018 a nivel de España. Pero tanto Generalitat como el Ministerio de Agricultura esperan que baje la producción un 17% en Valencia y un 30% en España en las previsiones para 2019. La diferencia es más evidente en el caqui, de las 2.619 hectáreas de caqui de 2004 se pasa a las 17.753 en 2018, casi siete veces la superficie que había tan solo 14 años antes.

El cambio de cítrico a caqui ha venido porque desde hace veinte años el cítrico pierde precio y el caqui los primeros años estaba en alza”

Pep Flordelis no es tanto agricultor como maestro de dibujo, ya que su actividad económica principal la desarrolla en el Instituto Eduardo Primo Marqués. Tiene cincuenta años. En su opinión el principal problema es que no se supo hacer una denominación de origen de la naranja correcta, un hecho que ha provocado que luego se haya cambiado esta producción por el caqui viendo que daba más dinero, algo que es “una equivocación”.

Recogida de naranjas y mandarinas

Vicenç Llurba

Para Enrique Machí es un fenómeno histórico de la agricultura. Cuando el cultivo vale dinero muchos agricultores se ponen a plantarlo. Esto causa que en poco dinero deje de valer dinero, aunque aseguro que no es por el exceso de oferta sino porque hay muy pocos compradores, lo que les permite un poder sobre el agricultor.

Las estadísticas de la Generalitat Valenciana constatan un cambio de producción. Entre 2004 y 2018 los datos del valor de producción de cítricos pasaron de 788.757 mil euros a 152.240 mil, un 19,30% de lo que se producía. Al mismo tiempo, la cifra de negocio de otras frutas ha pasado de 91.461 mil euros a 689.999 mil, un aumento del 132,55% de la cifra de 2004. La cantidad de producción total también pasó de 880.218 a 842.239 euros, un 4,31% menos.

Ni Pep Flordelis ni Enrique Machí pueden darme cifras macroeconómicas, pero no dudan en contarme su producción. Flordelis tiene naranja temprana, el rendimiento de una fanegada está por los 600 euros, lo que con su campo de 50 hace 30.000 euros. No es lo común, pues la variedad que tiene plantada, la Clemenson está protegida. Machí tiene una producción más variada: unas 60 fanegadas de Satsuma, 200 fanegadas de caqui y una cantidad de fruta de hueso mucho menor de la que tenía porque el pasado año le costó 60.000 euros en pérdidas.

Que las naranjas de Sudáfrica puedan entrar a España sin pagar aranceles afecta en un desplazamiento de la oferta nacional”

Este tipo de producción, que es de un tipo de economía familiar, tiene problemas para competir con la fruta que viene de otros lugares. Que las naranjas de Sudáfrica puedan entrar a España sin pagar aranceles afecta en un desplazamiento de la oferta nacional. El bajo precio de esta naranja la hace muy atractiva para las grandes empresas. Un problema común a tratados de libre comercio como el de Brasil o el veto ruso a la fruta europea que ha seguido afectando al sector con hechos como la imposibilidad de vender la fruta imperfecta a industrias como la del zumo.

La última campaña AVA-ASAJA estimó les pérdidas en la campaña de cítricos en 305 millones de euros, 42 millones en el caso del caqui i 32 millones en la fruta de hueso. Una situación que todavía puede agravarse con la firma del acuerdo con Mercosur, que aún puede “hundir más el cítrico” según lo que cuenta su jefe de prensa.

Oscar M. va al campo desde que acabó la escuela “a los dieciséis o por ahí”, cuando dejó cuarto de la ESO a medias y se incorporó al mercado laboral. Aquel fue el año que empezó la crisis. Ahora hace jornales para una empresa familiar en la cual está parte de su familia. Aun así reconoce que preferiría cualquier otro sector: “Hay pocas empresas que te den trabajo todo el año. Solo las empresas familiares y a mí cuando me han contratado la mitad del año ha sido cobrando en negro. Al final buscas ir a empresas que tengan más seguridad”.

Naranjas caídas por tierra, sin recoger, junto a Faura (Castellón)

Raquel Andrés Durà

Oscar compara con otros trabajos que ha tenido, como una de operario en una fábrica o en el almacén y prefiere la que no es en el campo en todos los casos. Menciona que dentro de un edificio aunque trabaje más horas, se encuentra menos desgastado a ala hora de llegar a casa. Entre cuatro paredes no pasa frio, no se moja, no se arriesga a mojarse ni a cortarse con las tijeras, y especialmente, no se pega con las ramas de los árboles.

Labradores como Pep Flordelis o Enrique Machi coinciden en que los jóvenes no entran en el trabajo porque todo lo que hay son quejas. Por ahora es una partida perdida. Hector Alepuz, jefe de prensa del sindicato agrario AVA, cuenta que la media de edad del labrador de La Ribera calculada por su sindicato está ya por encima de los 65 años. Una situación que según él puede ser muy problemática de cara al futuro del sector: “En los próximos años podemos encontrarnos que el sesenta o setenta por ciento de los agricultores no va a estar.”

Desde hace décadas, la Comunidad Valenciana encabeza en número el territorio donde más abandonos de producción agrícola hay en el país. Los datos de la Generalitat estiman que el 29,8% del total de la tierra agrícola estaba perdida en la Comunitat; una cifra que ha aumentado en 278.865 hectáreas desde 1983.

Desde hace décadas, la Comunidad Valenciana encabeza en número el territorio donde más abandonos de producción agrícola hay en el país”

La pérdida de terreno agrícola es además una problemática medioambiental. Como bien explica Hector Alepuz, los campos abandonados aumentan el riesgo de incendio y multiplican las plagas. Es sencillo para un incendio propagarse en este terreno debido que los campos cultivados tienen los márgenes y el espacio entre hilera limpio de mals hierbas y arbustos. Tanto es así que los bomberos paran en campos productivos en caso de incendio cerca, ya que en estos pueden resguardarse de las llamas y que no los alcancen. Las plagas también son un problema derivado de los campos perdidos, porque en los campos cultivados se suelen emplear insecticidas, que mantienen a raya los insectos.

El ambientólogo Jose Luis Perez cuenta como esto puede llevar a una sustitución de ecosistema. Cuando se comenzó a cultivar los campos en La Ribera se creó un ecosistema que, aunque artificial, funcionaba porque la fauna y la flora convivían aprovechándose de manera mutua de lo que la otra les ofrecía. Con menos terreno agrícola cambia la fauna y la flora que crecen, porque este equilibrio se rompe y se crea un ecosistema más primitivo, que a menudo tendrá más posibilidades de incendios.

La situación de la agricultura puede tener un impacto inmediato en el medio ambiente si tenemos en cuenta que, de acuerdo con datos de AVA, solamente la citricultura valenciana, absorbe 10.000 toneladas de CO2 al año. Un dato que, comparado con las 92,84 toneladas de CO2 que produjo en 2018 la importación de zumo de naranja de Brasil o de las 72,81 toneladas del mismo gas que va causar el transporte a la Península del cítrico de Sudáfrica, es destacable.

La situación de la agricultura puede tener un impacto inmediato en el medio ambiente”