El plan de renovación de la flota del metro de Barcelona para retirar de la circulación los trenes con amianto ha llegado a su destino. Este sábado ha realizado el viaje final el último convoy que quedaba operativo de la serie 4000, el modelo de tren puesto en servicio hace 37 años con piezas que incluían fibrocemento. El material cancerígeno se encontraba en partes que no estaban al alcance de los viajeros, pero dejó secuelas en trabajadores de los talleres durante varias décadas hasta que se encapsularon hace pocos años.
La progresiva incorporación de los nuevos trenes salidos de la planta de Alstom en Santa Perpètua desde el 2022 ha permitido ir retirando los trenes con amianto. Primero fueron los de la serie 3000 de la L3 y ahora ha sido el turno de los de la L1.
Su jubilación no pasó desapercibida. Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) despidió al último tren de la serie 4000 con todos los honores y atrajo a más de 200 aficionados al ferrocarril, personal de la compañía y extrabajadores que se subieron en Hospital de Bellvitge y no se bajaron hasta llegar a Fondo, en el otro extremo de la línea y del área metropolitana.
Paradójicamente, los más emocionados eran jóvenes que ni habían nacido cuando este modelo se puso en funcionamiento. Sí que lo había hecho la presidenta de TMB, Laia Bonet, que recordó como con la desaparición de estos trenes “decimos adiós a una parte de nuestras vidas, donde hemos tenido momentos de preocupación, de conversaciones irrepetibles, de lecturas, de acercarnos a las personas que queremos...”.
Los trenes de la serie 4000, con un diseño firmado por Miguel Milà, han circulado 37 años en la línea 1
Mientras a bordo del tren los más mayores recordaban batallitas, los más pequeños enganchaban dibujos hechos para la ocasión junto a la cabina de conducción. Al mando iba Inma Pineda, visiblemente emocionada porque, como otros tantos trabajadores, es con este modelo con el que se inició profesionalmente hace ya un tiempo.
De hecho, el director de la red de metro a finales de los 80, Agustín del Castillo, recuerda como se hicieron varios viajes de trabajadores hasta las instalaciones del fabricante CAF en Zaragoza para que los conductores los fuesen conociendo antes de que entrasen en servicio. A su lado, Ignacio Oliva, responsable de material móvil de la L1 en aquella época, destaca el ahorro en energía que supuso su incorporación y como el arranque y la frenada eran mucho más suaves que las unidades que sustituyeron entonces.
Cuando se pusieron en marcha representaron un cambio también para los viajeros. Con un novedoso diseño firmado por Miguel Milà, incorporaban elementos novedosos como el termómetro luminoso en la parte superior de las puertas que marca las paradas y las manecillas de las puertas, que era preciso accionarlas para entrar y salir del vagón, y que los folletos de la época repartidos en las estaciones explicaban como accionarlas. También el sistema de megafonía, que este sábado al mediodía precisamente se usó para despedirlo cuando llegó a la estación final antes de desaparecer hacia las cocheras.