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El confinamiento promueve el bricolaje y las reparaciones caseras

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Los drogueros explican que estos días está aumentando la venta de pintura plástica Los drogueros explican que estos días está aumentando la venta de pintura plástica

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“Se me olvidó el rodillo”.Israel compró pintura para pintar su bar, pero se le olvidó el rodilloy tuvo que volver a la droguería

Ana Jiménez

Manuel Ojeda explica al otro lado del mostrador de la droguería Subirats, del barcelonés barrio de Sant Antoni, que muchos ciudadanos están aprovechando este confinamiento para pintar marcos, puertas y muebles más o menos pequeños de sus casas. Y, aunque ninguno de ellos tuvo tiempo para hacer cálculos al respecto, unos cuantos drogueros de la ciudad confirman su apreciación. Estos días la venta de pintura plástica, principalmente de color blanco, es superior a la acostumbrada.

“No, la casa entera, no –añade Ojeda en este establecimiento de la calle Parlament, bajándose un poco la mascarilla para que se le entienda bien–. Ponerse a pintar la casa entera ahora es un follón, con toda la familia encerrada en el piso, sin poder salir mientras que todo se airea… Pero si pintas una silla, por ejemplo, pues ya haces algo útil y además te entretienes. Bueno, hace un rato un cliente compró cuatro botes pequeños de pintura para pintar su bar, para aprovechar el cierre de algún modo”.

Sin perder el buen humor

“Empiezo este lunes, ¡no voy a ponerme a pintar el fin de semana!”, dice el dueño de un bar

Y en este momento aparece Israel, extrañamente dicharachero, con una sonrisa en su rostro descubierto, arrastrando su carrito de la compra vacío. “No te lo vas a creer –le dice a Ojeda, con ese tono que adopta la gente cuando se dispone a contar una anécdota cotidiana muy graciosa, como si no pasara nada de lo que está pasando–, ¿a que no sabes qué me he olvidado?”.
Israel es el hombre que vino hace un rato a comprar cuatro botes pequeños de pintura para pintar su bar. “¿Te has olvidado la cabeza?”, le dice el dependiente. Y los dos intercambian dos pequeñas carcajadas. “¡Pues el rodillo! Y sin rodillo cómo voy a pintar el bar”.

Israel regenta una casa de comidas en la calle Vila i Vilà,en el barrio del Poble Sec, justo al otro lado de la avenida del Paral·lel. “Me estaba hartando un poco de aburrirme, de preocuparme, de agobiarme… y me dije pues voy a pintar el bar… porque antes o después todo esto terminará, ¿no? Y así, cuando pasé todo, sea cuando sea, pues tendremos algo ganado. ¡Al menos tendré el bar pintado! Este lunes empiezo”. ¿El lunes? “Pues sí, no voy a empezar durante el fin de semana”, dice sin perder la sonrisa. Y luego, un poco más serio, añade: “Ya sé que ahora todos los días son iguales. Pero empezar un lunes es también un modo de ordenar la realidad, de darle un sentido a las cosas”.

“También se están vendiendo muchas pinturitas –dice Ojeda–, para tener a los niños entretenidos”. Ojeda es el dependiente que en estas circunstancias uno agradece encontrar al otro lado del mostrador y de la mascarilla: sonriente, amable, atento… un pequeño dique contra el agobio. Y estas líneas no son una ironía, sino un reconocimiento. Algunas actitudes, algunos detalles, hacen mucho más de lo que parece. “Hombre, sí, mucha gente te cuenta sus penas y sus angustias… no se quedan mucho rato porque en verdad prefieren marcharse deprisa, pero alguna cae”.

Nuevos hábitos

“También se están vendiendo muchas pinturitas para entretener a los niños”

Una pequeña ruta por unas cuantas droguerías del Eixample y de Ciutat Vella no revela únicamente que la ciudadanía está aprovechando las circunstancias para realizar pequeños apaños en casa. “Sí, la gente está comprando más pintura de lo normal”, coinciden unos y otros. Incluso proliferan las ofertas. Por ejemplo, tal y como reza un cartelito, “4 kg=2,5 l por 20 euros” y 7,5 kg=4l por 25 euros”. Y esta pequeña ruta también revela el creciente estrés de las personas que durante esta crisis no tienen más remedio que trabajar de cara al público.

“Perdón –tercia entonces desde la puerta de la droguería Subirats un hombre de mediana edad ataviado con unos guantes deportivos de invierno y una braga para ir a esquiar–, ¿tienes una botella de alcohol como la que me vendiste el otro día?”. “Pues no –le responde Ojeda–, pero está pedido. A ver si llega mañana…”. La gente, retoma el dependiente, viene principalmente por lejía, guantes, desinfectantes… “¿Esos guantes que lleva puestos son de fregar?”. “Sí –responde Ojeda– ¡se me van a deshacer de tanto desinfectarlos! Pero la gente lo agradece...”.

“Buenos días, perdón –dice luego otro cliente desde la puerta del establecimiento–, ¿tienen manguitos para la ducha?”. “Qué va… lo siento. Manguitos nunca tenemos”. “Ya… es que la ferretería está cerrada, ¿sabes dónde podría encontrar un manguito?”. “Quizás en algún hipermercado de los grandes, de eso tipo Alcampo o Carrefour que suelen estar en las afueras y tienen sus propias ferreterías”. “Uy, a las afueras no voy, que no están las cosas para… ¡me voy a acercar al Lidl de mercado, que también es muy grande”. “Ah, pues sí. Allí a lo mejor tienen manguitos”.

“Muchos vecinos nos preguntan si hacemos copias de llaves”

El dependiente Ojeda detalla que las droguerías permanecen abiertas porque venden productos que se consideran de primera necesidad. “Y la gente pues viene buscando manguitos de ducha, tuberías y en general repuestos de fontanería para hacer esos apaños que no pueden esperar”. Los gremios de instaladores ya explicaron ayer en estas páginas que la ciudadanía está mostrando muchas reticencias a la hora de llamar a los profesionales de la reparación. “Lo que pasa es que nosotros no tenemos nada de fontanería. Y tampoco hacemos llaves. Las cerrajerías también están cerradas. Y no se imagina la de gente que viene a ver si le podemos hacer una copia de la llave. Se ve que con los nervios se les rompen más que de costumbre… No, yo tampoco lo entiendo”.

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