La angustiosa espera de los refugiados del ‘Open Arms’
migración
Un año y medio después de su desembarco en Barcelona, arropados por políticos, los náufragos siguen pendientes de su petición de asilo
Apretujones para salir en la foto. Sonrisas, discursos y buenos propósitos. Los 60 náufragos rescatados por el Open Arms frente a la costa de Libia desembarcaron en julio del 2018 en Barcelona en olor de multitudes y flanqueados por políticos de todos los colores. Un año y medio después, la mayoría de los que culminarán en Catalunya el programa estatal de acogida para los refugiados esperan con angustia la resolución de su petición de asilo.
Sólo ha trascendido que se denegó la protección internacional al menos a un hombre egipcio, una de las 16 nacionalidades que navegaban en dicho buque. El Ministerio del Interior declina precisar la evolución de los expedientes de los refugiados del Open Arms por temas de privacidad y remite a los datos globales del 2019, cuando la Oficina de Asilo y Refugio resolvió 60.198 casos, 42.932 de manera favorable y 17.266 desfavorables.
Elvis Tagnabou, de Burkina Faso, encarrila su autonomía en Reus, donde trabaja en un obrador de pan
La Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat (CCAR-CEAR), que apoya y ofrece asesoramiento legal a la veintena de náufragos que han seguido el programa estatal de acogida en Reus, confirma que la mayoría de expedientes sigue en trámite.
Si durante el 2019 se incrementaron notablemente las resoluciones a favor de la protección internacional, invirtiendo la tendencia de los últimos años, se debe a la decisión del Gobierno de utilizar la figura de la concesión del permiso de residencia por razones humanitarias, prevista en la ley de Asilo, a la práctica totalidad de venezolanos que no reunían los requisitos para ser reconocidos como refugiados, en concreto a 39.667. De Venezuela procede la mayoría de demandantes de asilo en España en el 2019, casi 41.000, seguidos de colombianos (29.363) y hondureños (6.792).
La llegada a Barcelona del Open Arms fue precedida por el excepcional recibimiento en València de las 630 personas que viajaban a bordo de otro barco de salvamento, el Aquarius , de Médicos sin Fronteras (MSF). El pasado septiembre se produjeron las primeras denegaciones de asilo a los del Aquarius. Unos y otros han pasado de la abrumadora notoriedad inicial a la indiferencia.
Cuarenta y dos de las 60 personas del Open Arms solicitaron el asilo en verano del 2018 entrando en el citado programa de acogida. La mayoría, cerca de 30 hombres, fueron trasladados a Reus para seguir este proceso bajo la tutela de la CCAR-CEAR; dos mujeres se quedaron en Barcelona, la dirección general de Atenció a la Infància i l’Adolescència (DGAIA) se hizo cargo de tres menores no acompañados y el resto se repartieron por otras localidades próximas a la capital. Una veintena decidieron seguir la ruta migratoria o intentar sobrevivir por sus propios medios.
Algunos habían huido de países donde reina la violencia y azotados por el hambre, como Libia, Sudán, Mali, Camerún, Burkina Faso, Siria, República Centroafricana, Chad o Palestina. El joven burkinés Elvis Tagnabou es uno de ellos.
Tagnabou completó sus cursos de castellano y catalán en Reus, se integró en una colla castellera, participó en la cabalgata de Reyes y, desde el pasado abril, trabaja en la limpieza de un obrador de pan de Reus. En febrero del 2016, con 20 años recién cumplidos y pocas semanas después de que su abuelo, panadero de profesión, falleciera en un atentado yihadista en Uagadugú, Tagnabou, huérfano de padre, huyó rumbo al norte. En su trágico periplo, al entrar en Níger, cayó en manos de traficantes que lo dejaron en Libia, donde fue secuestrado por bandidos que lo torturaron durante 22 meses.
La historia de Tagnabou coincide con la relatada por otras muchas personas que en su camino hacia Europa son esclavizadas por
delincuentes en el país africano. Tagnabou logró escapar, subió a una lancha y fue rescatado por el Open Arms . En la capital del Baix Camp, encarrila su autonomía mientras aguarda, con el corazón en un puño, la respuesta a su petición de asilo.
Anna Figueras, coordinadora jurídica de la CCAR, considera que la Oficina de Asilo y Refugio no debería considerar únicamente las situaciones en los países de origen sino también “los abusos, violaciones y la esclavitud que han sufrido los refugiados en los países de tránsito. Ser esclavo en Libia deja secuelas de las que difícilmente podrían ser tratados si los expulsan de España”. La esperanza es que al menos se les otorgue el permiso de residencia por razones humanitarias, como ha sucedido con los ciudadanos venezolanos.
Su trabajo y la red de amistades que ha ido tejiendo ayudan a Tagnabou en su intento de dejar atrás el horror libio.