La ‘Tancada’, el edificio que funciona como un refugio improvisado para inmigrantes indocumentados
Vivienda
Frente a la orden de desalojo del Ayuntamiento, las 35 personas que viven en la antigua Escola Massana de Barcelona, aseguran: “Vamos a resistir”
La Tancada o encierro de la antigua Escola Massana de Barcelona es uno de los tantos lugares que brotan a partir de la ausencia de ayuda pública. Frente a la dificultad que encuentran muchas personas migrantes en el acceso a permisos de trabajo y a una vivienda digna, un colectivo de más de 35 personas “sin papeles” ha ocupado el edificio desde abril del año pasado primero como acción reivindicativa, y más adelante para darse a sí mismos una suerte de hogar precario para evitar vivir en la calle.
Frente a la posibilidad de dormir en la calle cualquier alternativa puede parecer aceptable, pero lo cierto es que la Tancada difícilmente pueda percibirse como un espacio habitable. En tanto el edificio ocupado no era un piso sino una escuela, no cuenta con los equipamientos básicos de una vivienda. No hay duchas, solamente un lavabo y una cocina que comparten entre todos.
Se trata de un edificio viejo, que cuenta con dos grandes espacios que cumplen las funciones de habitaciones para acoger entre 10 y 14 personas cada uno, todas en colchones amontonados. En otros más pequeños, viven dos o tres personas. A su vez, nueve mujeres duermen juntas el piso de arriba. El salón principal, que es donde se realizan las actividades comunes durante el día, por las noches se utiliza como dormitorio, donde mesas, sillones y colchones usados sirven de camas improvisadas.
Las pancartas que cuelgan de la fachada de la antigua escuela sintetizan el conflicto que atraviesa el espacio actualmente. “No al desalojo de la Tancada” y “Aquí ya es un espacio cultural y de transformación” son las frases dedicadas al Ayuntamiento. Es que, el pasado 25 de junio, la administración municipal les ha notificado que tiene previsto desalojar el edificio, para destinarlo a la ampliación de la compañía de teatro La Perla 29. Según informan fuentes municipales, se trata de un proyecto que “ya estaba acordado antes del encierro”.
El debate entre la inversión cultural y el derecho a la vivienda
Sobre la decisión de la administración, Esteban, portavoz y activista argentino, afirma: “Estamos a favor de que se hagan inversiones a nivel cultural pero ponerlo por encima de la vivienda de las personas es muy fuerte”. Eloisa, vecina de Sant Antoni y también activista del espacio agrega: “Aparte de vivir aquí, es un lugar donde se relacionan, se vinculan. Se realizan muchas actividades de cara al barrio, es también un espacio cultural, no simplemente un encierro de personas”.
“Esto es un pulmón de resistencias. Se está anulando un espacio político, social y cultural donde las personas se encuentran a partir de las experiencias de violencia que han vivido”, dice Amine, también parte del colectivo.
En este espacio, se entretejen las trayectorias de migrantes de Irak, Palestina, Pakistán, Marruecos y Nigeria. En el viejo edificio, conviven refugiados, jóvenes ex tutelados, manteros, y mujeres que han trabajado como temporeras en plantaciones de fresa en Huelva.
Al preguntarles por qué se fueron de sus países -algunos huyeron- para venir aquí, todos responden de la misma manera: “Para poder tener un futuro mejor”. Sin embargo, en la mayoría de los casos la realidad con la que se encontraron no era la esperada.
El nombre que escogieron estas personas para darle a la Tancada tal vez pueda servir como eufemismo de la realidad que les toca vivir en la calle. “Vienes aquí porque allí no hay futuro, pero al final es peor porque están todas las puertas cerradas, hacen todo para que te vayas”, dice Mahdi Elkou 22 años, que viajó hasta aquí desde Marruecos debajo de un remolque cuando tenía trece.
Los inmigrantes indocumentados, entre el discurso y la realidad
Mientras que desde la administración aseguran que “el Ayuntamiento ha dado solución a las demandas que eran de competencia municipal, que básicamente refieren a la agilización del empadronamiento a las personas en situación de vulnerabilidad que no pueden acreditar un domicilio fijo”, desde el colectivo afectado, entienden que esta medida “muestra el rostro inhumano y más duro de esta administración, que está actuando como cualquier gobierno de derecha al no considerar la situación humana de estas personas”.
Por parte del Ayuntamiento, apuntan que las competencias de asilo y acogida corresponden al Estado y la Generalitat. “Nos sumamos a la reivindicación al Gobierno del Estado de que abra plazas suficientes para los solicitantes de asilo, y agilice el procedimiento de ingreso al sistema de protección que ahora se prolonga hasta los seis meses”, afirman.
Las cifras constatan la saturación del sistema de acogida. Según el último informe de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, en 2018 España volvió a superar su máximo histórico con 54.065 solicitudes de asilo y se situó como el cuarto país de la Unión Europea. De esas peticiones, solo dio respuesta a 11.875 personas, de las cuales 575 obtuvieron el estatuto de persona refugiada y 2.320 la protección subsidiaria.
En cuanto a Catalunya, desde la Secretaria d’Igualtat, Migracions i Ciutadania de la Generalitat estiman a partir de calculos internos que la cantidad de personas en situación de irregularidad ronda alrededor de las 99.000 en Catalunya, de las cuales 85.000 corresponderían a Barcelona.
Desde el Ayuntamiento aseguran que los servicios municipales han estado en contacto con las personas que pernoctan en la Tancada desde un principio, para detectar posibles casos de alta vulnerabilidad, y que “los servicios de atención social siguen trabajando en opciones de relocalización para las personas que presentan estos casos”.
“Eso no es verdad”, afirma Esteban, portavoz y activista, “Recién ahora tuvimos un primer contacto. Nos reunimos porque nos dijeron que querían conocer la situación de las personas que viven aquí, pero no nos han dado ninguna solución o alternativa de vivienda, están firmes en su decisión y se niega a estas personas la posibilidad de vivir en un espacio digno”.
“¿En qué se convirtió la ciudad refugio?”, se pregunta Amine, otro de los portavoces y apunta directamente contra Ada Colau: “Buscan argumentos técnicos para justificar una decisión política. Aquí no nos está desalojando la propiedad privada ni los fondos buitres, nos está desalojando Ada Colau, la activista de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). Es muy fácil hablar bien de migrantes que viven a 13.000km, pero otra cosa es el trato que le das a los migrantes en tu municipio. Hay mucha hipocresía”.
Vivir en el encierro
Las personas que viven en la Tancada comparten un solo lavabo y usan las instalaciones del gimnasio social Sant Pau para poder ducharse. Entre ellos, dividen las tareas cotidianas y respetan algunas reglas de convivencia: “No alcohol, no drogas, no violencia”, explican. Además, realizan actividades autogestivas para recolectar lo necesario para las comidas a partir de colaboraciones. “Se come dos veces al día, muy moderadamente”, dice Esteban, que además aclara: “No representamos ningún gasto para la administración”.
El tener que convivir con más de treinta personas no presenta para estas personas un desafío tan fuerte como tener que vivir en la calle. “Para quienes vivimos en la calle no hay nada peor. Aquí son todas buenas personas”, dice Abdelhali Mekviuch, de 23 años, que vivió seis meses en una tienda de camping en la Plaça de Lesseps. “Prefiero estar aquí. Este es un espacio para personas sin papeles. Aquí puedo lavar mi ropa, dormir tranquilo. Después de los centros de acogida estuve en la calle dos meses. En la calle te pudres”, afirma Mahdi Elkou, joven marroquí de 22 años.
Ahmed Allamy, un joven iraquí de 23 años, coincide “Viví dos semanas en la calle, pero necesito una cama para dormir”. Él se fue de su país después de ser víctima de un atentado de un coche bomba, donde murió su madre. Cuenta que después de eso, intentaron reclutarlo para formar parte de un grupo terrorista y entonces decidió huir. “No me gusta eso. Necesito democracia. Necesito una buena vida. Quiero poder estudiar”, dice en inglés. La ruta hasta Catalunya fue larga: vivió algunos meses en Turquía, después en Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Austria, Alemania y, por último, Francia, antes de llegar aquí.
“En Alemania no les gustan los refugiados. Te preguntan qué ‘¿Qué haces aquí?’, te dicen ‘Vuelve a tu país’. Mi pelo negro era un problema allí”, recuerda. Finalmente, decidió venir a España porque en vídeos de Youtube donde otros compatriotas compartían sus experiencias aquí, afirmaban que el trato en este país era mejor.
La resistencia como única estrategia posible
Quienes viven en la Tancada coinciden en describirla como un espacio de refugio dentro de una ciudad que pareciera cerrarles muchas puertas. “La gente que vive aquí es como una familia”, explica Hedda Hlou, de 34 años, que llegó de Marruecos hace unos meses. “Vine porque quería trabajar y darle un futuro a mi hija de 15 años”, explica. Todavía no habla español, por eso es que relata su historia a través de un traductor improvisado.
Antes de venir a Catalunya estuvo en Huelva, donde trabajó durante la temporada recolectando fresas. “Es un trabajo de hombres. Era muy fuerte, muy duro. Solo te dan una visa de trabajo para hacer lo que la gente de aquí no quiere”, afirma. Ella trabajaba desde las siete de la mañana hasta las siete de la tarde por no más de cinco euros la hora. Ya en Catalunya, perdió la visa temporal de trabajo y con ella las perspectivas de poder conseguir otro ingreso: “Sin papeles aquí no tienes nada. En cualquier trabajo te los piden. Y yo quiero trabajar”, dice.
Al preguntar a los entrevistados sobre su percepción del panorama que les espera, todos lo tienen bien claro: volver a la calle no es una opción. “Vamos a resistir. La administración tiene que saber que si hemos atravesado desierto, tierra y mar para llegar aquí, no vamos a tener miedo a que nos vengan a desalojar con un papel o con la policía”, afirma Amine, activista y portavoz, “No nos pueden echar como si detrás de nosotros no hubieran familias e historias”.