En tu casa o en Toledo
Hace años presenté un libro en Toledo. Mi abuelo materno nació enTorrijos y con su mujer vivieron en Toledo hasta que sus ideas políticas lo llevaron en 1937 a Barcelona donde nació mi madre. Durante la cena posterior a la presentación una señora dijo que me conocía de haberme visto los veranos. Le dije lo de mis antepasados pero también le aseguré que sólo había estado un día en Toledo cuando tendría diez u once años. “Algún verano más debiste pasar aquí”. No. “Pero yo te he visto por aquí”. Imposible. “Tú sabrás porque no quieres reconocer que estuviste en Toledo pero yo sé que estuviste en Toledo”. Enfréntate a eso, Stephen King.
Esa ciudad manchega volvió a ser noticia ante la decisión del diputado de Ciudadanos, el catalán Juan Carlos Girauta, de irse a vivir allí y presentarse como candidato al Parlamento por esa ciudad. Girauta es un tipo inteligente, de convenciones firmes y tertuliano duro. Es áspero y parece siempre estar de mal humor, algo muy de Ciudadanos (Cañas, Carrizosa…) como si el nacionalismo catalán fueran unas hemorroides que no calmándose con ungüentos, se las atacara con sal y navajazos. Uno puede imaginar llegando a una reunión de Hombres Severamente Enfadados de Ciudadanos a Inés Arrimadas con cazadora Pink Ladies y, sólo para animarles, soltar un: “venga, arriba, que nos vamos a Waterloo”. “Pues yo me voy a Toledo” diría
Girauta.
En el Congreso de Diputados, Girauta estuvo más bronco de lo habitual contra los diputados del PDECat y Esquerra, explicando que se va a Toledo porque, básicamente, está harto de ellos. De lo que hacen, de lo que dicen que no hacen pero hacen y de lo que él sospecha que hacen. Uno puede coincidir mucho, poco o nada con el veredicto de Girauta respecto de, por ejemplo, la escuela pública catalana y el supuesto adoctrinamiento, pero las caras de los diputados nacionalistas de “este señor está loco y no sabemos de qué nos habla” tampoco eran muy creíbles. Y Girauta, hijo de maestra de la escuela catalana, como remarcó en su última intervención se va de Catalunya, se rinde, deja de estar día a día peleando con sus vecinos y eso es algo triste. Mucho más triste es si alguien se alegra porque así en el país solo nos quedaremos patriotas y buenas personas. Eso, además de triste, da miedo. “Ingeniería social” diría Girauta. Son tiempos agotadores, tiempos que no se ganarán por KO ni por puntos sino por extenuación. Faltan cuarenta años para que ser patriota vuelva a ser ridículo. Cuarenta años para reivindicar que no hay mejores y peores maneras de estar, ser, querer y morir en un determinado lugar. Cuarenta años para que burlarse del creyente, del dogmático, del de la bandera, del religioso vuelva a ser sano e higiénico. Cuarenta años son muchos años. Es probable que quien esto escriba haya muerto. Si es así, y deciden enterrarme en Toledo, por favor, háganlo lejos de la señora aquella que aseguraba haberme visto por allí los veranos porque odio dar la razón a quien no la tiene.