Casa Leopoldo regresa con su antigua carta puesta al día
Gastronomía
Romain Fornell y Óscar Manresa han recuperado el emblemático local del Raval y actualizarán los platos de toda la vida
Fue uno de los primeros restaurantes que el cocinero francés Romain Fornell visitó cuando, a principio de los años 2000, se instaló en Barcelona. Su socio, Óscar Manresa, había frecuentado Casa Leopoldo mucho tiempo atrás, cuando acompañaba a su tío en reuniones de negocios. “Era el sitio al que llevaba a los clientes importantes cuando quería comer bien. Siempre con largas sobremesas mientras fumabas un puro”.
Ambos cocineros han querido recuperar el emblemático restaurante del Raval, que lleva un año cerrado. “La idea surgió tras comer aquí al lado, en la barra del Suculent. Surgió Casa Leopoldo en la conversación; nos acercamos al local y encontramos al propietario, que acababa de adquirir la finca”. Decidieron alquilarlo y asumir un nuevo reto: “Recuperar el encanto que tuvo esta casa. Nos gustaría rescatar los platos de una de las viejas cartas, en las que los precios aún vienen en pesetas, y esforzarnos para elaborarlos lo mejor posible, adaptados a nuestros tiempos tanto en la calidad de las preparaciones como del producto, que queremos que sea excelente”, explica Fornell. Sabe que no puede correr. “Queremos hacerlo muy bien, porque la memoria es caprichosa y tendemos a creer que los sabores de antes siempre eran mejores”.
Juntos ya han puesto en marcha varios negocios, al margen de los que cada uno de ellos regenta. “Y no todo han sido éxitos, pero aprendemos cada día”, explica
Óscar Manresa. “Nos ilusiona mucho mirar atrás y recuperar elaboraciones que se servían aquí”. Mientras habla, acaricia uno de los viejos manteles que cubren las mesas, que han encontrado con cubertería y vajilla, tal como las dejó Rosa Gil, la antigua propietaria del restaurante que su familia abrió
en 1929”.
Saben que quedan pocos establecimientos de aquellos tiempos. Por eso Fornell y Manresa tienen algo muy claro: “Aún tenemos que estudiar muchos detalles y no sabemos si a la entrada pondremos una barra para tomar cócteles o si organizaremos actividades culturales en el reservado que tanta fama le dio a Casa Leopoldo, pero sí nos obsesiona mantener el alma de un local que tuvo mucho sabor”. Porque cada vez resulta más difícil encontrar casas que mantengan su autenticidad. Y nos sentimos responsables de preservar esa magia de Casa Leopoldo”.
Los dos cocineros explican que les gusta seguir teniendo como vecina a Rosa Gil, quien antes de cerrar luchó para mantener el negocio que atrajo a tertulianos emblemáticos y que en los últimos tiempos fue perdiendo clientela. Ella ha querido que las fotografías, los cuadros o los carteles taurinos que ambientaban la casa sigan luciendo en las paredes. Los cocineros han encontrado viejas cartas, libros de firmas y un montón de recuerdos que, aseguran, les serán de una gran utilidad para conservar el legado de la casa.
“Tal vez podríamos encargar nuevos manteles con el mismo logo que lucen estos”, señala Manresa”. “Las piezas grandes de pescado las podríamos apoyar en estas mesas auxiliares”, observa Fornell. Queda trabajo por hacer. Les gustaría reabrir en Navidad, pero no creen que puedan llegar a tiempo. “A veces la líneas entre lo antiguo y lo anticuado es sutil”, reconoce Fornell. “Pero para mí lo bonito es lo auténtico. Una historia que vale la pena recuperar por la propia ciudad y porque nos hace ilusión, más que por negocio”.
El teléfono de Casa Leopoldo ha empezado a sonar de nuevo. Son viejos clientes que quieren hacer sus reservas. “Pondremos las cazuelas en el centro de la mesa para que los comensales puedan servirse”. Leen en la vieja carta que les sirve de pauta: rabo de buey a 1.850 pesetas, albóndigas con sepia y gambas, a 1.750, pie de cerdo (1.750 pesetas), tripa y capipota a 1.250. Ya han empezado a trabajar para ponerlos al día.