“Hay que ensuciarse de vida”
76 años. Nací y vivo en São Paulo, pero me paso la vida viajando. Vivo con Camila desde hace tres años. Tengo dos hijos. Mi ilusión utópica son políticos que prioricen los derechos humanos y se aparten de la corrupción, pero veo mucha hipocresía y juego financiero. Tengo muchas creencias: católica, budismo, candomblé... (Foto: Marcos Hermes)
Alegría de vivir
Le bautizaron como Antônio Pecci Filho, pero como era muy bajito su madre solía llamarlo “meu toquinho de gente”, y se quedó con el apodo. “Al principio me pareció una mala idea, pero ahora me encanta que me llamen pequeñajo”. En esos principios difíciles, la guitarra le dio estatura, y a los 22 años, el músico y poeta Vinícius de Moraes, coautor de una de las canciones más bellas de la historia, Garota de Ipanema , le invitó a participar en una serie de espectáculos en Buenos Aires, y ya no se separaron durante 11 años, 120 canciones, 25 discos y más de mil espectáculos. Cuando murió Vinícius, Toquinho siguió en solitario o acompañado de otros talentosos músicos. “La musica brasileña ha conquistado el mundo, y se la debemos a los negros. Nosotros los esclavizamos, y ellos nos regalaron su magnifica cultura”. Actúa el 27 en el Palau de la Música.
El poder y el dinero mandan?
Queremos tener dinero y poder para comprar la felicidad, pero la felicidad no está en venta. Si el ser humano pudiera sentir lo corta que es la vida y vivir minuto a minuto, hallaría el valor que hay en lo que tiene alrededor. La felicidad está en nosotros.
¿Hace mucho que lo sabe?
Sí, en eso soy una persona privilegiada, siempre lo tuve claro, pero ahora lo tengo más claro todavía, porque el tiempo y la experiencia ayudan. La edad te da luminosidad.
Sigue haciendo lo que le gusta.
Tienes que trabajar mucho para cumplir tus propias exigencias. Y además, cuantos más discos, cuanto más éxito, más peligrosa es tu sombra, tienes que apartarte de ella para hacer cosas nuevas. La inspiración tiene mucho de transpiración.
Usted lo conoce, ¿cómo es Toquinho?
Toquinho es una persona simple que hoy sabe muy bien lo que no quiere, y eso es importante; le gusta el minimalismo y sabe aprovechar la vida, darle valor a todos los momentos, pero no es algo que busque, es algo que surge. También es vanidoso.
¿Es un defecto?
Si la vanidad no es excesiva, no, porque tienes que gustarte a ti mismo. Yo procuro ser un ser mejor cada día, es una lucha constante con esa cosa aburrida que es lo cotidiano, y cada día debes salir victorioso, no solo de vez en cuando.
¿No está harto de viajar y viajar?
No, al revés, yo rejuvenezco trabajando. Siempre tengo un proyecto nuevo, como si tuviera 20 años, si llegaré a hacerlo no lo sé, no es un problema mío, es de Dios. Tengo ganas de trabajar, de componer, y cuando tenga 95 años haré lo mismo, seguiré creando proyectos.
Tenía 22 años cuando se juntó con el gran poeta y músico Vinícius de Moraes.
Prácticamente me adoptó y yo lo adopté a él, porque yo era mucho más papá de él, no en el sentido de sabiduría, claro, pero sí en lo cotidiano. Aprendí muchísimo de Vinícius y cristalicé valores. Cuando lo conocí tenía 56 sabios años, era un cosmonauta, un soñador, se casó nueve veces, creía en el amor eterno.
¿Y usted?
Yo lo veía ingenuo, esa llama constante es imposible, era un Don Quijote.
Acabó muriendo en sus brazos.
Estuve con él hasta el último respiro, era una situación que al principio no me gustaba, pero después supe que era un privilegio estar allí, con ese gran amigo y poeta.
Eran ustedes músicos generosos, amigos.
Brasil tiene esa cualidad, los músicos están muy conectados y confiados, primero grabamos y luego vemos las cosas económicas, y eso no lo he visto en otras partes del mundo.
La música no entiende de fronteras.
No, la musica es made in corazón.
¿Para usted es como respirar?
Vivir es más importante, estar conectado con todo. Mi musica es una consecuencia de mi cotidianidad, no es la pieza fundamental, ella filtra todas mis sensaciones diarias. Hay que ensuciarse de vida. No te mantengas al margen.
Guau.
A mí me gusta comer, beber, reír, charlar... Vivir. Solo la experiencia es vida.
Cuénteme que le ha enseñado la vida.
Le contaré lo que me enseña, porque no me gusta eso de los buenos tiempos pasados, ni eso de que cuanto más sé, más sé que no sé nada. Yo sé lo que sé y mañana podré saber más o no. Aprovecho el pasado, pero no vivo en el pasado, es el pasado el que vive en mí.
Tiene más vida por detrás que por delante.
Al futuro le dedico el tiempo hasta donde mi vista puede ver y mi corazón sentir, un futuro próximo.
¿Cómo le sienta la fama?
Nunca he dado valor al fracaso ni al éxito. Si un día un concierto no te ha salido como esperabas o la gente se ha puesto en pie para aplaudirte, para mí es lo mismo, me voy a cenar y lo olvido.
Eso es raro.
Sería una hipocresía decir que no quiero el reconocimiento, pero si estás muy apegado al éxito, también lo estás al fracaso, y yo no quiero esto.
Hablemos de las cosas que importan.
En primero lugar me importa estar vivo y sano, disfrutar sin dañarme. Me gusta lo que tengo e intentar hacer cosas buenas. Las equivocaciones están para aprender, no para repetirlas. ¡Benditas equivocaciones!
¿Cuál ha sido su mayor error?
Tengo que medirlos, ¡jajaja! Yo he hecho siempre lo que creía correcto, pero luego la vida cambia, y tropiezas y te vas adaptando. Tal vez haya mimado demasiado a mis hijos.
Normalmente los padres se quejan de lo contrario, de no haber estado presentes.
Yo he viajado mucho, he hecho lo que me gustaba, y eso me hace un padre feliz, y me parece que es lo mejor que les podía dar.