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“Falta en España una política pública de memoria”

Tengo 50 años. Nací en Amsterdam y vivo en Oberlin (Ohio, Estados Unidos), voto en ambos países. Soy hispanista, catedrático de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Estoy casado y tengo dos hijos, Jakob (20) y Maya (17). ¿ Política? Izquierdista, entre anarquista y comunista. Soy ateo

Sebastiaan Faberhispanista

Cómo un holandés se hace hispanista?

Una tía mía vivía en México, y allá viajé con amigos, de jovencito: tocábamos música en locales, en las calles... Y aprendí algo de español.

¿Se quedó mucho tiempo?

Un añito, y a mi regreso a Amsterdam me volqué en estudiar español.

El idioma de un año feliz.

Y viajé a España, quise conocer el país, su literatura, su historia...

Y nuestra Guerra Civil.

Algo escuché de boca de descendientes de españoles republicanos exiliados en México.

¿Cuántos españoles fueron a México?

Casi 25.000 republicanos españoles, en 1939. Los estudié, hice una tesis sobre León Felipe y José Moreno Villa, poetas del 27.

¿Y qué destacaría de aquellos poetas?

Las ideas de los republicanos españoles cuadraban con las del presidente Lázaro Cárdenas: políticas educativas, reforma agraria...

¿Por eso fueron tan bien acogidos?

Y felices de estar vivos, agradecidos a México, contribuyeron a su industria cultural, hasta con el conservador Ávila Camacho.

Diga más nombres de exiliados.

Luis Buñuel, Max Aub, Ramón J. Sender, María Zambrano, Luis Cernuda, Francisco Ayala, Joaquim Xirau, Bosch Gimpera, Margarita Nelken, Pere Calders...

Virtuosos en disciplinas varias del conocimiento.

Sus testimonios me revelaron la existencia de Rafael Buch Brage, personaje fascinante.

¿Quién fue Rafael Buch Brage?

El último brigadista norteamericano vivo, de los 2.800 que combatieron en la Guerra Civil española. Falleció en Biarritz el año pasado, ¡con 103 años!

¿Llego a tiempo de localizarle?

Sí. Había nacido en Nueva York de padres gallegos, y de joven estuvo en España: el 36 le pilló en Barcelona, y combatió contra el golpe, y enseguida partió al frente de Aragón.

¿Bajo que bandera?

La del PSUC, y como comunista combatió junto a otros brigadistas norteamericanos. Amistó con Hemingway, y hasta le contó historias. Quizá Buch Brage inspiró el personaje de Robert Jordan de Por quién doblan las campanas . Resultó herido tres veces.

Pero sobrevivió.

Y viviría luego entre Nueva York, Cuba y España, donde fue ayudante del productor Samuel Bronston en películas: rodaron El Cid , y se compró un chaletito en Peñíscola.

¿Qué huella dejó la Guerra Civil española en aquellos brigadistas?

Muchos tuvieron problemas luego en su país, sospechosos de comunismo. ¡Y callaron! Sus nietos han exhumado sus historias.

Igual que en España, en tal caso.

Eso veo en la cantidad de películas y novelas de los nietos de los que hicieron la guerra.

Si uno descubre una historia potente de su abuelo, quiere compartirla.

Puede, pero yo me temo que se trate de una moda para bendecir la transición.

¿Qué le disgusta de nuestra transición?

La han calificado de modélica, pero yo le veo las grietas desde los noventa: Zapatero exhumó a su abuelo republicano y entonces los aznaristas ondearon banderas rojigualdas.

Es hispanista, ya sabe cómo somos.

Ya hubo hispanistas en los años treinta, y se partieron: simpatizaron unos con los republicanos, otros con los franquistas... Y ambos bandos buscaron seducir al mundo.

Y en eso ganó la República, ¿no?

Pero sucedió que el miedo al comunismo amortiguó la antipatía por Franco. España se estancó, y los republicanos exiliados fueran punteros en la cultura de su tiempo.

Ciertamente.

Por eso reprocho a la transición haber roto más con la República que con el franquismo.

Pues los franquistas, a su vez, criticaron también la transición.

España no ha honrado debidamente el legado cultural del exilio republicano. Un ejemplo: se menosprecia a Américo Castro, que valoró la raíz judía y mora de lo español.

Sabrá que hemos retirado los restos de Franco del Valle de los Caídos, al fin.

Menos mal. Ese lugar debe ser mostrado como se muestra Auschwitz, como vergüenza. Y no invertir ni un euro allí, abandonarlo, dejar que la naturaleza vaya erosionándolo.

Falta lo más importante: devolver a sus familias los muertos que allí están.

Tristísimo, terrible, debe repararse. La ley de Amnistía del 77 protegió a verdugos franquistas, fue una ley de punto final.

Existen asociaciones que van abriendo fosas de muertos sin nombre.

Pero el Estado debiera ser el garante de que todas las memorias se conozcan. Sin ocultar o borrar una, como se ha hecho en Madrid.

Y otra en Vilalba dels Arcs: vándalos han roto el memorial de los requetés.

Falta en España una política pública de memoria, y eso es responsabilidad del Estado.

¿Qué haría con vestigios franquistas?

Agregarles explicaciones, hacer pedagogía e involucrar a artistas, poetas, humanistas...