“La naturaleza nos da una lección de humildad con el coronavirus”
Tengo 47 años. Nací en Madrid y vivo en Chiloeches (Guadalajara). Vivo en pareja y tenemos dos hijos, Claudio (10) y Jaime (7). ¿Política? ¡ Humanismo! ¿Creencias? Tiendo al hinduismo. Me costó años perdonar a mi padre por haber muerto..., hasta que quedó el amor: le siento en mí.
“Un hombre en la tierra”
Odile ha urdido un prodigioso libro “con” su padre: Félix, un hombre en la tierra (geoPlaneta) contiene la palabras ardorosas y el pálpito de Félix Rodríguez de la Fuente. Me conmociona lo que Odile me señala en la página 71: un dibujo hecho por Félix a la edad de diez años, un bosque de abetos que abrazan una cabaña de madera, y veo el tiro de perros de un trineo. “¡Dibujó de niño el paisaje de su muerte!”, concluye Odile. Soñó con ser trampero en Alaska, como Jack London o James Oliver Curwood..., al que escribió una carta con el plan de escaparse de casa hasta ese lugar. O sea, que Félix no dejó de perseguir su sueño de infancia hasta el último minuto de la última hora del último día de su vida. Una vida del todo cumplida.
Qué ve al salir de su casa?
Campos, encinas, pinos, trigales, pájaros, animales, más pájaros... Me apasiona la naturaleza.
Hija de su padre.
Mi padre nos sacaba al campo, a mí y a mis dos hermanas. ¡Cómo me gustaba! Trepaba, corría, iba descalza, saltaba sobre él...
Cachorro de Félix.
Jugábamos a identificar pájaros por su vuelo y su canto. Por cada acierto, una peseta. “¡Qué vista de lince tienes!”, me halagaba.
Se emociona...
¡Qué infinita seguridad me dio mi padre, con sus abrazos y sus historias! ¡Qué amor incondicional! Mis hermanas eran barbies , y yo era asilvestrada, y conmigo se le caía la baba.
Hace 40 años que murió en Alaska...
Yo tenía siete años. Me costó años perdonarle por morir.... hasta que quedó el amor. Salgo al campo con mis hijos ¡y siento a mi padre!
¿Dónde?
En la naturaleza y en mí. Y les digo a mis hijos: “Afortunados, lleváis su genética”. Somos una fastuosa forma de vida, ¡admirémonos!
¡Félix hubiera podido ser presidente!
El político Lamo de Espinosa le tentó para UCD, y él rehusó: “La política es parcial, inmediatista y limitada; lanzo mensaje para todos, atemporal y eterno”, argumentó.
Bien pudo erigirse en gurú.
“Estudiad mucho, niños, y no os podrán engañar: seguimos en la cultura del engaño, ¡estudiad!”, decía siempre Félix a los niños.
¿Cuál era el secreto de su magnetismo?
Ser un hombre realizado, conectado consigo mismo. ¡Qué raro es eso!
Hablaba... ¡y era hipnótico!
Mi padre heredó una ancestral tradición de relato oral, él no escribía antes. Ahora he transcrito lo que dijo... ¡y me he maravillado!
¿Por qué?
Por la hondura asombrosa de sus anticipaciones, verdades que han sido proféticas.
Escójame alguna.
Concibió la tierra como organismo viviente antes de que Lovelock formulase su hipótesis Gaia, hoy bendecida por la ciencia.
Otra.
”El hombre aún se agita en pequeños termiteros, pero se encamina al termitero global”, premonición de la globalización e internet.
Otra.
”Somos el gran parto de la vida”, proclamaba, esperanzado, porque él creía que “la humanidad alberga profunda conciencia de lo que es justo y le conviene”.
¿Y qué es lo que le conviene?
“El hombre como ser inteligente, equilibrado, caritativo, magnánimo..., no ha llegado aún a la tierra”, decía, esperanzado.
¿Dónde nace la conexión de Félix con la naturaleza?
Era de pueblo y correteó por el campo como un niño paleolítico. Admiró a los pastores, que olían a espliego. Acompañó a cazadores a una batida contra el lobo... y ese día Félix vivió algo que le transformó.
¿Qué pasó?
Se quedó solo, y se topó con... ¡un lobo! Y sus miradas se cruzaron. Y en ese instante Félix lo supo todo, y para siempre.
¿Qué supo?
Que eran hermanos. Que la esencia humana es libre, ¡tan libre como ese lobo! Que fuimos un animal pleno... convertido hace 10.000 años en depredador de la naturaleza y de sí mismo. Y por esa razón nos sentimos escindidos de lo natural, nos sentimos tan solos.
Y fue el amigo de los animales.
No: ¡del ser humano! Del hombre en pos de su auténtica identidad. Supo que los animales son los compañeros de viaje que nos orientan, que nos recuerdan las pistas...
¿Y qué hizo después de eso su padre?
Salvó azores y halcones, que eran vistos como alimañas y se les exterminaba, como al lobo. Salvó y adiestró rapaces: con tratados medievales, resucitó el arte de la cetrería.
¿Es verdad que para sus célebres grabaciones usó presas amañadas?
Todos los documentales de la época lo hacían, era normalísimo y no lo ocultaba. Valía la pena para concienciar en favor de la vida animal. Pero años después, colaboradores celosos quisieron mancillar su memoria...
Félix nos trajo la conciencia ecologista... y hubo ecologistas que le criticaron.
Él lo veía muy natural: “Son cachorros que tienen que echar dientes contra el padre”, repetía. ¡Félix le veía sentido a todo!
¿Cree que alguien le mató?
No me entretengo en esas conspiranoias. El mensaje de mi padre pervive, está aquí.
De Greta Thunberg, ¿qué diria Félix?
“Qué alegría ver a la juventud concienciada; qué pena la deserción adulta en una voz inocente; y tú, Greta, estudia mucho y fórmate bien para encarar el duro reto de la vida”.
Y del coronavirus, ¿qué diría Félix?
Diría que, entronizados en la hipertecnología, olvidamos cuán frágiles somos, ¡y que la naturaleza manda! Lección de humildad.
Lo miraré así...
Félix postulaba que es muy arrogante pretender salvar a la naturaleza, que lo de verdad sensato será dejarnos salvar por ella.