El mantra de que “nadie quiere quedarse con Gaza” ha sido reemplazado por la opa hostil de Donald Trump, que sueña con ser “propietario” del enclave costero palestino. Para reforzar lo que dijo junto a su homólogo Beniamin Netanyahu en Washington, el presidente estadounidense ha reafirmado que “Gaza será entregada a EE.UU. por Israel al terminar los combates”, y que los palestinos “habrán sido reubicados en comunidades más seguras y bonitas”. El nuevo paraíso mediterráneo será “uno de los desarrollos más espectaculares del mundo”.
Trump y su “bola de cristal”
La cruda realidad del territorio dista de los sueños inmobiliarios trumpistas. Los expertos descartan la viabilidad del plan
La cruda realidad del territorio dista de los sueños inmobiliarios trumpistas. Los expertos descartan la viabilidad del plan, mientras dos millones de gazatíes vagan por un territorio devastado tras quince meses de ofensiva bélica israelí. Sin apenas casas en pie ni infraestructuras funcionales, los civiles sobreviven en un limbo, a la espera de disiparse la futura gobernabilidad de la franja. Por ahora, el objetivo israelí de la guerra fracasó: Hamás saca músculo, patrulla las calles y aterroriza a quienes cuestionan su ley. Los islamistas ya han ejecutado a los primeros disidentes.

Un niño palestino mira a su alrededor junto a un coche desvencijado y con los edificios del fondo abatidos cerca del campo de refugiados de Burej
Gaza, que centra la atención mundial desde la masacre de Hamás del 7 de octubre del 2023 y la devastadora guerra lanzada por Israel, ha cambiado de manos frecuentemente. Este pequeño territorio de 360 kilómetros cuadrados -de los más densamente poblados del mundo- fue dominado por romanos, mongoles o cruzados. Fue parte del imperio otomano desde el siglo XVI hasta 1917, cuando fue conquistado por tropas británicas en la Primera Guerra Mundial.
1948 fue un año decisivo para la franja. En paralelo a la desintegración de la colonia británica de Palestina, las hostilidades entre árabes y judíos se intensificaron. Cuando Israel se independizó en 1948, los estados árabes colindantes, alineados con el liderazgo palestino, lanzaron una guerra para intentar aniquilar al naciente estado judío.
Hipocresía política
El dictador egipcio Nasser, impulsor del nacionalismo panarabista, jamás vio a los palestinos como ciudadanos de pleno derecho
Unos 700.000 palestinos fueron expulsados o huyeron de sus casas: la Nakba (desastre) triplicó la población de Gaza, que sumó 200.000 habitantes. La mayoría de los actuales gazatíes descienden de aquellos refugiados. Tras el armisticio de 1949, Egipto ocupó y gobernó la franja. El dictador egipcio Gamal Abdel Nasser, promotor del nacionalismo panarabista, jamás consideró a sus residentes ciudadanos de pleno derecho. Supuestamente, los regímenes árabes luchaban por su liberación, pero los gazatíes pasaron a ser apátridas. La insurgencia floreció: los fedayines partieron de Gaza para perpetrar los primeros atentados terroristas en Israel en los años cincuenta.

Un miembro palestino de las Brigadas de Ezzedine al-Qassam, Hamas, lleva a un niño en brazos en el funeral del líder Marwan Issa, este pasado viernes
Tras la apabullante victoria en la guerra de los Seis Días (1967), Israel capturó el enclave costero, y poco después fundó sus primeros asentamientos. Pese a la persistencia del conflicto, fueron años de calma y prosperidad: los gazatíes cruzaban libremente a Israel a trabajar en la construcción o en agricultura; mientras que israelíes, sobre todo de los kibutz fronterizos, acudían a Gaza a comprar más barato. Se forjaron sólidos vínculos personales, quebrados tras el estallido de la Primera Intifada (1987), que coincidió con el nacimiento del grupo islamista Hamás.
Todo apunta a que el negocio encubierto del presidente estadounidense apunta al golfo Pérsico
Al calor de los acuerdos de paz de Oslo (1993), los palestinos gobernaron por primera vez parte del territorio. Con el retorno de Yasser Arafat del exilio, la naciente Autoridad Nacional Palestina (ANP) asumió la gobernanza de Gaza y Jericó. El proceso de paz fracasó: un extremista judío asesinó al primer ministro israelí Isaac Rabin; Hamás y la Yihad Islámica aterrorizaron Israel con sus atentados suicidas; y el primer gobierno de Beniamin Netanyahu desarrolló más asentamientos en Cisjordania. La Segunda Intifada (2000) dinamitó la solución de los dos estados.
En el 2005, Israel retiró todas sus tropas y asentamientos de Gaza. Sorpresivamente, en el 2006 Hamas ganó las elecciones internas a Fatah, lastrada por la corrupción, y tras una brutal guerra civil en que mataron a cientos de opositores, los islamistas tomaron el poder. En respuesta, Egipto e Israel bloquearon los accesos al territorio, lo que propició una “economía de túneles”, en que la mayoría de los bienes y armas entraron a Gaza desde túneles cavados en el desierto del Sinaí.
Manar al Sharif, siria-palestina encarcelada, golpeada y expulsada de Gaza por Hamás en 2019 por comunicarse con activistas israelíes, no da credibilidad a los planes de Trump. “Nadie está preguntando a los gazatíes que es lo que realmente quieren”, protesta a La Vanguardia .
“Mis amigos están furiosos, sienten que todos les mienten, incluyendo a Israel, que prometió destruir a Hamas”, prosigue. Cuenta que la gente malvive en tiendas, sin ropa ni mantas para paliar el frío. No confían en que Hamas lidie con la reconstrucción o la gobernanza, ya que “nadie les dará un céntimo”.

No es maná, es lluvia, pero el niño palestino esboza una mínima sonrisa en el campamento de refugiado de Burej, en Gaza, hace unos días
“¿A dónde los llevará Trump, quién los recibirá, qué futuro tendrán?”, se pregunta indignada desde Canadá, donde recientemente recibió asilo político. Conocidos suyos perdieron a toda su familia por la guerra, y ante el “trauma y el dolor” aceptarían salir. “Pero otros sienten como una victoria seguir en vida”, y prevalece el sumud (perseverancia, en árabe), aunque su casa ni exista. Manar al-Sharif se indigna: “¿Qué hará Trump con Hamas, también los meterá en sus resorts de lujo?”.
Para Kobi Michaeli, investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, las palabras de Trump son un regalo anticipado a Riad ante una hipotética normalización de relaciones con Israel. “Se venderá a los saudíes como los liberadores de los palestinos, que frenaron la anexión de Cisjordania y el exilio forzado de Gaza”, pronosticó en un encuentro con periodistas organizado por la asociación EIPA. De este modo, Arabia Saudí legitimaría la normalización de relaciones con el Estado judío ante la opinión pública árabe.
“¿Qué hará Trump con Hamas, también los meterá en sus resorts de lujo?”, se pregunta una gazatí
Michaeli cargó contra Jordania y Egipto, que en el pasado evitaron promover un estado palestino cuando ocuparon sus territorios, y ahora rechazan recibir refugiados gazatíes alegando riesgos a su seguridad nacional. Pese a no ver viable la intención de Trump de reubicar temporalmente a los gazatíes, cree que “es imposible reconstruir la franja con dos millones de personas sin hogar”. Ante el improbable escenario de ver una Torre Trump erguida en las costas de Gaza, todo apunta a que el negocio encubierto del presidente estadounidense apunta al golfo Pérsico.