La frontera del apocalipsis
Guerra en Europa
Desde 1945, el miedo a la hecatombe ha evitado el uso del arma nuclear en varias crisis y ante fallos de las alarmas
El 9 de noviembre de 1979, justo diez años antes de la caída del muro de Berlín, el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, fue despertado a las tres de madrugada por su asistente militar, el general William Odom. El sistema de alerta había detectado al menos 200 misiles soviéticos volando hacia territorio norteamericano. Unos instantes después, eran ya 2.200. Quedaban escasos minutos para avisar al presidente Jimmy Carter y que ordenara una respuesta. Poco más tarde se detectó el error. En el ordenador del North American Aerospace Defense Command (Norad) se había metido una banda magnética equivocada, de entrenamiento, que simulaba un ataque soviético.
El conocido como “incidente de la banda magnética” o “la llamada de las 3 de la madrugada”, que atestiguan documentos desclasificados treinta años después, no fue el único fallo que pudo haber provocado una catástrofe nuclear durante la Guerra Fría. En algunos casos fueron los soviéticos quienes se confundieron y creyeron ser atacados. Pero tanto ante esas alarmas infundadas como en las crisis reales prevaleció siempre la prudencia cuando se bordeó la frontera del apocalipsis.
La disuasión atómica tiene mucho de pulso psicológico y se juega con la “ambigüedad estratégica”
La actitud amenazadora de Vladímir Putin agita periódicamente el miedo a una hecatombe atómica. El cambio de doctrina anunciado ayer es un paso más en la política que comenzó después de la anexión de Crimea, en el 2014. Ya entonces avisó que la península era territorio ruso y, por tanto, susceptible de ser protegido incluso con el arma nuclear. Las advertencias se han hecho muy frecuentes desde la invasión de febrero del 2022.
Como explica Bruno Tertrais en su libro Pax atomica? Théorie, pratique et limites de la dissuasion, publicado a principios de este año, el drama de Hirohisma y Nagasaki (agosto de 1945) pudo haberse repetido varias veces. Hubo sensatez entre los beligerantes, y también suerte.
El peligro más conocido fue la crisis de Cuba de octubre de 1962, después de que la URSS instalara misiles en la isla caribeña. Más de cuatro decenios después, en el 2003, un anciano Robert McNamara, secretario de Defensa en la administración de John F. Kennedy , admitió en un documental sobre su vida, The fog of war , que el mundo estuvo en un tris de la guerra atómica y que Fidel Castro, tal como le contaría personalmente años más tarde, hubiera aprobado una réplica nuclear contra EE.UU. en caso de invasión de la isla, aun a costa de la destrucción total de su país.
Cuba fue el momento de más riesgo de choque atómico entre las superpotencias. Diez años antes, sin embargo, EE.UU. se planteó muy seriamente lanzar bombas nucleares para terminar con la guerra de Corea (1950-1953). El general Douglas MacArthur insistió en varias ocasiones y el Pentágono desplegó bombarderos B-29 en sus bases de Guam y Okinawa. Tanto el presidente Harry Truman como su sucesor, Dwight Eisenhower, decidieron no usar la bomba. EE.UU. vio suficiente contener a los comunistas norcoreanos en el paralelo 38, una situación de guerra congelada que todavía perdura.
En su libro, Tertrais enumera otras situaciones en las que se barajó en algún momento usar la bomba nuclear –o al menos se esgrimió la amenaza–, como Estados Unidos en varias de las crisis con la China de Mao en el estrecho de Formosa (Taiwán), en los años cincuenta, Moscú durante el conflicto de Suez (1956), Washington de nuevo en la fase álgida de la guerra de Vietnam (1968-1969), e Israel en la guerra del Yom Kipur (1973) contra Egipto.
EE.UU. se planteó usar el arma nuclear en Corea, Cuba y Vietnam, e Israel en la guerra del Yom Kipur
La disuasión nuclear tiene mucho de pulso psicológico. Lo importante no es solo poseer el arma atómica, sino convencer al potencial enemigo de que estás dispuesto a usarla. El problema es lo que se denomina “ambigüedad estratégica”. En Francia, que posee un arsenal propio, se maneja a menudo este concepto. ¿Cuáles son los intereses vitales amenazados que podrían desencadenar una respuesta nuclear? Solo el presidente de la República los define en cada momento. ¿Incluiría eso responder al ataque contra un país aliado? No está claro.
Lo más singular –e inquietante– del último decreto firmado por Putin es que los intereses vitales de Rusia son quizás demasiado explícitos, que deja poca ambigüedad sobre cuándo se traspasan los confines del apocalipsis.