Un atentado con coche bomba ha matado a dos trabajadores chinos y a un ciudadano pakistaní cerca del aeropuerto de Karachi, una hora antes de la medianoche del domingo. Once personas han resultado heridas por la explosión, entre ellas otro empleado chino y cuatro agentes de seguridad pakistaníes.
La deflagración, que ha engullido siete vehículos, ha sido reivindicada por el autodenominado Ejército de Liberación de Beluchistán, como parte de su campaña para debilitar la alianza entre intereses chinos y el gobierno de Pakistán. En realidad, el atentado ni siquiera ha tenido lugar en Beluchistán sino en la provincia vecina de Sind, donde se encuentra también la central térmica de Port Qasim, donde trabajaban las víctimas.
La violencia de la explosión hizo retumbar las paredes del aeropuerto de Karachi, según testigos, sin motivar la cancelación de ningún vuelo. Las autoridades, de hecho, intentaron disimular durante horas el objetivo del ataque, apuntando además a un tanque de combustible como posible origen de las llamas. Hasta que la organización armada envió un correo a varios medios responsabilizándose del ataque “contra ingenieros e inversores chinos”.
Las legaciones de China en Islamabad y Karachi han exigido al gobierno pakistaní “una investigación a fondo” del acto terrorista y “un castigo ejemplar” para sus autores, así como la debida protección a sus ciudadanos. En marzo pasado hubo dos atentados contra proyectos chinos de desarrollo en Pakistán. Uno de ellos, un asalto armado a la autoridad portuaria de Gwadar, puerto beluchi de construcción china destinado a ser la salida natural del Corredor Económico China-Pakistán.
Construcción china
La central térmica de Port Qasim ha sido financiada por China y Qatar
A los pocos días, un atentado suicida contra un autocar mataba a cinco ingenieros chinos -empleados en la construcción de una presa- y a su chófer pakistaní. El mismo guion, con actores distintos, a cientos de kilómetros de Beluchistán.
La central térmica de Port Qasim, ahora en la diana, cuenta con una participación financiera qatarí del 49%, pero la construcción y mantenimiento corren a cargo de Power China (una de las mayores compañías eléctricas del gigante asiático, de propiedad estatal), con el 51%. La zona acoge también tres reactores nucleares, dos de los cuales han sido levantados por empresas chinas en los últimos años. Karachi, la mayor ciudad del país, tiene un problema crónico de cortes de electricidad. Pakistán es, por otro lado, el único país musulmán dotado de arsenal nuclear.
Este nuevo golpe contra la cooperación sino-pakistaní llega, significativamente, una semana antes de la celebración en la capital, Islamabad, de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai. El gobierno pakistaní ya ha anunciado que la protección de las personalidades asistentes es su máxima prioridad. Se trata de uno de los pocos foros donde Pakistán e India se ven las caras -el ministro de Exteriores indio, S. Jaishankar ha confirmado su asistencia. En esta edición, el interés diplomático es grande -no solo por el peso específico de China y Rusia- sino también por la participación de Irán.
Volviendo a Beluchistán, se trata de la mayor y más despoblada de las provincias de Pakistán, rica en yacimientos de gas. El movimiento separatista se reactivó hace un par de décadas, durante el régimen del general Musharraf. Desde entonces se han registrado al menos una quincena de atentados contra intereses chinos en Beluchistán o en la vecina metrópolis de Karachi, uno de los cuales mató en 2022 a tres docentes chinos del Instituto Confucio.
Quienes se han llevado la peor parte, en cualquier caso, son los civiles y las fuerzas de seguridad pakistaníes. El pasado agosto fue el mes más sangriento de los últimos seis años, con 254 muertes provocadas por atentados terroristas, la mitad en Beluchistán. Cabe decir que el ejército pakistaní y sus agencias de inteligencia también han cruzado todas las líneas rojas en dicha provincia, con detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales.
Los nacionalistas beluchis, por su parte, han asesinado en las últimas dos décadas a unos 250 civiles por ser inmigrantes o funcionarios panyabíes -como la mayoría de los pakistaníes- y “chivatos” en potencia. El contrabando, principalmente de heroína y de inmigrantes irregulares a Europa -vía Irán y Turquía- es la principal fuente de ingresos de las principales guerrillas beluchis. Estas, sin embargo, pregonan que aceptan financiación de quien sea, incluida la India.
A principios de año hubo un momento particularmente surrealista, cuando Pakistán e Irán intercambiaron proyectiles, pero no contra sus respectivos ejércitos, sino contra organizaciones armadas beluchis refugiadas en el país vecino. Los beluchis, como los kurdos, hablan una lengua de la misma familia irania que el persa y culturalmente están todavía más alejados que los pastunes -mayoritarios en el Pastunistán y en la capital beluchi, Quetta- del resto del país, de matriz índica.
Corredor sino-pakistaní
El Beluchistán es la salida natural de China al mar Arábigo, a través de Gwadar
El remoto Beluchistán, con su puerto de Gwadar, parece destinado a jugar un papel en la política energética y de tráfico de mercancías de la superpoblada China. O por lo menos eso querrían en Islamabad, aunque no está claro que cuenten con la aquiescencia de la mayoría de los beluchis.
Ahora, con todos los ojos puestos en Oriente Medio, cabe señalar que casi una sexta parte de las importaciones chinas de petróleo procede de Irán (lo que supone el 90% de las exportaciones iraníes de crudo). Haciendo caso omiso de las sanciones estadounidenses, Pekín se abastece a un precio aún más rebajado que el del petróleo de Rusia, mucho más importante en su cartera de pedidos (y en la de Nueva Delhi) desde la invasión de Ucrania.
A medio plazo, el puerto de Gwadar -en Pakistán- y el de Sittwe -en Birmania- deberían aliviar a la República Popular de China ante un eventual bloqueo del estrecho de Malaca -si se agravan sus tensiones con la República de China (Taiwán)-, controlado por la armada estadounidense desde Singapur.
En Birmania, mientras tanto, los combates entre las Fuerzas Armadas y decenas de guerrillas y narcoguerrillas étnicas -cristianas protestantes, budistas y chinas- han arreciado desde el golpe de estado de hace tres años y medio. En agosto pasado, otro golpe de estado, en el vecino Bangladesh, ha excarcelado a un gran número de presos islamistas, incluidos varios condenados por atentados. Algo que a medio plazo podría reactivar a las organizaciones yihadistas de la perseguida minoría bengalí de Birmania (rohinyás, en bengalí) y acercar la bruma de la guerra al puerto de Sittwe y sus gasoductos, que van directamente a China.
A causa de tantos baches en estas Nuevas Rutas de la Seda, fruto del terrorismo, la corrupción y la injerencia extranjera, los vehículos eléctricos están resultando un alivio energético mucho más acelerado y seguro para China. Su apuesta a tumba abierta por el coche eléctrico, como se ve, no es solo fruto de sus preocupaciones ambientales, aunque este haya contribuido de forma espectacular a mejorar la calidad del aire en sus ciudades, irrespirable hace una década. Hoy en día, más de la mitad de sus utilitarios son eléctricos o híbridos.
En Islamabad
Atentado a una semana de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai
Cabe añadir que Karachi ha sido la tumba de ingenieros extranjeros en otras ocasiones. En 2002, un atentado frente al hotel Sheraton mató a once ingenieros franceses de la empresa de defensa DCN, dentro de su autobús. La explosión fue atribuida a Al Qaeda, pero la justicia francesa sustanció hace años que posiblemente fue orquestada por el ISI, la más famosa agencia de espionaje pakistaní. Habría sido un acto de represalia después de que Jacques Chirac, al acceder a la presidencia, ordenara el fin de las comisiones que se abonaban por la adquisición pakistaní de tres submarinos franceses.
Durante el juicio salió a la luz que dichas comisiones, del 18%, eran de ida y vuelta y por lo menos una parte podría haber servido para financiar al candidato Édouard Balladur, cuando su jefe de campaña era Nicolas Sarkozy.