Princeton, 28 de enero de 1937. “Me alegra tanto su forma de proceder en el asunto español que me veo obligado a decírselo”, escribe Albert Einstein en una carta manuscrita al socialista belga Émile Vandervelde, que acababa de presentar su dimisión como ministro. El asunto español al que se refiere el científico no es otro que la Guerra Civil, un conflicto que provocó una profunda división dentro del Partido Obrero Belga (POB) y del país en general.
“Hace tiempo que considero vergonzosa la actitud de las democracias europeas hacia el pueblo español”, prosigue el físico. “No es solo el incomprensible pero funesto miedo a la guerra lo que está detrás de ella, sino también despreciables intereses financieros. Sin el fracaso moral de los intelectuales en Europa, la actual decadencia general sería impensable. Esperemos que su conducta digna y noble despierte a otros”, concluye Einstein, según la transcripción y traducción del alemán realizada por Zsuzsanna Valyi.
“Era un momento de gran confusión; había que concebir cosas que no se quería concebir, como otra guerra”
La carta del científico, cuyo original se encuentra en la Fundación Émile Vandervelde, en Bruselas, y a la que ha tenido acceso La Vanguardia , puede consultarse ahora en el Museo Virtual de la Guerra Civil Española (www.vscw.ca), el proyecto impulsado por Adrian Schubert, catedrático de Historia en la Universidad York de Toronto, y Antonio Cazorla Sánchez, catedrático de Historia de la Universidad Trent, junto con otros académicos y financiado por Canadá.
“Supe de su existencia al preparar mi tesis doctoral”, explica el historiador Jorge Vargas, autor de la galería virtual que el museo dedica a Bélgica y descubridor del documento. “No tenía noticia de que se hubiese divulgado y de hecho no estaba seguro de la existencia del original, pues mucha documentación del POB se quemó durante la invasión alemana en 1940 para proteger a los miembros del partido, pero se conservó entre los papeles de Émile Vandervelde”, afirma Vargas, autor de una tesis doctoral sobre el impacto de la Guerra Civil en Bélgica, dirigida por Julián Casanova.
Su relevancia estriba, en primer lugar, afirma, “en la dimensión intelectual e histórica de los dos personajes”. Einstein es universalmente conocido. Vandervelde, fuera de Bélgica, no tanto, pero “fue una figura de primer orden del socialismo de la primera mitad del siglo XX”. El documento “pone en valor su dimensión como intelectual socialista y antifascista” y “su profundo compromiso con la defensa de la República española”. Objetos como este, concluye con un punto de emoción, “nos permiten acercarnos a los personajes de la historia, a sus inquietudes, ideas y circunstancias”.
Una faceta paralela
El documento realza la dimensión de Einstein “como intelectual socialista y antifascista”, explica el historiador Jorge Vargas
La dimisión de Vandervelde fue consecuencia de la crisis que provocó en la coalición de gobierno elcaso Borchgrave, como se conoce al asesinato del barón Gérard-Jacques de Borchgrave, hallado muerto en el caótico Madrid republicano de diciembre de 1936. “En plenas negociaciones entre los gobiernos belga y español para establecer las responsabilidades sobre la muerte del barón y las reparaciones a satisfacer, Vandervelde maniobró a través del diario Le Peuple para socavar la posición negociadora del ministro de Asuntos Exteriores belga, el también socialista Paul-Henri Spaak, y así favorecer la posición de la República”, relata la galería belga del VSCW.
La tensión puso en peligro la supervivencia de la coalición de gobierno, en que se visualizó claramente el cisma en la familia socialista. El primer ministro, Paul van Zelaand, resolvió la situación exigiendo a Vandervelde su dimisión, que se hizo efectiva un día antes de que Einstein le escribiera desde Princeton. Había llegado a EE.UU. en 1933 en busca de protección tras pasar varios meses en Bélgica, desde donde zarpó rumbo a Nueva York, un tiempo en el que tuvo contacto con numerosos políticos y artistas y durante el que pudo conocer a Vandervelde.
“En esa carta hay muchas cosas”, comenta Cazorla-Sánchez desde Canadá. “Una es la actitud del gobierno belga, que intenta mantener la cabeza lo más baja posible, como otros países”. Poco después de escribir a Vandervelde, Einstein envió otra carta en el mismo sentido al II Congreso Internacional de Escritores, celebrado en España en 1937, una cita que el gobierno trató sin éxito de usar para presionar a Francia, el Reino Unido y EE.UU. para que abandonaran su política de no intervención. Sus palabras indignaron a Ortega y Gasset, otrora gran admirador del científico, al que tildó de ignorante sobre la realidad española.
“Son visiones contrapuestas, pero hay que entender de dónde viene cada uno. Ortega es un aristócrata español que ve masas donde nosotros vemos intereses y clases sociales”. Einstein “ha sufrido mucho y lo ve de otra manera. Su país ya ha sido destrozado por el nazismo y lo que está diciendo es que hay que pararlo”. Respecto al comentario sobre los supuestos “despreciables intereses financieros” tras la guerra, esa idea “viene de una visión economicista de la historia que en el caso de Hitler no se sustenta, porque el partido nazi fue financiado por la clase media, los ricos solo lo apoyaron cuando llegó al poder”, puntualiza el historiador.
“En esa época se utilizaba mucho el cliché de que la guerra respondía a intereses financieros. Había mucho de antisemitismo ahí, curiosamente, siendo él un señor de ascendencia judía. Que fuera un genio de la física no quiere decir que fuese un genio de la política”.
“Aunque 80 años después lo vemos todo muy claro, en ese momento la confusión era enorme. Había que concebir cosas que la gente no quería concebir, como la posibilidad de otra guerra mundial”, recalca Cazorla-Sánchez. “Bélgica pagó muy caras sus dudas sobre qué hacer. Como Holanda y, de otro modo, Francia, al no parar al fascismo en España, siguieron alimentando a la bestia. Y llegó un momento en que la bestia los atacó a ellos y los devoró. Esto nos debería servir de reflexión sobre lo que está pasando ahora”. El paralelismo con la política de apaciguamiento de algunos países hacia Rusia en Ucrania es evidente. “Si algo demuestra nuestro museo es que la defensa de los valores democráticos y humanistas es nuestra mejor garantía de poder seguir viviendo en libertad y prosperidad”.
Un museo demócrata y humanista
Democracia y humanismo son los principios fundamentales del Museo Virtual de la Guerra Civil Española, un proyecto digital nacido en Canadá de la constatación de la falta de recursos pedagógicos digitales y atractivos para enseñar la historia de la Guerra Civil española a los jovenes. “Nosotros no equiparamos a todos los regímenes políticos. No todos eran iguales. En la Guerra Civil había un bando en el que había muchos que defendían la democracia y había otro bando que estaban en contra de la democracia”, subraya uno de sus impulsores, Antonio Cazorla-Sánchez, catedrático de Historia de la Universidad Trent.
“Pero somos profundamente humanistas. Nosotros creemos que el dolor de todo el mundo es equiparable y el reconocimiento de las víctimas. Una de las líneas por las que abogamos es tratar de incorporar la memoria de las víctimas causadas por la República para incorporarlo a la memoria democrática, aunque muchos en España afirman que no hay que preocuparse por la memoria de las víctimas de la República porque ya el franquismo la hizo. Yo creo que eso es un error. Hay que incorporar esa memoria en nuestra memoria democrática, porque también eran personas”.
El proyecto vio la luz hace dos años y va camino de los 400 entradas, realizadas por investigadores voluntarios y estudiantes contratados. Son conscientes de sus carencias (falta por ejemplo, aunque llegará pronto, un capítulo dedicado a las causas de la guerra) pero los fondos no dejan de crecer gracias a las contribuciones de investigadores y las aportaciones de particulares, que se han acercado a la ‘galería abierta’ del museo para publicar fotografías de personas y objetos de la época para contar las historias que hay detrás de ellas. Aparte, pueden consultarse capítulos dedicados a cómo afectó la guerra a los diferentes territorios de España, así como su impacto global más allá de los países del entorno para mirar por ejemplo a China, Rusia, India y Palestina.
La web (accesible en cinco idiomas, www.vscw.ca) lleva más de 110.000 visitantes procedentes de decenas de países, pero la mayoría de España, Reino Unido, Francia y Estados Unidos. “Muchos colegas están muy contentos con el proyecto pero en España todavía hay una cierta reticencia hacia la historia pública. Se piensa de que es historia menor. En realidad es historia muy buena en la que todo el talento se pone en llegar al público”, defiende Cazorla-Sánchez. El grueso de los fondos recibidos para el proyecto (unos 20.000 euros) ha llegado de instituciones canadienses.