Esta vez resulta de estricta aplicación la frase de tan cerca y tan lejos.
Horas después del debate en Filadelfia, la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump se reencontraron este miércoles en Manhattan, en el memorial que surgió de la destrucción de las Torres Gemelas, para la conmemoración del 23.º aniversario del 11-S.
Entre Nueva York, el Pentagono y Pensilvania –los tres escenarios que visitaron el presidente y la vicepresidenta, mientras que Trump se saltó el Pentagono– perdieron la vida cerca de 3.000 personas tras el impacto de cuatro aviones comerciales secuestrados por terroristas islámicos.
Caído en desgracia Rudy Giuliani, el alcalde de la ciudad en aquella trágica jornada, su sucesor Michael Bloomberg asumió el papel de cortafuegos entre los dos bandos allí reunidos.
Trump llegó el primero, a las ocho y cuatro minutos de la mañana, acompañado por sus hijos Don jr. y Eric y de su número dos, J.D. Vance. Casi media hora después apareció la comitiva con el presidente Biden y Harris. Hubo voces de felicitación a “Donald” y a “Kamala”, si bien las que se lanzaron a favor de Harris resonaron algo más.
Biden le dio la mano a Trump. Bloomberg propició que los candidatos hicieran lo propio y eso fue todo entre los dos.
El exalcalde se mantuvo entre Trump y Biden (Vance y Harris se situaron junto a sus respectivos líderes) para guardar la compostura en las fotografías y mantener el decoro que representa esta ceremonia. Para muchos, esta sigue siendo la tumba, el cementerio donde reposan los cuerpos de sus muertos.
Resultó curioso el acto de diplomacia de Bloomberg, que se vio obligado a conversar a veces con Trump y a veces con Biden.
El republicano es de los pocos que consideran que ganó el debate y, como el trumpismo, culpa a la cadena ABC
“No creo que los políticos vengan aquí por las mismas razones que nosotros”, señaló Magali Lemagne, que perdió aquí (nunca lo encontró) a su hermano David. Tenía 23 años y ese mismo enero se había graduado y formaba parte de la policía de la Autoridad Portuaria.
“Vienen a enseñar la cara, estamos en periodo electoral, pero si vienen a acompañar a las familias, esto está muy bien y es importante para preservar las memoria”, recalcó.
Para los familiares, la política no parece una prioridad, aunque en la lectura de los nombres de los difuntos se escucharon recriminaciones porque todavía no se ha hecho justicia. Otros pidieron “rezar por la unidad y la paz”, en clara alusión a la situación de EE.UU.
Biden y Harris se marcharon, Trump se demoró un poco más, sin ni siquiera un cruce de miradas ni una palabra.
El expresidente corrió a una entrevista en la Fox, donde mostró escaso interés en un segundo debate. “Estoy poco inclinado a esto, porque tuvimos una gran noche, ganamos el debate pese a una terrible cadena (de televisión)”. Trump y sus asociados se enfadaron porque los dos conductores de la ABC, que en ningún momento interrumpieron sus arrebatos, matizaron algunas de las mentiras que lanzó el republicano. Él es poco dado a que nadie le cuestione. Así que David Muir y Linsey Davis se ganaron el título de villanos, convertidos en los chivos expiatorios del fracaso.
En todo caso, Trump puso condiciones para un nuevo debate. Debería ser en la Fox y con periodistas como su portavoz Sean Hannity y no otros que son capaces de llevarle la contraria. Analistas republicanos dudaron de que el expresidente acepte otro reto tras comprobar como se las gasta Harris.
Los dos candidatos se vuelven a dar la mano, pero nada más, mientras Bloomberg hace de cortafuegos
Porque a pesar de su declaración de victoria, prácticamente todos los expertos, e incluso la encuestas de urgencia, reconocieron que Harris salió airosa al retratar a un Trump irascible.
Hasta en sus filas cundió el desánimo. “Esto es un desastre”, declaró el senador Lindsay Graham, uno de los fieles. “Ha perdido una oportunidad”, añadió. “Una noche desafortunada porque se pensó que estaba en un mitin”, terció su colega de cámara Kevin Cramer. “Trump es su peor enemigo”, remarcó Erick Erickson, influyente radiofonista conservador.
Dado el régimen de terror en el que viven, numerosos legisladores republicanos lamentaron desde el anonimato “la pésima noche de Trump”.