La estratégica ambigüedad de Trump sobre el aborto, su debilidad electoral

La carrera hacia la Casa Blanca

El republicano cambia de opinión en un día y rechaza proteger el aborto en el referéndum del 5 de noviembre en Florida

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El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una imagen de archivo. 

Alex Brandon / AP/LaPresse

Donald Trump sugirió el jueves, en una entrevista con NBC News, que iba a votar a favor de proteger el aborto en el referéndum que se celebra el 5 de noviembre en Florida, que pregunta a los ciudadanos si quieren derogar la prohibición a las seis semanas de gestación impulsada por el gobernador y excandidato republicano Ron DeSantis. Menos de 24 horas después, tras recibir fuertes críticas del sector autodenominado “provida”, dio un volantazo y dijo en otra entrevista en la conservadora Fox News que votará en contra de la enmienda constitucional en el estado sureño.

“Creo que seis semanas es demasiado poco, voy a votar que necesitamos más tiempo”, dijo el jueves. Al día siguiente, insistió en que está en contra de la medida, pero justificó su cambio de opinión afirmando que “los demócratas son unos radicales. Es ridículo que puedas llevar a cabo un aborto en el noveno mes, y en algunos estados, como Minnesota, se está permitiendo ejecutar al bebé después del nacimiento, es inaceptable. Y por esa razón votaré que no”.

No hay ninguna evidencia que respalde esa afirmación. La enmienda constitucional que quieren aprobar los demócratas en Florida no estipula un plazo concreto, pero pretende proteger el aborto hasta la “viabilidad fetal”, es decir, el momento en el que los médicos pueden concluir si un feto podrá sobrevivir fuera del útero. Generalmente, eso ocurre alrededor de las 24 semanas, tras seis meses de embarazo, no nueve meses o después del mismo, como alega Trump.

El referéndum es la reacción demócrata a la restrictiva norma impulsada por DeSantis, que entró en vigor en mayo y ha sido bautizada como la Ley del Latido, pues las primeras constantes vitales del feto suelen detectarse alrededor de las seis semanas. A esas alturas de la gestación, muchas mujeres ni siquiera saben que están embarazadas, por lo que constituye de facto una prohibición total.

Estos límites son impopulares en la mayoría de estados del país, y especialmente sensibles en los siete estados clave, donde una reciente encuesta de Public Religion Research muestra que el 64% de sus residentes considera que el aborto debería ser legal en “todos” o “la mayoría de los casos”. El mismo Trump denunció la medida durante las primarias, cuando DeSantis era su adversario mejor posicionado, asegurando que había sido un “terrible error”, y se opuso a prohibiciones similares en el estado péndulo de Arizona, entre otros.

La anulación  de las protecciones federales al aborto se giró en contra de los republicanos en las legislativas del 2022

Para un hombre acostumbrado a mojarse y hablar sin tapujos en la mayoría de asuntos, es notable su ambigüedad y cambios de opinión respecto al aborto. Responde a un cálculo político, consciente de que necesita el apoyo de grupos religiosos –como los cristianos evangélicos, en su mayoría opuestos al aborto, cuyo apoyo fue esencial en su victoria en el 2016–, así como de los republicanos moderados, si quiere volver a ocupar el despacho oval el próximo año.

El expresidente se atribuye el mérito en sus discursos de haber nombrado durante su mandato a los tres jueces del Tribunal Supremo que hicieron posible la anulación de las protecciones federales al aborto en junio del 2022. Su decisión dejó el derecho en manos de los estados, lo que inició una batalla legislativa y judicial que ha terminado con prohibiciones parciales o totales en 22 estados liderados por republicanos, obligando a las mujeres a abortar en la clandestinidad o costearse el viaje a otro estado en el que siga siendo legal.

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El retroceso de medio siglo en derechos reproductivos perpetrado por el Supremo se giró en contra de los republicanos antiabortistas en las elecciones de mitad de mandato de noviembre del 2022, cuando obtuvieron unos resultados históricamente decepcionantes para un partido en la oposición.

Desde entonces, Trump ha tratado de hacer equilibrios con este asunto, que apenas menciona en sus actos de campaña y que se ha vuelto especialmente delicado desde la renuncia de Joe Biden a su reelección. Su sucesora en el ticket demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, es la principal portavoz de la Administración sobre el aborto y lo ha convertido en el principal aliciente electoral de una campaña que enarbola la bandera de la “libertad”.

Mientras tanto, el movimiento antiabortista pide ir más allá en las restricciones y aprobar una ley en el Congreso que lo prohíba a nivel federal. Trump consideró esa prohibición durante meses, hasta que, a la luz de la impopularidad de la medida en las encuestas, rompió su silencio en abril y dijo que debe seguir siendo una decisión individual de cada estado.

A lo largo de su vida, el republicano, nacido en la ciudad liberal de Nueva York, ha pasado públicamente por todas las posiciones en este debate. En 1999, a sus 53 años, se definía como “muy favorable al aborto” y matizó: “odio el concepto del aborto, pero creo que debe ser decisión de cada persona”; en el 2011, en la Conferencia de Acción Política Conservadora, se definió como “provida” cuando sugirió que iba a presentarse a las elecciones del año siguiente; en el 2016, en su primera candidatura, fue más allá y dijo en una entrevista en MSNBC que estaría a favor de “castigar” a las mujeres que aborten, una afirmación que retiró tras recibir las críticas incluso del movimiento antiabortista. 

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