¿Atacar las refinerías de petróleo rusas o no?
Guerra en Europa
Washington pide a Kyiv que detenga sus drones porque hace subir el precio de los combustibles
Una noticia publicada hoy viernes por el Financial Times expuso como pocas veces el peso económico-político de la guerra de Ucrania. Washington, según esta información, pidió a Kyiv que detenga sus ataques con drones sobre refinerías rusas porque provocan un aumento del precio del petróleo, y una subida de la gasolina en Estados Unidos podría afectar a la campaña electoral del presidente Joe Biden. La respuesta del Gobierno ucraniano ha sido claramente negativa.
Los ataques ucranianos con drones comenzaron en enero, pero desde el ataque, el pasado 13 de marzo, a la refinería de Riazán, y otro ataque, el día 16, a la de Novokvibishevsk, se registra un incremento del 4%, llegando a los 85 dólares el barril. Según el portal Oilprice, el barril a 90 dólares no está lejos... A los ataques ucranianos contra la infraestructura petrolera rusa se une que Arabia Saudí exportará menos en los próximos meses mientras intensifica el refinado e Irak hará lo mismo porque ha rebasado su cuota en la OPEP.
Según el Financial Times, el mensaje de Washington fue enviado a los servicios de seguridad ucranianos (SBU) y a la inteligencia militar, el GUR, responsables de la campaña de ataques con drones, que busca, entre otros objetivos, hacer sentir la guerra a los rusos en su propio territorio. Pero ninguno de estos organismos -y no es extraño- ha respondido públicamente. Lo ha hecho el Gobierno a través de su viceprimera ministra para asuntos de la integración en la Unión Europea y la OTAN, Olga Stefanishyna.
"Estamos actuando de acuerdo a los mejores estándares de la OTAN", dijo Stefanishyna, añadiendo que en el primer mes de la invasión rusa, habló con el cuartel general de la OTAN y le dijeron que estaba en los estándares de la Alianza destruir primero la infraestructura en territorio ruso que hace posible bombardear ciudades ucranianas. "Entendemos los llamamientos de nuestros socios estadounidenses", dijo Stefanishyna ante una audiencia en el Foro de Seguridad de Kyiv. Pero, "al mismo tiempo, estamos luchando con las capacidades, recursos y prácticas que tenemos hoy".
Los ataques con drones habrían reducido en 600.000 barriles diarios la capacidad de las refinerías rusas, según el grupo Gunvor, que comercializaba petróleo ruso antes de la invasión de Ucrania. JP Morgan eleva el impacto a 900.000 barriles. Esto representa entre un 10% y un 15% de la capacidad diaria de refinado de las plantas rusas.
Semejante impacto es uno de los fenómenos más inesperados de esta guerra. Desde el pasado enero ha habido 15 ataques contra 13 refinerías rusas, según la contabilidad del portal The Insider. Por supuesto, con diversa fortuna, causando daños parciales en la mayoría de casos; tan solo una refinería, la de Tuapse, en el sur de Rusia, tuvo que suspender por completo actividades, el 24 de enero.
La cuestión es que los drones han sido capaces de volar a distancias de hasta 900 kilómetros al interior de Rusia desde las fronteras ucranianas y, en teoría, tendrían en su radio de acción la mayoría de las 31 refinerías rusas. Esto representa superar todas las barreras de detección e inhabilitación electrónica antidron, y además poner en alerta constante a las defensas antiaéreas rusas.
El 18 de enero, un dron se estrelló en la terminal petrolera de San Petersburgo, a unos 1.200 kilómetros de Ucrania, y tres días después otros artefactos hacían impacto en una terminal de almacenaje y exportación de gas en la misma región de Leningrado. Al parecer se trataba, al menos en el primer caso, del dron kamikaze Lyutyi, movido por un motor de hélice impulsora y equipado con una cabeza explosiva de 50 kilos. También se habrían encontrado en Rusia restos de un Túpolev Tu-141 Strizh, un viejo modelo soviético movido por un turboreactor y capaz de volar a unos mil kilómetros por hora.
Rusia defenderá las refinerías con cohetes Pantsir frente a drones que cuestan 350 dólares
El Kremlin no se ha privado de comentar la petición estadounidense a Ucrania. El portavoz Dmitri Peskov dijo que "es asunto de Estados Unidos" pero que "hubiéramos preferido que pidieran al régimen de Kyiv que abandone su actividad terrorista contra blancos civiles y viviendas". Peskov se refería, restando importancia a los ataques a refinerías y depósitos, a los bombardeos con cohetes y las incursiones de guerrillas en la región fronteriza rusa de Bélgorod, que han causado al menos 26 muertos desde el 15 de febrero.
Por lo que respecta a las refinerías, Rusia va a reforzar su seguridad. Artiom Verjov, del Ministerio de Energía, habló esta semana de instalar cohetes antiaéreos Pantsir.
La ironía es que una batería Pantsir tiene un coste, se cree, de unos 13 millones de dólares, mientras que un dron kamikaze Lyutyi sale, según los ucranianos por unos 350 dólares.
En cualquier caso, las represalias de Moscú sobre la infraestructura energética ucraniana se ha hecho sentir, con el mayor ataque de este tipo en varios meses, que la mañana del viernes dejó en llamas la gran hidroeléctrica de Dnipró, sobre el río Dniéper en Zaporiyia; la central nuclear de esta provincia sufrió un corte de suministro eléctrico (que fue reparado); otras infraestructuras energéticas fueron asimismo atacadas en Krivyi Rih y Odesa –en el sur–, Járkiv y Poltava –en el norte– y al oeste del país en Jmelnytsy, Vínitsa, Lviv e incluso Ivano-Frankivsk, obligando a conectar las redes ucranianas con las de Polonia y Rumanía. Los ataques, a pesar de su gran dimensión, causaron solo cinco muertos.
Un factor decisivo fue el volumen de proyectiles lanzados, 88 misiles de diferentes tipos y más de 63 drones, que comprometieron seriamente a la defensa antiaérea, hasta el punto de que 46 de los misiles no pudieron ser interceptados.