Historias de pijos

Historias de pijos
Ramon Aymerich Redactor jefe de Internacional

A las democracias les gusta pensar que están gobernadas por los más competentes. No siempre es así. A veces el poder político lo ejercen castas de privilegiados. Gente que está ahí por razones de nacimiento. Cada país tiene las suyas. Pero en ninguno son tan llamativas como en el Reino Unido. Es la ventaja que da el haber gobernado el mundo y ser un país donde las diferencias de clase se perciben por el acento del que habla.

El Bullingdon Club en los 80, uno de los más exclusivos de Oxford

El Bullingdon Club en los 80, uno de los más exclusivos de Oxford. El segundo por la izquierda de pie, David Cameron, y el primero por la derecha, sentado, Boris Johnson 

Bullingdon Club

Oxford ha sido la cuna de la elite británica. Ha educado a diecisiete primeros ministros desde 1940. Los años socialdemócratas (1945-1979) matizaron esa realidad, pero Margaret Thatcher devolvió a los adolescentes de clase alta la confianza y la ambición por la política. El glamour lo puso la serie televisiva Retorno a Brideshead, basada en una novela de Evelyn Waugh y estrenada en 1981. En ella, un joven talento de Oxford se siente fascinado por un seductor pero inútil hijo de una rica familia.

Pese a la leyenda, el Oxford de los años 80 era “antiintelectual, machista y alcohólico” y despreciaba el culto al trabajo. Pero cuidaba la oratoria. En los 80, Boris Johnson, Michael Gove, Dominic Cummings o Jacob Rees-Mogg pensaron que era su momento. Eran los tories de Oxford. Locuaces y arrogantes.

Simon Kuper, periodista, los describe en el libro “Cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó del Reino Unido”. La tesis está en el título. Sin ese grupo, asegura el autor, el Brexit nunca se habría producido.

Quien desató los acontecimientos fue el menos destacado del grupo de Oxford, pero también el de familia más adinerada, David Cameron. Fue nombrado primer ministro y erró al convocar un referéndum sobre el Brexit al pensar que lo ganaría.

El euroescepticismo nunca fue mayoritario en Oxford, pero la venganza contra Cameron llevó al Brexit

El euroescepticismo nunca fue mayoritario en Oxford. Pero la búsqueda de una causa movilizadora, la ambición y el deseo de destrozar a Cameron (todos le tenían ganas) pudieron más. Se armaron de argumentos y redirigieron el malestar popular contra Europa. Nunca pensaron en las consecuencias. No hicieron cálculos. El día después del referéndum, Boris Johnson se fue a jugar a cricket. Pero la broma le llevó a Downing Street y todavía atormenta al partido conservador. Para quien piense que el mundo lo gobiernan cuatro amigos, el libro de Kuper le confirmará sus peores convicciones

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