Hasta ahora, SNP e independencia de Escocia eran casi sinónimos. La búsqueda de la soberanía ha sido la razón de ser del partido, y el partido ha sido el gran canalizador (con el apoyo de los Verdes y otras formaciones pequeñas) de la cruzada para la separación del resto de Gran Bretaña. Pero, tras la detención de Nicola Sturgeon hace una semana, ese vínculo parece haberse roto.
El Partido Nacional de Escocia había toreado el escándalo de las acusaciones de violación y abusos sexuales contra su anterior líder, Alex Salmond (que fue declarado inocente), el subsiguiente cisma y la guerra interna entre él y su sucesora –viejos aliados convertidos en enemigos mortales–, el arresto del jefe ejecutivo Peter Murrel, marido de Sturgeon, la desaparición de 750.000 euros de las arcas del partido... Pero finalmente la erosión es palpable. No es que la casa se vaya a caer por el acantilado, pero se tambalea.
Un sondeo apunta a que el Labour ganaría 26 escaños y el SNP tan solo 21 en las próximas elecciones
Una encuesta publicada ayer pronostica lo que parecía impensable: que el Labour obtenga más escaños (26) que el SNP (21, con un 34% de los votos) en las próximas elecciones generales británicas, previstas para finales del año que viene, y en las que todo apunta al final de una era de dominio conservador en el Reino Unido. Los tories añadirían un diputado a los seis que tienen actualmente, y los liberales se plantarían en cinco. Una auténtica revolución en el panorama político del país y un revolcón para las huestes que ahora lidera Humza Yousaf.
El SNP ha ejercido un virtual monopolio en Escocia desde el 2010, ganando elección tras elección y llegando a copar 56 de los 59 diputados en Westminster. En la actualidad tiene 45, pero si el sondeo va encaminado, se quedarían en menos de la mitad, mientras que el Labour pasaría de tan solo disponer de un representante a contar con cerca de una treintena. Podría ser la llave de una mayoría absoluta de Keir Starmer en el conjunto del Reino Unido.
Antes del 2010, el Labour era el partido mayoritario en Escocia, con una tradición colectivista que no existe en Inglaterra y donde las reformas industriales de los años ochenta generaron una enorme revulsión hacia la figura de Margaret Thatcher en particular, y los conservadores en general. Muchos de sus votantes, decepcionados con el giro hacia el centro de Tony Blair y su apoyo a la guerra de Irak, se pasaron al SNP (formación que se podría situar en el centroizquierda, pero pronegocios y bien conectada con la burguesía y el empresariado), aunque la búsqueda de la independencia no fuera su absoluta prioridad.
En el referéndum soberanista del 2014 salió que no, pero tanto Alex Salmond como Nicola Sturgeon fueron percibidos como mejores políticos que sus contemporáneos ingleses (Cameron, May, Johnson...) y en general buenos gestores. Esa imagen empezó a decaer en el último par de años con los malos resultados en los terrenos de la sanidad pública, la educación y la delincuencia, y dio a sus enemigos argumentos para decir que la obsesión por la independencia había hecho descuidar la administración cotidiana.
La desaparición de las arcas del partido de un dinero recaudado para un segundo referéndum de independencia, la detención de Murrell y el descubrimiento en casa de su madre de un coche caravana de lujo valorado en 120.000 euros fueron un golpe significativo para el SNP, pero la hemorragia de apoyo, votos y escaños parecía controlada. El arresto de Sturgeon (puesta en libertad sin cargos, pero la investigación continúa), sin embargo, ha hecho que el torniquete deje de funcionar y la sangre salte a borbotones. El pronóstico médico ya no es de perder 8 o 10 de sus 45 diputados en las elecciones del año que viene, sino más de la mitad y quedarse con 21. Un desastre que obliga a repensarlo todo.
Se trataría, en caso de confirmarse, del final de un ciclo electoral que comenzó hace trece años, y el reverso de lo ocurrido en el 2010, cuando el SNP dio el sorpasso al Labour. El apoyo a la independencia sigue siendo muy fuerte (un 47%), pero decir sí a la soberanía ya no es decir sí a un partido que ha perdido el rumbo y necesita una nueva estrategia y nuevos líderes.
Los conservadores permanecen estancados
Con solo un 18% de apoyo y la perspectiva de siete diputados en Westminster, los tories no se benefician según los sondeos de la crisis existencial del SNP, y tampoco los liberales ni Alba, el partido independentista creado por Salmond. Este último ha lanzado el globo sonda de una posible fusión con el SNP para aglutinar al soberanismo.