Si no fuera porque lleva en política más de 10 años, podría pensarse que Ron DeSantis es un candidato creado por la Inteligencia Artificial. Su sonrisa al posar es la más forzada de la escena pública nacional; tan artificial que no funcionaria ni en un casting para anunciar pasta de dientes. La falta de carisma y de sentido del humor del gobernador de Florida y principal rival de Donald Trump con vistas a las primarias republicanas de las presidenciales empieza a preocupar seriamente en la franja ultra pero no trumpista del partido.
El consejo editorial del diario The Wall Street Journal , favorable a un aspirante republicano al 2024 que no sea Trump, dedicó su espacio de opinión de hace diez días a elogiar las credenciales de DeSantis... con algunos peros: el aspirante a la Casa Blanca “se beneficiaría con un poco del humor autocrítico de Ronald Reagan”, escribió el consejo, para añadir que “los mejores candidatos a las presidenciales hacen campaña con algo de poesía y optimismo”, no sólo con “determinación política y dureza personal”.
La publicación del diario de Rupert Murdoch coincidió con el desastroso lanzamiento electoral del DeSantis a través de un coloquio en Twitter con el dueño de la red, Elon Musk. Los fallos técnicos convirtieron el experimento en un sonado fracaso que su principal víctima no supo relativizar mediante esos recursos tan útiles que son la gracia, la ironía o la capacidad de reírse de uno mismo para darle la vuelta a una situación embarazosa. Agilidad, cero.
La revista conservadora National Review , lectura de cabecera del también exfiscal y veterano de la Marina, publicó el mismo día un artículo donde el columnista Jeffrey Blehar incidía así en el handicap del adusto político de 44 años: “DeSantis es un buen polemista, pero todavía no he detectado ni el más mínimo indicio de sentido del humor en él. No sé si sabe cómo contar un chiste o improvisar una frase rápida, y confieso que tengo miedo de ver cómo lo intenta”.
“Parecía aburrido y su mensaje no fue presidencial, ¡fue horrible!”, comentó un empresario británico
En la misma publicación, el analista Michael Brendan Dougherty comentaba: “Él simplemente no tiene el carisma para comandar un escenario político nacional”.
La falta de humor y la carencia de carisma son sólo dos de las manifestaciones del problema que DeSantis tiene para relacionarse con los demás. Un problema conocido desde su época en el Congreso (2013-2018), cuando se hizo famoso por su hábito de ponerse los auriculares cuando quería evitar la interacción con el resto de seres humanos, es decir, siempre que le resultaba obligada.
Pero no hay que remontarse tan atrás. En su reciente gira por el Reino Unido, Israel, Corea del Sur y Japón para expandir las relaciones económicas de Florida, DeSantis dejó una huella inesperada. Sobre todo en Londres, el destino final de la tournée. En una reunión allí con los líderes de la industria británica, uno de los empresario comentó que DeSantis “parecía aburrido” y “se miraba los pies”, según relato de Politico . Otro indicó: “Su mensaje no fue presidencial. ¡Fue horrible!”. Otras descripciones aludieron al “bajo voltaje” del visitante. Y un asistente concluyó: “Nadie en la sala se quedó pensando algo como que ‘este hombre tiene mundo ” .
De vuelta a casa, y ya como candidato, DeSantis dejó claras sus aptitudes y sus limitaciones como presidenciable en sus primeros mítines y encuentros. En uno celebrado en New Hampshire, exhibió su dominio en el combate ideológico de la cultura Woke , heredera del movimiento del “despertar”contra el racismo y la desigualdad de los años treinta y traducible como progre . Pero eludió casi todos los demás temas candentes y regañó a un periodista que le inquirió por qué no respondía preguntas de los votantes. “La gente se me acerca y me habla ¿De hablas tú?¿Estás ciego?”, le riñó.
En el Congreso, DeSantis solía ponerse los auriculares para no tener que hablar con nadie si podía evitarlo
Las fallas del aspirante en su expresividad y su relación con el prójimo no le impidieron ser elegido diputado del Congreso ni ganar dos veces las elecciones a gobernador de Florida, la segunda en noviembre pasado y con una diferencia de casi 20 puntos sobre el demócrata Michael Crist. La pregunta es si el gancho que pese a todo demostró en esos comicios bastará para compensar sus carencias carismáticas en la pugna frente a un Trump tal vez ya desgastado y acorralado judicialmente pero que sigue acreditando una potente conexión con el electorado más conservador del país. Y que a él sigue sacándole 30 puntos de ventaja en las encuestas de intención de voto para las primarias.
Cuando DeSantis habla de Trump, normalmente sin nombrarlo, suele decir que “la política no va de entretener”. Le traiciona el subconsciente. Y le falta comprender que la política no siempre puede ser divertida, pero no debe ser siempre aburrida