Gana Lula, gana Brasil

ELECCIONES PRESIDENCIALES EN EL PRIMER PAÍS DE AMÉRICA LATINA

Gana Lula, gana Brasil

La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil, por exigua que sea la ventaja, es la primera buena noticia en el panorama internacional en muchos meses. Es buena para Brasil, después de superar la contienda electoral más importante en décadas y optar por un modelo de cohesión y defensa de la democracia. Es buena para Sudamérica, empobrecida tras la epidemia de la covid y necesitada de un referente reformista en el primer país del continente. Es buena para un mundo polarizado entre potencias autoritarias y un Occidente al que le falta ser más plural. Y es buena para el planeta. La destrucción del Amazonas no ha dejado de acelerarse en los casi cuatro años de mandato de Jair Bolsonaro. Solo Lula ofrece algo de esperanza a que ese ritmo de devastación pueda detenerse.

El candidato Luiz Inácio Lula Da Silva del Partido de los Trabajadores (PT) votando en la segunda ronda electoral

El candidato Lula Da Silva votando en la segunda ronda electoral

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Brasil es la duodécima economía mundial, la primera de Sudamérica, un país en el que viven 214 millones de personas. Fabrica coches, tiene petróleo, minerales. Es la primera exportadora de café y soja. Es una potencia agroganadera. Pero es también un país en el que 33 millones de personas pasan hambre. Es una anomalía para una potencia de esta magnitud. Brasil abandonó el hambre al finalizar el segundo mandato de Lula, en 2010 después de la aplicación de ambiciosos programas sociales. Pero el hambre ha vuelto, en el reflejo más palpable de un modelo de sociedad que lleva a la confrontación social y a la violencia, en la que la población negra e indígena lleva la peor parte.

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Lula gana pero Bolsonaro no reconoce la victoria

Brasil es la duodécima economía mundial, pero también una anomalía con 33 millones de pobres 

Brasil es una hoy una sociedad polarizada en la que una franja importante de la población defiende una visión ultraconservadora de la sociedad condicionada por el ascenso de los cultos neopentecostales. Un país del que militantes LGTBI, periodistas y activistas han tenido que ir al exilio para salvar la vida. Donde se impide el pleno derecho al aborto y en el que el uso de las armas ha ido en aumento, espoleada por la política del todavía presidente. La confrontación de modelos brasileña es, quizás no sorprendentemente, muy parecida a la que tiene lugar en Estados Unidos. Pero mucho más peligrosa, como consecuencia de las peores condiciones sociales brasileñas.

Bolsonaro ha llevado el machismo, la homofobia y el racismo al paroxismo, en un país cada vez más violento

Jair Bolsonaro se ha revelado en estos últimos años como el más desinhibido de los mandatarios de la ultraderecha mundial. Machista, homófobo y racista hasta el paroxismo. Negacionista en materia de la covid y el calentamiento global. En la destrucción de la foresta brasileña, de los que la habitan y la defienden. Bolsonaro ha resucitado los valores de la dictadura militar de la que el país se deshizo en 1985 y ha arrastrado con él a parte de la población, en la que está hoy latente un deseo de poder fuerte y autoritario, alejado de los valores democráticos. Es de esos sectores (de la policía, del ejército) y de la poderosa industria agroganadera, que le ha financiado generosamente, de donde obtiene su poder.

Solo un programa de reformas como el del candidato ganador puede devolver el país a la cohesión

Lula da Silva tiene por delante un mandato difícil. Pero es la única esperanza de poder transformar ese estado de cosas. Ha ganado al frente de una coalición en defensa de la democracia. En ella están tanto el Partido de los Trabajadores (PT) como otras formaciones de izquierda, de centro y de centro derecha. Es una fórmula compleja, pero que debe permitir hacer olvidar esa fijación de las clases medias del país con la corrupción del PT, que tanto ayudó al despegue de Bolsonaro.

En los anteriores mandatos, Lula pudo financiar sus programas sociales gracias al boom de las materias primas. No fue el único país del continente que se aprovechó de esa coyuntura. Pero sí el que supo aprovechar esa abundancia de recursos para gestionarla mejor. La coyuntura a la que se enfrenta el nuevo gobierno es mucho peor que la de la década de los 2000. Pero solo un crecimiento más inclusivo, con políticas que aumenten la cohesión de este inmenso país, permitirá a Brasil recobrar el protagonismo internacional que tuvo en aquellos años, y que tanta esperanza generó en Sudamérica y en el mundo. Solo un gobierno con esta voluntad de reforma y que sea capaz de encontrar consensos puede ejercer un proyecto al que la derecha económica ha renunciado.

La victoria de Lula es la única oportunidad para detener el proceso de destrucción de la Amazonia

El futuro presidente es también la única posibilidad de que dispone la comunidad internacional para imprimir un giro a la política de destrucción sistemática de la Amazonia, clave para la lucha contra la crisis climática. Como ha escrito la periodista Eliane Brum, el lugar del mundo en el que se libra la más feroz y violenta batalla para salvar al planeta del calentamiento global.

Si por algún lugar se puede empezar a arreglar el mundo, ese es Brasil.

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