El sueño de Arafat: el histórico líder palestino imaginó Gaza como el Singapur de Oriente Medio

Conflicto

La división geográfica entre Cisjordania y Gaza, con características de población acusadas, ha sido explotada por Israel al impedir que pudiesen comunicarse directamente

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Imagen de archivo de Yasser Arafat

EFE

Soñaba Arafat con hacer de la pobre Gaza un espléndido Singapur. Presencié su esperada llegada a esta franja palestina del Mediterráneo, después de tres décadas de exilio y laboriosos compromisos con Israel, aquel 1 de julio de 1994. Venía de Egipto con un Mercedes negro con el que atravesó la frontera de Rafah. Escoltado por enjaezados jinetes, rodeado de una gran emoción popular que sus policías controlaron la primera jornada antes de su visita al campo de refugiados de Jabalia, cuna de la primera intifada, Arafat defendió su acuerdo con Israel. Éste era rechazado por el jeque Yassin del Hamas, que nunca ha reconocido al Estado judío (este limitaba la autonomía a Gaza y Jericó, antes que se llegase a implantar en Cisjordania).

Antes de su viaje llegaron destacamentos de la policía palestina, funcionarios en el exilio, que regresaban a sus lugares de origen. Muchos procedían de Beirut, donde habían pasado largo tiempo, que evocaban con nostalgia. Este numeroso grupo de funcionarios de la OLP, sobre todo de Al Fatah, se sentían desplazados en la sociedad más conservadora de Gaza, donde Hamas ya había esparcido sus creencias. Al principio del régimen de Arafat, iba por las noches con mis amigos Mohamad y Amin, flamantes policías que habían combatido en la primera intifada, a consumir latas de cerveza cabe al puesto de control israelí de Eretz, para saborearlas a escondidas en la orilla del Mediterráneo.

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Al iniciarse la década del 2000 ya no había en Gaza ni cines, ni bares como el Primavera, donde había escuchado canciones pasadas de moda de Julio Iglesias. Cuando Arafat llegó tuvo que alojarse en el Palestine, el único hotel con sistema de climatización. No se abrieron más hoteles en la corniche . En las cruciales elecciones legislativas del 2006, el movimiento Hamas fue su indiscutible ganador. Los políticos de Al Fatah eran acusados de corrupción. Y se escarnecía al régimen de Arafat por su nepotismo. Poco después fui testigo de los combates entre partidarios de Hamas y Al Fatah, en los que los hombres del movimiento islamista radical derrotaron y expulsaron a los seguidores del presidente Abbas, que tuvo que abandonar su residencia en el barrio de Rimal. En el 2008, el 2012 y el 2014 se enfrentaron Israel y Hamas en desigual combate.

La división geográfica entre Cisjordania y Gaza, con características de población acusadas, ha sido explotada por Israel al impedir que pudiesen comunicarse directamente. Mientras los políticos de Ramallah practican una política muy pragmática, los jefes de Hamas pretenden imponer con su acción militar la apertura de negociaciones. Arafat con raíces en Gaza y Cisjordania, sirvió para dar una cierta imagen de unidad.

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