El choque entre Armenia y Azerbaiyán llega al comercio
La enemistad
Después de más de una semana de escaramuzas, se han registrado 17 muertos.
Aplastar albaricoques armenios y subirlo a las redes sociales. Ese es el reflejo del nacionalismo azerí exacerbado que se ha vuelto a activar con la última oleada de enfrentamientos armados entre las exrepúblicas soviéticas de Armenia y Azerbaiyán. Después de más de una semana de escaramuzas, se han registrado 17 muertos.
Esta pequeña guerra de los albaricoques se originó lejos del conflicto, concretamente en Food City, una de las plataformas de distribución de productos frescos de Moscú. El viernes, la dirección de esta extensa base del sur de la ciudad, propiedad de los empresarios azerbaiyanos God Nisárov y Zajar Alíev, prohibió la venta de productos procedentes de Armenia.
Una plataforma de distribución de productos en Moscú prohibió la venta de productos armenios
Como consecuencia, un total de 50 camiones con albaricoques y ciruelas que iban a descargar perdieron su mercancía. Pero la catástrofe económica podía ser mayor, porque los productores en origen tenían en camino otros 150 vehículos similares.
“Parece que las empresas de Moscú siguen instrucciones de Bakú”, se quejó el embajador armenio en Moscú, Vardán Toganián, que se movilizó el fin de semana para ayudar a sus compatriotas.
Mientras los diplomáticos buscaban soluciones, en la redes sociales ciudadanos azerbaiyanos comenzaron a publicar vídeos en los que pisoteaban cajas con la pequeña fruta anaranjada.
“Compraron en el mercado albaricoques armenios a los armenios y, en seguida los pisotearon. Los armenios, que se percataron de lo ocurrido, ofrecieron descuentos a lotes mayoristas para pisotear. Pero a los azerbaiyanos se les acabó el dinero”, comentó con ironía un bloguero ruso, Alexánder Lapshin.
Originario de Asia Central o China, en Armenia hay gran tradición en el cultivo del albaricoque. En el siglo XIX se creía que la fruta llegó a Europa porque Alejandro Magno la introdujo en Grecia desde Armenia, y desde allí llegó a Roma. Autores romanos como Plinio el Viejo la llamaron “la manzana armenia”. No hay evidencias, pero la tradición tiene un peso y cuando en el siglo XVIII Carlos Linneo clasificó las especies la llamó en latín “prunus armeniaca”.
Para contrarrestar los pisotones, los armenios organizaron un campaña en Moscú. Compraron toneladas de albaricoques y el domingo los repartieron de forma gratuita en las iglesias armenias o los vendieron a bajo precio en lugares concretos anunciados por internet. “Los dueños de Food City harían bien en recordar que trasladar un conflicto entre dos países a un tercero es bajo e inaceptable”, escribió en Facebook la escritora rusa de origen armenio Nariné Abgarián, que se unió a la causa.
La guerra de los albaricoques se solucionó redirigiendo la mercancía a otras bases de distribución. La de verdad aún no ha terminado, a pesar de que siguen los esfuerzos para que los gobiernos de Yereván y Bakú se sienten a dialogar.
La enemistad de 30 años entre estos vecinos del Cáucaso gira en torno a la región de Nagorno-Karabaj, que Armenia controla desde 1994, cuando se logró congelar una guerra que, sin embargo, no se ha logrado solucionar.