Revolución lacrimógena en la Plaza de Italia
Protestas en Chile
Este martes se ha convocado una huelga general en todo el país y otra jornada de grandes manifestaciones
La Torre Telefónica en la Plaza de Italia de Santiago fue el edificio más alto de Chile cuando Telefónica de España compró la recién privatizada empresa pública chilena CTC en 1996. Con 32 pisos y en forma de un gigantesco teléfono móvil, fue el símbolo del éxito del modelo ultra liberal chileno, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet, durante años en las que la economía crecía al 5% anual.
Pero ya hace tres semanas que las ventanas están rotas bajo el logotipo de Movistar. Un muro metálico de dos metros de altura levantado para proteger el edifico de los manifestantes se ha convertido en otro instrumento de percusión de la ensordecedora cacerolada que resuena todas las tardes en la plaza donde mas de 20.000 chilenos se manifiestan a diario. Decenas de jóvenes se acercan para darle golpes a patadas o puñetazos con piedras o barras de metal en protesta contra el gobierno conservador de Sebastián Piñera y su modelo económico.”¡Nueva constitución, asamblea constituyente!”, reza uno de cientos de grafitis que adornan la barrera. “Chile despierta”, anuncia otro. “Pîñera tic tac tic tac”, advierte un tercero.
Las dureza policial no puede con el movimiento “Chile despierta”
Mientras la cacerolada sube de volumen, el gas lacrimógeno empieza a sentirse en la lengua y en los ojos. “¡Parpadea mucho y escupe!”, aconseja Rodrigo Baeza, estudiante de 20 años y uno del centenar de manifestantes que buscan refugio de los carabineros -policías militares que mantiene el mismo nombre y el mismo uniforme que en los tiempos de Pinochet. “La prioridad son pensiones dignas y acceso para todos a una educación publica de buena calidad”, explica mientras huye de las bombas de gas. ¿Cómo conseguirlo? “Con una nueva constitución; la que tenemos es de la dictadura”, responde.
No solo el gas de la policía dificulta la respiración en la Plaza de Italia. Cientos de barricadas hechas de basura incendiada desprenden llamas naranjas y humo con olor a gasolina. Luego están las humaredas más densas de edificios como la antigua universidad, unas calles más al oeste, incendiada el viernes por un grupo de jóvenes encapuchados. En la plaza, la estatua de un militar decimonónico de la Guerra del Pacifico contra Perú y Bolivia fue derribada la semana pasada por la multitud al igual que otros monumentos que homenajeaban a los conquistadores españoles Pedro de Valdivia y Francisco de Aguirre.
En el extrarradio popular de la capital de seis millones de habitantes decenas de estaciones de la red subterránea metropolitana han sido incendiadas en las últimas semanas y un centenar de supermercados quemados y saqueados “En mi barrio, el dueño del supermercado les propuso un pacto a los saqueadores; les dejaría llevarse todo lo que quisieran siempre que no quemaran el edificio”, dijo el residente de un distrito periférico.
Piñera y su gobierno hicieron una propuesta similar al revertir las subidas del precio del trasporte que desencadenaron las primeras protestas, modificar su reforma tributaria, subir el salario mínimo, reconocer la importancia de mejorar los servicios públicos y, este fin de semana, ceder a las presiones en favor de una nueva constitución. Pero las protestas siguen.
Una cuarta semana de protestas busca ya la renuncia de Sebastián Piñera
Por lo menos, el gas lacrimógeno solo escuece. Las balas y perdigones de goma y plástico hacen mucho más daño. 180 chilenos han sufrido graves lesiones oculares en las últimas tres semanas, la mayoría por disparados a bocajarro de los carabineros. 60 han perdido un ojo. El sábado, el estudiante veinteañero Gustavo Gatica perdió la vista en los dos ojos tras ser disparado en la cara con perdigones, según el informe del Colegio de Médicos emitido el viernes. “Pîñera ha jugado al desgaste; intenta meter miedo para que la gente no proteste, pero esta noticia del joven que perdió los dos ojos está siendo muy simbólico; la gente tiene aún más rabia”, dijo Esteban Velásquez, diputado del Congreso chileno por la región minera de Antofagasta. “Esta semana será decisiva”.
Efectivamente, la cuarta semana de las movilizaciones masivas contra Piñera y contra el modelo neoliberal que el empresario multimillonario personifica puede determinar si el presidente sigue en la Casa de la Moneda o no.
El próximo martes se ha convocado una huelga general en todo el país y otra jornada de grandes manifestaciones volverá a corear los eslóganes en favor de un amplio abanico de reivindicaciones -desde la eliminación del desacreditado sistema privado de pensiones, hasta la eliminación de los peajes en las carreteras, pasando por mejoras de la salud y de la enseñanza publicas-.
Pero Velásquez y otros tantean ya que solo la salida del presidente servirá para frenar la oleada de protestas desarticuladas y sin líderes con los que negociar. El Congreso acaba de pasar una ley que facilitaría la convocatoria de elecciones generales si Piñera renunciase. “La gente esta diciendo que se vaya”, dice el diputado.
180 personas quedan parcial o totalmente ciegas por los disparos de la policía
Otros advierten sobre el peligro de esta salida de la crisis solo un año y medio después de que Piñera tomara posesión. “¿Como evitaríamos que pasara lo mismo con un nuevo gobierno elegido?”, dijo Sergio Bitar, el ex ministro socialista.
Pero hay que ofrecer algo para apaciguar la ira de la ciudadanía chilena, una rabia dirigida contra una elite empresarial y política que monopoliza la gestión de una de las economías mas desiguales del mundo. “El 5% mas rico en Chile vive tan bien como el 5% mas rico en Alemania; pueden ir desde los distritos de renta muy alta en la cordillera del este de Santiago hasta el aeropuerto por un túnel y nunca ven el resto de la ciudad” dijo Álvaro Díaz, economista afiliado al partido socialista.
Los logros de las décadas de la democracia en Chile son innegables. Desde el fin de la dictadura pinochetista -responsable de la desaparición o muerte de casi 10.000 personas-, la pobreza ha caído del 40% al 6% de la población, la tasa de crecimiento ha sido muy superior a la media latinoamericana y el gasto social se ha multiplicado por cuatro. Pero en muchos sentidos, aún manda la misma oligarquía. “Hay puertas giratorias y los partidos se perciben como agencias de privilegio”, dice Díaz.
Tampoco se libran de la ira popular las empresas multinacionales que han rentabilizado el acceso a la economía mas liberalizada de América Latina que, además, ha dado sólidas garantías al capital extranjero . Las multinacionales españolas e italianas que operan las carreteras de peaje son objetos de fuertes críticas en las manifestaciones por sus elevados beneficios y por el escaso riesgo que corren. Pasa lo mismo con los bancos y con fondos como Met Life y Prudential que gestionan los odiadas Administradores de Fondos de Pensión (AFP) . Pese a los beneficios de las AFP, el 80% de las pensiones ya son inferiores al salario mínimo de unos 360 euros al mes.
Ya no queda nada en Chile de la expectación que generaba un modelo económico diseñado por los llamados Chicago Boys, formados bajo la tutela del economista conservador Milton Friedman y adaptado a la democracia en los noventa, cuando Telefónica compró su torre. “Somos el país donde el neoliberalismo nació”, resume Díaz. “Y seremos el país donde muera”.