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La China moderna cumple 70 años

El gigante asiático

Hong Kong sigue en pie de guerra y amenaza con aguar la mayor fiesta preparada por el PCCh

Un niño sostiene una bandera china en una fiesta de celebración del 70.º aniversario del 1 de Octubre en la plaza de Tiananmen, ayer

Tingshu Wang / Reuters

El próximo 1 de octubre se cumplen 70 años desde que un victorioso Mao Zedong, de pie ante los micrófonos en la plaza de Tiananmen, proclamara al mundo entero el establecimiento de la República Popular China. Aquel día, el Partido Comunista (PCCh) se hacía con las riendas de un país paupérrimo, eminentemente agrario y diezmado por años de guerra. Pero con sus luces y sus sombras, esa misma nación ha protagonizado durante siete décadas una de las mayores transformaciones de la historia, hasta el punto de convertirse en la segunda economía más poderosa del mundo y as­pirar ahora a ocupar el primer puesto.

Desde luego, tiene motivos para sacar pecho. China representa ahora mismo el 16% del PIB global. Está previsto que el próximo año erradique plenamente la pobreza extrema de su territorio. En enero, envió con éxito la primera expedición espacial a la cara oculta de la Luna. Sus avances tecnológicos rivalizan con los de Silicon Valley. Y ha pasado de ser fuente de proletarios para todo tipo de factorías a acoger a la mitad de la clase media mundial.

Para los protagonistas de tamaña transformación, el cambio ha sido vertiginoso y, en ocasiones, accidentado y peligroso. Ahí están los fiascos del Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural de Mao, que arrojan un saldo de millones de muertos aún hoy indeterminado. También destaca la masacre de Tiananmen de 1989, que ahogó con sangre las aspiraciones reformistas y dejó sentado que las autoridades permitirían el desarrollo económico sin libertad política.

El gigante asiático representa hoy mismo el 16% del PIB global y aspira a liderar la economía mundial

En los últimos años, con Xi Jinping ya en el poder, se ha registrado un “repliegue autoritario” y una centralización que mina las cuotas de pluralidad social y cultural que emergieron a partir de los ochenta. “Se intenta borrar cualquier vestigio de esfera pública o sociedad civil, imponiendo una forma normativa de ser chino, una narrativa épica y politizada que ha convertido a sus periferias y las identidades cruzadas en polvorines ingobernables o gestionados con mano dura propia de décadas anteriores”, comenta a este diario Manel Ollé, profesor de Estudios Chinos en la Universitat Pompeu Fabra. Los casos de Tíbet o Xinjiang, donde hasta un millón de uigures han sido internados en campos de reeducación, son un claro ejemplo.

Aun así, el Partido sigue contando con el apoyo mayoritario de la población, que se prepara para festejar su 70.º aniversario por todo lo alto con Pekín como epicentro de esas celebraciones. Por sus calles, ya abundan las banderas, decoraciones florales y carteles conmemorativos con lemas como “La China de hoy es el resultado del trabajo del pueblo”. Desde hace semanas, su centro urbano, sometido a una agobiante vigilancia, es escenario de los ensayos del mastodóntico desfile conmemorativo que tendrá lugar el martes para impresionar a sus ciudadanos y mostrar su fortaleza a los foráneos.

Si el desfile civil promete ser espectacular –participarán unas 280.000 personas de todos los sectores de la sociedad–, el plato fuerte está reservado para los uniformados. La exhibición marcial incluirá 15.000 soldados, 160 aviones y 580 tipos de armamento, incluidos los últimos avances en proyectiles de largo alcance y drones fabricados por el ejército local. “Creo que nuestros amigos periodistas no se sentirán decepcionados”, aseguró el general Tan Min al ser preguntado por la posible presencia del misil intercontinental DF-41. Tras pasar revista a las tropas, se espera que Xi pronuncie un “importante discurso” que siente las bases de la dirección que tomará el país en los próximos años.

El país ha pasado de abastecer de proletarios a todo tipo de fábricas a acoger a la mitad de la clase media mundial

Las autoridades no han querido dejar nada al azar para que todo salga rodado. Desde hace días, está prohibido el vuelo de cometas, globos, drones o palomas domésticas, una de las mascotas típicas en el país. Las fábricas de la periferia han cerrado o reducido el ritmo de trabajo para garantizar que el martes el cielo luzca un azul radiante. Bares y discotecas de zonas sensibles llevan días cerrados. E internet está más censurado que nunca, lo que provocó que incluso Hu Xijin, editor del diario nacionalista estatal Global Times, se quejara públicamente del excesivo control al que están sometidas las redes estos días.

Sin embargo, los esfuerzos propagandísticos por pintar una nación idílica se dan de bruces con la realidad de que el país afronta una serie de retos extraordinarios. Uno de los principales es el de la ralentización de su economía –sumergida de lleno en un proceso de cambio de un modelo exportador a otro basado en el consumo interno–, al que se suman el preocupante aumento del precio de la carne de cerdo por culpa de la peste porcina o la batalla comercial y tecnológica contra EE.UU., algo que ya está afectando al día a día de los consumidores chinos.

También preocupan los retos que llegan de las periferias. Hong Kong sigue en pie de guerra tras el verano más convulso de su historia, y los manifestantes de la ciudad se han conjurado para aguar el aniversario a las autoridades centrales con nuevas protestas multitudinarias que amenazan con acabar en disturbios.

De cómo se resuelva la crisis de la excolonia británica depende en gran parte lo que suceda en las elecciones presidenciales de enero en Taiwán, claves para el futuro de la isla cuya soberanía reclama Pekín. “La crisis de Hong Kong puede influir en reforzar las reticencias a la reunificación por parte de los taiwaneses y puede dar de nuevo el triunfo a Tsai Ying Wen, del Partido Democrático Progresista en el gobierno, contrario a la reunificación con China”, explica Ollé.

Sobre el futuro del gigante asiático, las previsiones van desde el recurrente anuncio del colapso del país y el PCCh hasta los que vaticinan que China dominará el mundo y criminalizan automáticamente su papel como actor internacional. Pero, como señaló este experto, “cualquier pronóstico es pura futurología de bola de cristal: hay tantas variables en juego que la emergencia de cualquier factor imprevisto puede alterar todo de golpe”