Victor Hugo, ¿adelantado a su tiempo? Sus citas sobre la pena de muerte, las mujeres o la pobreza
Progresismo social
¿Era Victor Hugo un librepensador? Se puede discutir, pero desde luego decía cosas sobre la pena de muerte o los derechos de las mujeres que no eran propias del siglo XIX
Las incisivas citas con las que Jacinto Benavente describió su sociedad
En un periodo tan revisionista como este en que vivimos, la afirmación de que el escritor Victor Hugo (1802-1885) era progresista tal vez levante algunas suspicacias. Quizá alguien traiga a colación aquellas palabras de mayo de 1879, cuando dijo que el Mediterráneo era la frontera natural entre “la civilización más definitiva (…) y la barbarie más absoluta”. Con la perspectiva típica de su época, pues para él se trataba de “civilizar” a los árabes, estaba justificando la colonización francesa de Argelia. “Dios ofrece África a Europa. Tomémosla”, remató.
Lo paradójico es que ese discurso lo dio en un banquete para celebrar la abolición de la esclavitud en Francia, un logro al que él había contribuido. Hugo era progresista, pero lo era en su contexto; pensar cualquier otra cosa sería caer en el error del presentismo.
En algunas cosas se le puede considerar un adelantado a su tiempo, un librepensador en el sentido clásico, del que se deja guiar por la razón y la verdad sin cuidado de la tradición y la costumbre.
Defendió los derechos de las mujeres, de los miserables (ahí está la célebre novela), de los oprimidos, la abolición de la esclavitud, e hizo correr ríos de tinta contra la pena de muerte.
Es cierto que, tras la revolución de 1848, cuando fue nombrado alcalde del 8.º distrito de París, comandó a una de las unidades que masacraron a los obreros –y eso que a esas alturas ya había dejado atrás su acérrimo monarquismo de juventud por el republicanismo–, pero también lo es que poco después desaprobó los métodos sangrientos de la nueva república.
Hay congruencia entre lo que desprenden sus novelas, que escribió con no poca intención pedagógica, y su expediente como político con cargo. En su breve etapa como diputado de la Segunda República, clamó contra la pobreza de la mayoría de los franceses y contra las tendencias reaccionarias de algunos de sus colegas conservadores. Por eso, cuando el presidente Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873) dio un autogolpe de Estado para acabar resucitando el Imperio, el escritor se fue al exilio.
Se sentía comprometido con los ideales de la República, que para él eran incompatibles con algunas instituciones del Antiguo Régimen aún vigentes. Está en sus ficciones, que son mucho más que novelas históricas. Por lo que tenían de ensayo, su autor las llamaba “novelas de hechos y novelas de análisis”.
En Los miserables (1862), dio a su estilo –romántico por lo general– un barniz realista para presentar un relato desgarrador del efecto de la industrialización sobre las masas proletarias venidas del campo. En Nuestra Señora de París (1831), por otro lado, resarció a los mendigos al convertirlos por primera vez en protagonistas de una ficción.
Luego está El último día de un condenado a muerte (1829), donde un reo explica sus angustiantes momentos finales. Para que no hallemos excusas, el autor no nos dice el crimen cometido; lo importante era condenar la barbarie que supone tratar de reparar una injusticia cometiendo otra, por grave que fuera la ofensa.
Si tenemos en cuenta que entonces la pena capital era, por lo general, considerada aceptable, la postura que adoptó sobre este tema es doblemente meritoria, y otro tanto se podría decir sobre sus ideas con respecto a la situación de la mujer.
Del mismo modo en que pensaba que la erradicación de la pena capital debía ser una de las consecuencias lógicas de la Revolución (“Habéis derrocado a la monarquía. Ahora, derrocad al cadalso”, dijo), creía que, si el siglo XVIII había sido el de la liberación de los hombres, el XIX sería el de las mujeres. Se conservan cartas con Léon Richer (1824-1911, uno de los iniciadores del feminismo francés) y con asociaciones de mujeres en las que hablaba de suprimir todas las leyes que las convertían virtualmente en “menores de edad”.
Derechos políticos, laborales, para con la administración… Mucho de lo que defendía tardó décadas en llegar. Justamente por eso se le puede considerar un adelantado a su tiempo, y sirvan algunas de sus citas como ejemplo.
Frases de Victor Hugo sobre sus preocupaciones sociales 1