El oficio de escribir, en palabras de Borges

Entender la literatura

Lo que Jorge Luis Borges dijo sobre el arte de escribir ofrece una ventana extraordinaria a la relación entre el escritor y su oficio

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Imagen de Jorge Luis Borges

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Jorge Luis Borges (1899-1986) sabía tanto que podía hablar de matemáticas, teología o mitología nórdica e ir al grano. Y su prosa, sin ornamentos, era hermosa; emociona como nos emocionamos al encontrarnos frente a una verdad desnuda. De un modo austero y preciso, así escribió sobre la memoria, la eternidad, la posmodernidad y tantas otras cuestiones.

Su narrativa alteraba el orden de las cosas. No consignaba el espacio y el tiempo en su lugar habitual, sino que los usaba libremente para construir mundos alternativos. Lo hizo en Ficciones (1944) y en El Aleph (1949), dos recopilaciones en las que los cuentos solo están conectados entre sí por la fantasía. Y no de un modo gratuito, sino con el fin de crear un simbolismo que sirve para explorar problemas filosóficos.

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Por supuesto, para hacer todo eso es necesaria una vasta cultura. Borges la tenía. Hijo de dos literatos, en la casa porteña donde nació los libros eran un objeto omnipresente y su refugio imaginario. Por eso, de mayor le gustaría decir que, a pesar de haber recorrido el mundo, seguía teniendo la sensación de no haber abandonado jamás la biblioteca de su infancia.

A los cuatro años ya sabía leer y escribir, y a los once había traducido El príncipe feliz (1888), de Oscar Wilde. Desde luego, no era un niño al uso. Hasta que su familia se mudó a Ginebra (Suiza) y pudo ingresar en el Liceo Jean Calvin, siempre se sintió fuera de lugar.

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En su ciudad natal lo estaba. Sensible y de buenos modales, debía vivir inmerso en la normalidad de un colegio corriente. Incluso su modo de expresarse era distinto al de sus compañeros. Ellos usaban el castellano popular bonaerense, el lunfardo, exento de cultismos y expresiones elevadas. Más dado a hablar de literatura inglesa que de fútbol, la conversación de Jorge Luis fue objeto de burla. Paradójicamente, con los años redescubrió Buenos Aires y la acabó mitificando, construyendo en su literatura una relación entusiasta con su ciudad.

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El escritor argentino Jorge Luis Borges en 1983. (Photo by Christopher Pillitz/Getty Images)

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No por nada, fue allí donde descubrió su vocación. Lo dijo él mismo, al afirmar que el día que descubrió la biblioteca de su padre fue el momento capital en su vida. A partir de ahí, arrancó una obsesión que duró hasta su muerte. Su caso ofrece un ejemplo sensacional de la relación entre el escritor y la palabra. Para adentrarnos en ella, lo mejor es releer lo que él mismo dijo sobre su oficio.

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