El disputado origen de la radio, más allá de Marconi y Tesla

Inventos

Además de salvar vidas, la creación del primer sistema de comunicación inalámbrico aceleró los contactos y desarrolló el entretenimiento. Pero el proceso de su invención está plagado de discrepancias

¿Sabes realmente quién inventó el teléfono?

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La radio, una invención cuyos orígenes siguen generando encendidos debates

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Los rusos tienen claro quién inventó la radio. ¡Aleksandr Stepánovich Popov! (1859-1905), eso responderá cualquiera de ellos a la pregunta. De hecho, así lo reconoce el Gobierno de ese país. En España, en cambio, son menos los que atribuyen el invento al valenciano Julio Cervera (1854-1927). Aunque es una opinión poco compartida, Ángel Faus, uno de los mayores especialistas en este campo, aseguró que Cervera logró desarrollar el primer sistema técnico de radio una década antes que Guillermo Marconi (1874-1937).

Además, y sin perjuicio de que en 1897 el italiano lograra mandar un telegrama sin la necesidad de cables, en lo que se refiere a la voz también se le adelantó. Lo hizo en 1902, cuando transmitió un mensaje sonoro de Alicante a Ibiza.

No es lo que opinan todos. Según reivindicó en su biografía la esposa del inventor canadiense Reginald Fessenden (1866-1932), ese mérito le corresponde a su marido. Pegado a un transmisor en un pueblecito costero de Massachusetts, la Nochebuena de 1906 Fessenden se puso a tocar Oh Santa noche. Y, ¡magia!, a través de un receptor la tripulación de un buque en alta mar pudo escuchar el concierto.

Por si el caso no fuera ya un embrollo, falta por mencionar ni más ni menos que al ingeniero serbio Nikola Tesla (1856-1943). Aunque durante años se haya atribuido el invento a Marconi, lo cierto es que hoy en día la mayoría reconoce que, en 1893, Tesla fue el primero en idear un sistema de comunicación sin cables.

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Sin embargo, el gran mérito de Marconi consistió en crear (y patentar) el primer sistema de telegrafía inalámbrica viable y funcional. Y es que, antes de su invento, era necesario un tendido de cables para hacer llegar un telegrama. Por eso, después del naufragio del Titanic en 1912, el presidente de la naviera dijo que Marconi había salvado a los 706 supervivientes.

Nanos gigantum humeris insidentes. La cita se atribuye al filosofo medieval Bernardo de Chartres (c. 1070- c. 1130), aunque la hizo famosa Isaac Newton (1643-1727): “Si he visto más lejos, es poniéndome sobre los hombros de gigantes”. A modo de homenaje a generaciones anteriores, la oración recuerda que ningún inventor ha partido de cero para realizar sus descubrimientos.

Isaac Newton en 1702.

Isaac Newton en 1702.

Dominio público

En efecto, Marconi, Tesla y el resto de los mencionados deben mucho a James Clerk Maxwell, descubridor de las ondas electromagnéticas, y a Heinrich Rudolf Hertz, que las puso a prueba.

El de Maxwell fue el descubrimiento más grande de todo el siglo XIX. Al menos, así se lo parecía al célebre físico teórico estadounidense Richard Feynman (1918-1988). Matemático de carrera, el escocés Maxwell logró unir en una sola teoría –la electromagnética– todo lo que la ciencia sabía hasta ese momento sobre la electricidad y el magnetismo.

Su propuesta era que los campos eléctricos variables crean campos magnéticos variables y viceversa. De este modo se forman las ondas electromagnéticas, que viajan por el espacio, y, lo más importante, transportan energía.

Si a nosotros la teoría nos parece complicada, imaginemos a cualquier observador del siglo XIX. Por eso Albert Einstein (1879-1955) fantaseaba con la emoción que el escocés pudo sentir al hacer el descubrimiento. Y es que, como dijo el físico alemán, Maxwell forzó a sus compañeros de profesión primero a comprender y luego a adaptarse a su hallazgo.

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No obstante, hasta 1887 la electromagnética no abandonó el campo de la teórica. Fue gracias a Heinrich Rudolf Hertz, un físico alemán obcecado en detectar esas ondas de radio. Lo logró mediante una suerte de antena con la que captó las ondas generadas por una chispa, que luego se convirtieron en otra chispa eléctrica.

Aunque muy revelador como ensayo de laboratorio, ¿qué utilidad podía tener? Para Hertz, cero. Tajante, les dijo a sus alumnos de la Universidad de Bonn que las ondas no tenían “ninguna utilidad en absoluto”. Le bastó con demostrar que Maxwell estaba en lo cierto. Marconi iría más allá.

Al parecer, el ingeniero italiano empezó a jugar con la idea de usar la electromagnética para transmitir mensajes durante unas vacaciones en 1894. Esta posibilidad le vino a la cabeza mientras leía los artículos sobre Hertz y sobre los avances de Nikola Tesla. Primero de un modo rudimentario, usó un transmisor para hacer sonar una campana que tenía pegada a un receptor en el ático de su laboratorio. Gracias a una gran antena, más tarde transmitió una señal a 2,4 km de distancia.

Como era de esperar, aquello llamó la atención de los funcionarios del Servicio Postal y Telegráfico del Reino Unido, que llevaban tiempo queriendo deshacerse de los cables. Durante el año 1897, el mismo en que se fundó la Compañía Marconi, el inventor estuvo realizando experimentos en el canal de Bristol. Aquellas pruebas, a cada cual más exitosa, llamaron la atención del rey Eduardo VII, que solicitó que le instalaran uno de esos equipos en el yate real.

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Fue precisamente durante el viaje de ese buque como Marconi y, sobre todo, los funcionarios de la Trinity House se dieron cuenta de que las montañas que se encontraban por el camino no entorpecían la señal. Como entidad encargada de velar por la seguridad marítima, pronto la Trinity House ofreció al ingeniero instalar una radio en un faro de Dover.

Así es como en los siguientes años aquel invento fácil de instalar y más aún de operar se convirtió en una pieza clave de los buques de la flota británica, y luego de todo el mundo. De hecho, esa fue una de las principales razones que la Academia sueca adujo para entregarle el Premio Nobel de Física en 1909.

Horizontal

Nikola Tesla (izquierda) ideó la radio, pero Guglielmo Marconi (derecha) se hizo con la patente.

Terceros

Un galardón, sin embargo, que no ha zanjado el debate en torno a la invención de la radio. Los que defienden la primacía de Tesla con frecuencia remiten a una sentencia de 1943 de la Corte Suprema de Estados Unidos. No obstante, el fallo en ningún momento le niega la autoría del invento a Marconi, aunque tampoco se la concede. Es un documento ambiguo, que reconoce que todo lo que Marconi usó ya había sido inventado antes, aunque fuese él quien le dio una aplicación práctica.

Aunque parezca que esta es la historia de la telegrafía sin hilos, más que de lo que nosotros entendemos por una radio, son la misma cosa. Sin lo primero, en 1920 no se hubiera podido emitir el primer programa radiofónico de entretenimiento desde una emisora de Míchigan. Tampoco en 1930 la norteamericana Motorola habría podido comercializar su primera radio para automóviles, que por entonces costaba casi tanto como el coche mismo.

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