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Las mayores 'locuras' del Gótico español: catedrales de récord

Edad Media

Hacer la catedral más grande, la más alta o la mejor iluminada. El afán por “dar gloria a Dios” inició en el siglo XII una carrera por tocar los cielos

Cómo lograron las catedrales góticas tocar el cielo

La catedral de León, el mejor ejemplo de arquitectura gótica en España

iStock

En la madrileña localidad de Mejorada del Campo existe la “catedral” menos solemne del mundo. No está acabada. De hecho, ni siquiera tiene permisos de obra, arquitecto o el reconocimiento del obispado. La empezó a construir en 1961 un labrador llamado Justo Gallego (1925-2021), y lo hizo sin conocimientos de albañilería.

Tildado de loco, al principio tuvo que soportar la crueldad de sus conciudadanos. Se recluyó en su solar de construcción, hasta que las burlas se tornaron en fascinación. Tiene todo lo que tuvieron las catedrales del Románico o el Gótico. Tres naves centrales, un claustro, una cripta, y hasta elementos del Clasicismo bizantino o del Modernismo. Pero ni siquiera se puede decir que sea un templo de línea ecléctica. Es más bien una interpretación espontánea de esos estilos que, por su idealismo infantil, a veces raya lo kitsch.

¿Para qué lo hizo? “Yo busco la verdad infalible, tal y como Cristo quiere”, le dijo a un reportero en una conversación grabada en 2009. Y continuó: “No hay cosa mejor que hacer algo para el Creador. (…) Todos somos profetas de Cristo”. Esta era su justificación para una vida entregada a una tarea titánica. Como colofón a ese diálogo, aquel hombre más bien rudo le espetó al periodista: “¿Te has enterao?”. Y, como si no esperara respuesta, él mismo zanjó la conversación: “No, no te has enterado”. 

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Aunque a los ojos de un contemporáneo parezca ininteligible, el pensamiento de Justo Gallego entronca bien con la historia de las catedrales españolas. El afán por “dar gloria a Dios”, como decía él, inició en el siglo XII una carrera por que los viejos templos románicos tocaran el cielo. Era la era del neoplatonismo, cuando los escolásticos creían que las iglesias debían asombrar en lo visual para inspirar lo espiritual.

Lo lograron mediante unos avances técnicos que dieron paso a lo que más tarde se conoció como el arte gótico. Para comprenderlo mejor, proponemos un recorrido por las catedrales más impresionantes del Gótico español, aquellas que batieron récords.

Sevilla

La mayor catedral gótica del mundo

De todos los récords coleccionables, el más apetecible es cualquiera que incorpore el calificativo de “mayor”. En lo que se refiere a catedrales, ese honor le corresponde a la de Sevilla, que es la mayor catedral gótica del mundo. Aunque en sus 11.520 m2 de superficie haya numerosos lugares en los que detenerse, como el majestuoso Retablo mayor, el Patio de los Naranjos o la Giralda, lo primero que maravilla al visitante es su tamaño. 

Lejos de ser un armatoste, es un edificio construido al más riguroso estilo gótico, donde dominan la gracilidad y la luz. Y es que, concluida en 1506, cuando la moda ya era el estilo renacentista, podría decirse que la obra representó el cénit del Gótico. 

En parte, su tamaño se debe a que descansa sobre la antigua mezquita hispalense, construida por los almohades en el siglo XII, y que ya era una de las mayores del mundo musulmán. De ahí su enorme Giralda, antaño un alminar que, tras la reconquista de la ciudad en 1248, fue reconvertido en campanario. Eso sí, añadiendo en su cúspide una estatua de bronce que representaba el triunfo de la fe cristiana sobre el islam. 

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La reconversión del lugar no fue inmediata. Tras la entrada de Fernando III el Santo (c. 1199-1252) en la ciudad, pasaron cien años hasta que se iniciaron los proyectos del nuevo templo gótico. La voluntad del cabildo era que fuera “el más grande y el más bien dispuesto que haya en nuestros reinos”. Se podría decir que lo lograron. 

Girona

La genialidad que nació de la necesidad

A diferencia de en Sevilla, los constructores de la catedral de Girona no disponían de todo el espacio que quisieran. Pegado a la muralla, el viejo templo románico estaba encajonado en un espacio que incluso obligó a deformar el claustro. Así hasta llegar al siglo XIII, cuando se decidió que la cabecera de la iglesia no reflejaba suficientemente la importancia que había adquirido la ciudad. 

Las primeras ideas para ponerle remedio fracasaron, pues una planta de tres naves resultaba ridícula para un espacio tan reducido. A partir de ahí, lo que siguió fue una discusión entre arquitectos y maestros que se alargó casi 50 años, hasta llegar a 1417. Entonces, cansado de esperar, el cabildo catedralicio obligó a los arquitectos a tomar una decisión.

El desenredo consistió en prescindir de la planta tripartita para crear una única nave. Una idea rompedora, puesto que sería la primera, pero a la vez genial. El resultado fue una nave gigantesca, tanto que, con sus 23 metros de amplitud, solo es superada por la basílica de San Pedro, en Roma.

León

Un éxtasis de luz

Calidad más que cantidad, la catedral de León destaca por ser el mejor ejemplo de arquitectura gótica en España. Sin embargo, sus cimientos son un recorrido por la historia de esa ciudad y la arquitectura. Durante unas obras de restauración en el siglo XIX se encontraron restos de unas termas romanas construidas por la Legio VII Gemina. 

Como es sabido, la ciudad debe su nombre a las legiones romanas que acogía. Siglos más tarde, y tras la reconquista de la ciudad, el rey Ordoño II (c. 871-924) mandó construir allí un templo cristiano al que siguió otro románico en el siglo XI. Así hasta llegar al año 1255, cuando, bajo el reinado de Alfonso X el Sabio, se decide la construcción de una sede episcopal de estilo gótico. A la luz de la nueva moda venida de Francia, las paredes gruesas y el techo agazapado antaño típicos debían desaparecer.

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Esto fue posible gracias a la sustitución de los arcos de medio punto románicos por arcos apuntados y bóvedas de crucería. Ya se había conseguido en Reims o Amiens, donde los muros eran mucho más altos y estaban repletos de vitrales. A su vez, la verticalidad de los templos se aseguraba mediante el uso de arbotantes en el exterior. 

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La de León no solo imitó a sus hermanas francesas, sino que las superó en luminosidad. Llevando los muros a su mínima expresión, los maestros lograron llenar 1.764 m2 de pared con vitrales. Solo igualada por la de Chartres, la catedral leonesa contiene el conjunto de vidrieras más importante del mundo. El sueño de los escolásticos se cumplió en León, dejando entrar la luz divina que debía iluminar las almas de los fieles.

Palma de Mallorca

Un rosetón de récord

En la catedral de Palma de Mallorca, esa luz divina adquiere tonos rojizos, amarillentos y azulados. Son los colores del gran rosetón que domina su presbiterio, el mayor de todas las catedrales góticas. Por algo es conocido como el Ojo del Gótico. De hecho, con sus 13,8 metros de diámetro y casi 100 m2 de superficie, es uno de los mayores rosetones del mundo cristiano. 

Un torrente de luz que supone un colofón genial para una catedral que fue proyectada con medidas espectaculares. Con dos metros de diferencia, su nave central es casi tan ancha como la de Girona, y su bóveda se levanta hasta los 45 metros. Si bien la catedral de Beauvais la supera en altura, es difícil igualarla en la elegancia que le dan sus estrechos pilares.

No era para menos, pues la construcción del templo fue el pago de una deuda contraída con la Virgen María. Cuando los barcos del rey Jaime I (1208-1276) se dirigían a la isla para conquistarla de manos de los musulmanes, se vieron envueltos en un crudo temporal. Pidiendo la intercesión de la Virgen, el rey prometió la construcción de una catedral en su honor si lograba llegar a su destino, y así fue. 

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Un templo rodeado de misterio, y donde esa magia se torna real dos veces al año. Hacia la fecha de la festividad de la Candelaria (2 de febrero) y la de San Martín (11 de noviembre), la luz que penetra por el rosetón se proyecta sobre la pared opuesta del templo, como si fuera una aparición.

Hoy en día el espectáculo sigue fascinando a peregrinos y turistas, y seguramente agradaría al abad Suger, que allá por el siglo XII fue uno de los iniciadores del Gótico. Al fin y al cabo, quiso usar el genio de sus maestros para conjugar la ciencia y el Evangelio, enardeciendo el alma de los fieles.