Así fue la primera gala de los Oscars de Hollywood
Cine
La edición con que echaron a rodar los premios de la Academia en 1929 fue sorprendentemente breve y sin retransmisión en directo. A partir de la siguiente se iría convirtiendo en lo que es hoy
No es broma: a Hollywood no se le pasó por la cabeza filmar para el gran público la primera entrega de premios de su sector. Y ya quisieran muchos que las galas actuales duraran los quince rápidos minutos con que se ventilaron las entregas de las estatuillas el 16 de mayo de 1929.
Lo cierto es que hacía tres meses que los nombres de los ganadores habían aparecido publicados en el Los Angeles Times, y, claro, así es difícil mantener el suspense mucho tiempo, no digamos las cerca de cuatro horas que ocupan los Oscars hoy. Ni siquiera las emisoras de radio consideraron interesante cubrir un acto sin sorpresas.
El escenario fue el hotel Hollywood Roosevelt, a pocos metros del actual, el Dolby Theatre. En una sala con rasgos de Neogótico español, uno de esos estilos revival que tanto gustaban a los ricachones de la costa oeste americana, se apiñaron 270 invitados. A diferencia de las galas actuales, con los asistentes sentados en un patio de butacas, en aquella se cenó en torno a grandes mesas con mantel.
¿De qué se habló en esas mesas? Del desdén de la academia por El maquinista de La General (1926), la genial comedia de Buster Keaton, que había pinchado entre crítica y público y que tardaría años en revalorizarse. De los trapos de Janet Gaynor, premio a la mejor actriz, que se presentó con lo primero que encontró. Y también de la omisión del cine sonoro entre los premiados. ¿Debería haber figurado en el palmarés la gran sensación que había inaugurado el invento, El cantor de jazz (1927)?
El conductor de la gala, Douglas Fairbanks (uno de los fundadores de la academia y, junto con su esposa del momento, Mary Pickford, uno de los inversores del Hollywood Roosevelt), dio paso a los premiados de las 12 categorías (actualmente son 24). Entre ellas, mejor película (Alas, 1927) y mejor actor (el alemán Emil Jannings, más tarde entregado al cine del Tercer Reich). Hubo también un premio especial –al que optaba El cantor de jazz– que fue a parar a El circo (1928), de Charles Chaplin, obra maestra por derecho propio.
Al año siguiente, la academia demostró mayor sentido del marketing. Los nombres de los ganadores solo se revelaron al público en el transcurso de la gala, que se retransmitió por radio en directo. La bola de nieve empezaba a rodar.
Este artículo se publicó en el número 602 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.