La economía española está conmocionada desde que el jueves pasado el BBVA lanzara una opa hostil contra Banc Sabadell. Después de que la entidad catalana rechazara varias ofertas amistosas de compra, ahora la junta presidida por Carlos Torres se dispone a intentarlo por la vía de los hechos consumados.
Sobra decirlo, la maniobra es agresiva, reminiscente del mito de que la bolsa es un juego solo apto para tiburones. No se trata de atribuirle a una opa hostil nada inmoral, pues es un procedimiento perfectamente legal y regulado por la CNMV, y que no siempre redunda en la desaparición de la víctima. Sin embargo, la comparación sirve, pues lo cierto es que los que inventaron esta herramienta fueron una serie de personajes producto de los años locos de Wall Street, similares en algunas cosas a ese abyecto Gordon Gekko que Michael Douglas interpretó en la película Wall Street (1987).
Muchos recordarán la historia. El protagonista es Bud Fox (Charlie Sheen), un bróker joven e inteligente que llega al distrito financiero del Bajo Manhattan cargado de esperanza y nobles ideales, pero que pronto descubrirá que allí la compasión cotiza muy bajo. Cae en manos de Gekko, que se aprovecha de su buen hacer e información privilegiada para comprar una aerolínea, no con intención de hacerla prosperar, sino para despedazarla y venderla a cambio de enormes beneficios, aun a costa de poner a los empleados de patitas en la calle.
Seguramente no fueron tan malos como Gekko, pero Victor Posner (1918-2002), Carl Icahn (1936-) y Louis Wolfson (1912-2007) bien merecen el calificativo de “lobos de Wall Street”. El último es el padre de la primera opa hostil de la historia.
El pionero, tras las ventas por catálogo
La biografía de Wolfson es muy americana. Nacido en Misuri (EE. UU.), era hijo de un comerciante de chatarra y, de joven, mejor deportista que estudiante. Fue boxeador profesional y luego jugador de fútbol americano, y así consiguió una plaza en la Universidad de Georgia, aunque nunca llegó a graduarse. No le hizo falta, pues le bastaron 10.000 dólares iniciales, que invirtió en la industria de la construcción, para hacerse millonario a los 28 años.
Esto le permitió comprar la Streetcars in Washington, D.C., una empresa de transporte que vendió por 13,5 millones, y luego la Merritt-Chapman & Scott, una pequeña naviera que convirtió en un gran conglomerado.
Así llegamos a 1955, cuando el hombre alcanzó fama nacional al meterse en una guerra con la Montgomery Ward, que por entonces era la segunda minorista de venta por catálogo de Estados Unidos. Era la primera vez que un financiero trataba de hacerse con el control de un negocio a espaldas del consejo de administración. No le salió bien, pero sentó precedente.
Las hamburguesas y el desguace
Luego está Victor Posner, que, tras ganar una fortuna en el sector inmobiliario, en 1966 se hizo con la mayoría de las acciones de Wendy’s, la célebre cadena de restaurantes de comida rápida, y lo hizo principalmente para usarla como herramienta de inversión. A lo largo de su vida acumularía presidencias en otros tantos consejos de administración, siendo su operación más célebre la opa hostil que lanzó sobre la siderúrgica Sharon Steel Corporation en 1969.
Posner fue un pionero de la “compra apalancada”, la adquisición de empresas a partir de instrumentos de deuda. También se adelantó a su tiempo en lo que los anglosajones llaman asset stripping (despojo de activos). El término, en el peor de sus sentidos, se refiere a la práctica de vender los bienes de una compañía para aumentar el retorno de los inversores. Ambas son operaciones arriesgadas. De hecho, la Sharon Steel Corporation acabó en bancarrota.
El bárbaro del aire
Y el genio en lo que a asset stripping se refiere es el tercero en nuestra lista, Carl Icahn. El presidente de la TWA dijo de él que era “el hombre más avaricioso sobre la faz de la Tierra”, y tenía motivos para odiarle, pues en 1985 lanzó la madre de las opas hostiles sobre esta compañía aérea. Después de la operación, la TWA fue alegremente despedazada para pagar la deuda que el empresario de Queens había contraído con el fin de financiar la compra. Fue solo una de las muchas andanzas de “Icahn el bárbaro”, como lo llamaban, un “Atila de Wall Street” que no dejaba crecer la hierba allá por donde pasaba.
Hacia finales de los años ochenta, la caída del banco Drexel Burnham Lambert y el exceso de apalancamiento se aliaron para reducir el atractivo de este tipo de operaciones. Además, las empresas perfeccionaron algunos mecanismos de defensa; por ejemplo, forzar la bajada de su valor bursátil para disuadir a los compradores potenciales. Entre otras formas, esto puede hacerse vendiendo el activo fijo más caro de la empresa (hacerse un “joya de la corona”, en la jerga bursátil), o lanzando una “píldora envenenada”, es decir, endeudándose repentinamente. Otro recurso es dejarse comprar por un “caballero blanco”, una empresa amiga.
¿Y qué hay de España? Aquí la historia de las opas hostiles es más breve y menos glamurosa. La mayoría de grandes compras que se han hecho en la bolsa española han sido pactadas, y, cuando no ha sido el caso, por lo general han fracasado. Así acabó la intentona de Hesperia contra NH, en 2003, o las de Gas Natural contra Iberdrola y Endesa, en 2003 y en 2005.
Curiosamente, la primera opa hostil de la historia de España fue la del Banco de Bilbao contra Banesto, en 1987. Entonces no les salió bien, pero veremos qué sucede esta vez. La directiva de Banc Sabadell dispone de unos ocho meses para hacer como Ulises y persuadir a sus accionistas contra los cantos de sirena.