El primer y crudo testimonio del naufragio del ‘Titanic’

Discursos del siglo XX

Washington Dodge escribió a bordo del primer barco que acudió al auxilio de los supervivientes una trágica experiencia de la que nunca se recuperó

¿Y si la historia del ‘Titanic’ no fue como nos la contaron?

El Titanic abandona el puerto de Southampton

El Titanic abandona el puerto de Southampton

Propias

El contexto

Veinte folios, escritos a mano y datados el mismo 15 de abril de 1912, la trágica fecha del hundimiento del Titanic en el Atlántico tras colisionar con un iceberg, recogen a vuelapluma la experiencia de la tragedia marítima más conocida. Se trata del primer testimonio documentado de uno de los supervivientes, Washington Dodge, un médico que regresaba junto a su familia a Estados Unidos tras tratarse de una enfermedad en Francia.

Se trata de un relato descriptivo en el que el miedo se superpone al horror de la tragedia y la indignación por los escasos medios para el rescate con los que contaba el trasatlántico, sobre los que Dodge abundó ya en tierra firme en varias intervenciones, tanto en foros públicos como ante la comisión del Senado de Estados Unidos que investigó el suceso.

Carta manuscrita de Washington Dodge en papel con el sello del 'Carpathia'

Carta manuscrita de Washington Dodge en papel con el sello del 'Carpathia'

En cualquier caso, desde ese primer momento, en la cubierta del Carpathia –el barco que le rescató junto a su mujer y el hijo de ambos–, el superviviente del Titanic cargó con la culpa de ser uno de los pocos hombres que salieron con vida del naufragio. Ya lo confiesa en este documento, que reproducimos íntegro, y lo reiteró en sus posteriores intervenciones hasta quitarse la vida en 1917 en un suceso que se definió como un “ataque nervioso”.

Este primer testimonio ya incide en lo que los historiadores del mediático naufragio han acabado determinando más allá de la ficción en torno al incidente: el criterio dispar que se utilizó para la operación de evacuación del barco en las cubiertas de estribor y babor –donde se encontraba el capitán, buena parte de los oficiales y la mayoría de hombres–, la insuficiente capacidad de los botes salvavidas a bordo, pese a cumplir con la normativa británica, y la tardía reacción de la tripulación ante un hundimiento seguro.

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El discurso

“Me retiré a mi camarote a las 22.30 h y me desperté alrededor de las 23.40 h por una violenta sacudida. Tuve la impresión de que el barco había sido golpeado en un costado con la fuerza suficiente para moverlo en dirección lateral. Rápidamente me puse un abrigo largo y salí de mi cabina para encontrar un gran número de pasajeros en los pasillos, todos preguntando ansiosamente por lo que había sucedido.

”Nadie parecía tener ninguna información. Unos momentos después, un oficial que pasaba apresuradamente respondió explicando que creía que algo había pasado con una de las hélices. Como nadie parecía alarmarse, regresé a mi camarote para tranquilizar a mi esposa y a mi hijo.

”Poco después salí a la cubierta a dar una vuelta y pronto me enteré de que habíamos colisionado con un iceberg, que se podía ver en la cubierta de proa, y escuché a un pasajero decir que vio el bloque de hielo pasar por la popa del barco a la altura de la cubierta de recreo, en la que se encontraba, y que emergía más de 20 metros sobre el agua.

El barco había sido golpeado en un costado con la fuerza suficiente para moverlo en dirección lateral

”Caminando rápidamente hacia adelante, vi hielo en la cubierta y regresé a mi camarote. Como me habían asegurado que no había peligro y creyendo que efectivamente así era por la conducta general de los pasajeros y los oficiales con los que me encontré insistí a mi familia que permaneciera en la cama esperando nuevas noticias.

”Volví a salir y pregunté a nuestro mayordomo, que estaba por allí, qué había escuchado. Respondió que acababa de llegar la orden de que todos los pasajeros se pusieran los chalecos salvavidas. Corriendo a mi cabina, levanté a mi esposa y a mi hijo de cuatro años y sin dejarle casi que se vistieran les apresuré a subir a la cubierta y acercarse al bote que estaba justo sobre nuestra cubierta.

”Ya había pasajeros allí reunidos y el primer bote en el lado de estribor estaba siendo cargado. No había un deseo claro por parte de los presentes de subir a ese bote y fácilmente podría haber colocado a mi familia a bordo si hubiera querido hacerlo sin que se colocasen los chalecos salvavidas. Aguardamos mientras otras mujeres y niños seguían las órdenes de un oficial ya a bordo para que subieran.

Como nadie parecía alarmarse, regresé a mi camarote para tranquilizar a mi esposa y a mi hijo

”Observé cómo este bote bajaba con seguridad al agua, 20 o 25 metros más abajo. Después bajaron otros botes por estribor, los números impares, del 1 al 15, algunos deteniéndose en la cubierta inferior, donde se llenaron. Los oficiales encargados de cargar los botes actuaron con serenidad y profesionalidad, impidiendo en lo posible cualquier desorden y haciendo cumplir la orden de embarcar a mujeres y niños primero.

”Cuando el bote número 13 fue bajado a cubierta para ser cargado, fui para allá y después de que 8 o 10 mujeres fuesen embarcadas y no hubiese ninguna otra ni ningún niño esperé mi turno y la orden de los oficiales. Otros hombres aguardaban y alguien me empujó por detrás y me gritó que entrase. Subí y en unos momentos, cuando el bote estaba lleno, se dieron las órdenes para bajarlo.

”Cuando nos acercábamos al agua pudimos observar el inmenso volumen de agua arrojado desde el costado del barco por la bomba del condensador. Un gran caudal  de agua, de un metro de diámetro, salía con gran fuerza del barco. Amenazaba con inundar nuestro bote, y para añadir más temor a la situación, vimos cómo el bote número 15 se balanceaba directamente sobre nuestras cabezas cuando el barco se hundió algunos metros en proa.

Una gran caudal de agua, de un metro de diámetro, salía con gran fuerza del barco bombeada

”Ambos botes descendían cuando nuestros fuertes gritos de advertencia se escucharon desde arriba y la operación se detuvo. No teníamos ningún oficial ni marinero en nuestro bote, pero afortunadamente pudimos soltar un remo y con él conseguimos alejar la proa de las aguas amenazantes de la bomba. Cuando soltamos el gatillo caímos al agua y de inmediato fuimos arrastrados desde el costado del barco por la gran fuerza de aquel caudal. El océano estaba tan calmado como las aguas de un río que fluye suavemente.

”Remamos para adelantar a un bote que tenía una linterna a bordo, no pudimos encontrar ninguna en el nuestro. Tras remar aproximadamente unos 400 metros y encontrarnos cerca de otros cinco botes observamos los incidentes finales la inmersión gradual del barco hacia proa: la extinción final repentina de todas sus luces y la inmersión final hacia abajo, como una estrella fugaz que cae desde el cenit visible casi hasta el horizonte.

”Desde este momento hasta poco después de las 4.00 h, en un mar que gradualmente se iba embraveciendo, golpeados por una temperatura de frío extremo remamos observando en la oscuridad lo que primero parecía ser un barco completamente aparejado, pero que para nuestra decepción resultó ser un iceberg, a aproximadamente media milla de distancia.

Vimos cómo el barco se hundía como una estrella fugaz que cae desde el cenit visible casi hasta el horizonte

”Al amanecer observamos una luz que parecía ser más rojiza que las que nos rodeaban, de otros botes salvavidas, y a lo pronto apareció sobre una segunda luz que se volvió visible, confirmando nuestra esperanza de que la ayuda se acercaba.

”Arribamos a este barco unos tres cuarto de hora después y vimos que ya había rescatado a los ocupantes de tres botes que habían llegado antes que nosotros. Tras abordarlo encontré a mi esposa y a mi hijo, que se encontraban en el segundo bote rescatado. Más tarde comprobé que sólo tres hombres entre los pasajeros de primera clase cuyas esposas habían sido rescatadas habían conseguido abandonar el barco y se encontraban a bordo del Carpathia: Carter, de Filadelfia; Stengel, de Newark, y yo.

”El número de mujeres en el Carpathia cuyos esposos, padres o hermanos estaban desaparecidos debe ser más de 50. Todos esos hombres retrocedieron mientras las mujeres o los niños eran rescatados y buscaron su tumba.

”Un muchacho de 10 años me dijo que después de que su madre y su hermana subiesen a un bote se le negó el permiso para ingresar y el coronel Astor, que estaba esperando y que conocía al muchacho, un momento después recogió un sombrero de una niña, se lo colocó, lo levantó y dijo al oficial mientras bajaba el bote que permitiese a esa niña ir con su madre.”

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