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Irán y EE.UU., el origen del odio

La tensión entre Irán y Estados Unidos no es nueva. Muchos recuerdan el golpe de Estado promovido por Washington y Londres que inauguró el resentimiento del país asiático hacia los norteamericanos.

Simpatizantes con el golpe de Estado de 1953 en Teherán.

los recelos de Irán hacia EE UU golpe estado

El recelo de los iraníes hacia EE. UU. proviene del golpe de Estado que Washington, junto con Londres, diseñó y ejecutó en Teherán en 1953. El primer ministro derribado, Mohammad Mossadegh, se atrevió a entrar en los libros de historia nacionalizando uno de los mayores imperios petroleros de la época –que daría lugar a la actual BP–, y asumió el riesgo de tensar al límite las relaciones con el poder religioso y la monarquía al mismo tiempo. Pagó su osadía con tres años de prisión incomunicado y con más de diez de arresto domiciliario, antes de morir de cáncer con 84 años en la pequeña aldea de Ahmadabad.

Las circunstancias que llevaron a ese desenlace empezaron a precipitarse cuando Irán, que percibía menos de un 20% de los beneficios de la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), reclamó su parte por la explotación del crudo iraní. No se trataba solo de una cuestión económica, sino de orgullo nacional, de defender lo que los iraníes creían suyo y de recortar la injerencia de un Imperio británico muy debilitado tras dos guerras mundiales.

El primer ministro iraní Mossadegh fue derrocado tras el golpe de Estado de 1953.

TERCEROS

Sin embargo, el primer ministro británico, Clement Attlee, no iba a ceder, porque estaba en peligro, según él, la influencia de Londres en la región. Cuando los británicos cambiaron de opinión ya era demasiado tarde: el 7 de marzo de 1951, un grupo fundamentalista islámico asesinó al primer ministro Haj Ali Razmara, con el que Londres había empezado a negociar; el 15, las cámaras del Parlamento iraní aprobaron unánimemente la nacionalización de la AIOC.

Mossadegh en escena

El sah, con pocas opciones, había nominado al frente del gobierno a Mohammad Mossadegh, un líder del Frente Nacional que obtuvo el 90% de los votos parlamentarios, aliado de clérigos influyentes (como el ayatolá Seyyed Abolqasem Kashaní) y, lo que es más importante, la persona que condicionó su designación como primer ministro a la aprobación de la estatalización del petróleo.

Los británicos pretendían ahogar económicamente Irán para que diera marcha atrás en la nacionalización de la Anglo-Iranian Oil Company.

El Imperio británico respondió con sanciones a Irán como la congelación de sus activos en libras esterlinas y por el boicot de todas las grandes petroleras del mundo, que, a partir de entonces, no comprarían a Irán el crudo de cuya exportación tanto dependía el país. Esperaban obligar al nuevo gobierno a ceder mediante el estrangulamiento económico y la desesperación de una población cada vez más empobrecida. Los británicos, para redoblar la presión sobre el dirigente iraní, también llevaron a su país ante el recién inaugurado Consejo de Seguridad de la ONU en 1951.

Giro inesperado

Mossadegh no perdió la oportunidad de visitar la sede de la ONU en Nueva York, donde consiguió que China y la Unión Soviética vetaran las sanciones a Irán, y permitieron así que un estado pobre y subdesarrollado torciera la mano del antaño todopoderoso Imperio británico.

Pero Mossadegh sabía que la partida no terminaría hasta que ganase el apoyo de Estados Unidos. Para lo cual, el primer ministro iraní envió misivas al presidente Harry Truman, asegurándole que no pretendía cerrar el grifo del petróleo y perjudicar así a países como el suyo. Pero la avenencia duró poco.

Mossadegh (dcha.) junto a Harry Truman en EE. UU.

TERCEROS

Para los estadounidenses, el respaldo de Londres en la guerra de Corea era fundamental. El ejecutivo británico condicionó ese apoyo a que Washington le echase una mano en el golfo Pérsico. Truman rechazaba apartar a Mossadegh del cargo porque lo apoyaba su población. Sin embargo, el presidente norteamericano fue reemplazado en 1952 por Dwight Eisenhower, que vio cómo disminuía el apoyo popular al estadista iraní.

Los británicos convencieron a Eisenhower de que era urgente provocar un golpe de Estado en Irán para que el país no cayera en manos de los soviéticos.

Los británicos iban a convencer a Eisenhower de la urgencia de provocar un golpe de Estado. Optaron por sembrar la sospecha de la supuesta obsesión de Stalin por controlar el país asiático. Era obvio, decían los británicos a sus colegas norteamericanos, que Mossadegh tenía la simpatía del partido comunista local (Tudeh).

Dos circunstancias parecían dar validez a los argumentos británicos. La primera era el pánico infundado a la infiltración de espías soviéticos, que propició una caza de brujas. La segunda era que Stalin creía realmente que Irán pertenecía a su esfera de influencia, y albergaba la esperanza de recuperar la vieja extensión de la Rusia de los zares.

El ayatolá Kashaní fue uno de los que apoyó el golpe de Estado.

TERCEROS

El papel de los ayatolás

El miedo al comunismo también propició la movilización de los pocos pero influyentes clérigos (la mayoría se negaban, para bien o para mal, a entrar en política) que ya habían empezado abandonar a Mossadegh tras apoyarlo en su ascenso. Destacaron los ayatolás Jansarí y Kashaní, este último presidente del Parlamento durante la expropiación de la AIOC y valedor del primer ministro en otros momentos.

La ruptura entre el ayatolá y el estadista llegó cuando Mossadegh lo desairó no consultándole una ambiciosa reforma de la seguridad social, situando a sus amigos en puestos clave a costa de los de Kashaní. Con un menguante favor de la población, lacerada por las sanciones internacionales, Mossadegh, que además temía un complot que lo derrocase, estaba virando hacia un régimen autoritario, que buscaba cada vez más el sostén de los comunistas del Tudeh.

Los estadounidenses le dieron el nombre de Operación Ajax al plan de golpe de Estado orquestado conjuntamente entre la CIA y el MI6.

El clérigo sacó entonces a la calle a los miles de simpatizantes que habían secundado pocos meses antes al primer ministro, pero esta vez en su contra. Emitió una fatua contra la amenaza comunista, entró en contacto con la CIA (de la que cobró miles de dólares en sobornos) y tuvo una especial influencia en la selección del líder que habría de sustituir a Mossadegh.

Simpatizantes de Mossadegh durante el golpe de Estado de 1953.

TERCEROS

Los desórdenes, el creciente descontento de la gente, el distanciamiento con el poder religioso y la inclinación del estadista iraní hacia los deseos del Tudeh terminaron de convencer a los estadounidenses de que se encontraban ante un dirigente muy vulnerable a una arremetida soviética. Se acababa el tiempo para Mossadegh.

La operación secreta

Las líneas generales del golpe habían sido diseñadas bajo el nombre Operación Boot, dado por los británicos, que los americanos cambiaron por TPAJAX, u Operación Ajax. En julio, se pusieron en marcha los planes de la CIA y el MI6. Poco antes de que acabase el mes, el americano Kermit “Kim” Roosevelt, que dirigiría la operación, entraba en tierras iraníes con maletines llenos de dinero para comprar voluntades.

Fawlollah Zahedí, amigo de Kashaní, fue el elegido para sustituir a Mossadegh.

TERCEROS

A esas alturas ya sabían quién sustituiría a Mossadegh: un general amigo de Kashaní llamado Fawlollah Zahedí. Por su parte, el sah firmó la destitución de Mossadegh y se exilió a Roma, donde se instaló en el mismo hotel en que se hospedaba el director de la CIA.

El ambiente en las calles iraníes era irrespirable. A los frustrados por el empobrecimiento del país se unían ahora las huestes del ayatolá Kashaní y los mercenarios que habían reclutado a golpe de talonario los espías británicos y estadounidenses.

El papel de Estados Unidos en el golpe de Estado sembró las semillas de un odio que nunca había existido hacia aquel país en Irán.

Estos esbirros se hicieron rápidamente con la radio y el servicio de telégrafos para que millones de iraníes creyeran que era el primer ministro, y no ellos, quien estaba dando el golpe de Estado que había provocado el exilio del sah. El 18 de agosto, el embajador americano, Loy Henderson, convenció a Mossadegh de que afrontara los disturbios renunciando a “la violencia” de sus simpatizantes y recurriendo, como un auténtico líder democrático, a “la fuerza” de la policía y la guardia real.

Mossadegh afrontó su juicio en noviembre de 1953.

TERCEROS

Solo tardaría días en caer. Fuera cual fuese el destino de un primer ministro en horas bajas, con su papel, Estados Unidos había sembrado las semillas de un odio que nunca había existido hacia aquel país en Irán.

La extravagancia y la corrupción del reinado del sah se ocuparían de regarlas con esmero a partir de entonces, y, cuando estalló la revolución de 1979, los ayatolás no dudaron en echar tierra sobre su participación en la destrucción de Mossadegh para que el rencor de su población se dirigiera únicamente hacia “el Gran Satán”. Miles de personas morirían en las trincheras de esa enemistad en las décadas siguientes.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 568 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.