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La Alemania nazi: vivir bajo la esvástica

Tercer Reich

El trabajo, el cine, la universidad, la religión... Todos los aspectos de la vida en la Alemania nazi estuvieron, de una u otra forma, vigilados por el régimen

Adolf Hitler y varios miembros del partido nazi en 1930 

Bundesarchiv, Bild 119-0289 / CC-BY-SA 3.0

El nacionalsocialismo quiso imponer sus dictados en todas las facetas de la vida social, desde el hogar al trabajo, pasando por el ocio y la cultura. Los poderosos organismos de propaganda del régimen nazi pretendían ejercer su influencia sobre todo y todos. Solo casos anecdóticos escapaban a la supervisión de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda.

Presentamos a continuación doce áreas sociales en las que operó el Tercer Reich:

La mujer

Cartel de propaganda nazi sobre la mujer alemana

Bundesarchiv, Bild 146-1973-010-31 / CC-BY-SA 3.0

Los teóricos del nacionalsocialismo preconizaban que la mujer germana ideal no podía fumar ni llevar maquillaje, porque ello perjudicaba su función primordial de engendrar hijos. La realidad fue otra. A la alemana de a pie le gustaba parecerse a las estrellas de cine con carácter, como Zarah Leander. 

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Es cierto que muchas se quedaron en casa, atraídas por los beneficios económicos que recibían al casarse o tener hijos. Pero el rearme y la subsiguiente falta de mano de obra hicieron que muchas volvieran a fábricas y oficinas. La Segunda Guerra Mundial confirmó esta tendencia.

La juventud

Juventudes Hitlerianas

Bundesarchiv, Bild 119-5592-14A / CC-BY-SA 3.0

El NSDAP, el partido nazi, mostró mucho interés por el adoctrinamiento de la juventud alemana desde su misma fundación. El crecimiento de las Juventudes Hitlerianas, paralelo al del partido, resultó imparable, como el de sus secciones femeninas e infantiles. 

Tras la llegada de los nazis al poder, las Juventudes fueron absorbiendo otras organizaciones, hasta reunir siete millones de miembros en 1938. Otras formas de atraerse a niños y jóvenes fueron la distribución pública y gratuita de juguetes, la proliferación de actividades familiares y deportivas y la difusión de sus ideas a través de la enseñanza reglada.

Las minorías

Gitanos en Alemania aguardando su deportación

Bundesarchiv, R 165 Bild-244-48 / CC-BY-SA 3.0

Ser distinto en un régimen como el nazi resultaba, ante todo, peligroso. Los homosexuales fueron perseguidos, y miles de enfermos mentales perdieron la vida en el programa de eutanasia. 

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Más difícil todavía lo tenían los colectivos considerados ajenos a la comunidad nacional, independientemente de que se sintieran alemanes. Los gitanos, por ejemplo, a partir de 1940 terminaron en campos de exterminio, como los de Chelmno y Auschwitz. También la comunidad judía, en especial a partir de las leyes de Núremberg, fue marginada, perseguida y, finalmente, enviada a los campos de exterminio.

El trabajo

Autopista alemana construida en los años treinta

TERCEROS

Los dirigentes nazis pusieron en marcha un exitoso programa de obras públicas para aliviar el paro. Los sueldos eran bajos, pero la reducida tasa de inflación garantizaba lo esencial. Con los Planes Cuatrienales y la política de rearme, la necesidad de mano de obra cualificada movió a los empresarios a ofrecer sueldos más altos. Pronto, las peticiones laborales aumentaron, e incluso tuvieron lugar tímidas huelgas, hasta que el régimen se decidió a intervenir. La militarización social provocada por la guerra imposibilitaría todo conato de reclamación.

El mundo rural

Walther Darré

Bundesarchiv, Bild 183-H1215-503-009 / CC-BY-SA 3.0

Los campesinos eran, en el ideario nacionalsocialista, los depositarios de las costumbres y los valores de los antiguos germanos. Debía asegurarse su productividad, menguada por las crisis económicas de posguerra y el éxodo de la población hacia los centros industriales. 

Para revertir el proceso, el agrónomo Walther Darré pretendió crear una casta de propietarios ligados a la tierra, bajo los parámetros de un Medievo idealizado. La rigidez del plan y su falta de adecuación a una economía moderna le restaron eficacia.

La educación básica

Bernhard Rust

Bundesarchiv, Bild 119-1998 / CC-BY-SA 3.0

El sistema educativo alemán, muy exigente, gozaba de buena reputación, aunque el nacionalismo y el antisemitismo predominasen entre los docentes de primera enseñanza. Hitler encargó la reforma del sistema educativo a su amigo Bernhard Rust. 

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Los cambios no se hicieron esperar. Aparecieron asignaturas como Teoría Racial o Prehistoria Teutónica, en detrimento de asignaturas clásicas como Filosofía o Latín, y se limitó también el papel de la de Religión. El tiempo dedicado a la educación física, que incluía artes marciales y tiro, aumentó.

La universidad

Miembros de la Federación de Estudiantes Nacionalsocialistas expoliando una biblioteca

TERCEROS

En las universidades, la Federación de Estudiantes Nacionalsocialistas se hacía fuerte en las aulas y organizaba la quema de “libros antialemanes”. Por su parte, los profesores tenían que asistir a periódicas conferencias políticas, cuyo contenido debían transmitir a sus alumnos. Muchos profesores universitarios, incluidos algunos premios Nobel, se exiliaron. Las carreras técnicas no se vieron muy perjudicadas. Es más, la militarización del país abrió nuevas vías, y muchos se aplicaron a ellas con evidente éxito, como en el caso de los cohetes.

La religión

Cristianos Alemanes celebrando el día de Martín Lutero

Bundesarchiv, Bild 102-15234 / CC-BY-SA 3.0

A Hitler no le interesaba una Iglesia poderosa, por lo que procuró socavar su posición. Pronto pasó a la detención de clérigos y la incautación de bienes. El asalto a las iglesias protestantes se produjo antes incluso de la llegada de Hitler al poder. El movimiento Cristianos Alemanes pretendía crear una iglesia nacional, aunque nunca logró ser hegemónico. En paralelo, con el apoyo de Himmler, se desarrolló un movimiento pagano que buscaba resucitar las –supuestas, más que reales– costumbres religiosas de los antiguos germanos.

El asociacionismo

Miembros de la Liga de Muchachas Alemanas)

Bundesarchiv, Bild 102-04517A / Georg Pahl / CC-BY-SA 3.0

Era costumbre en Alemania pertenecer a uno o varios clubes y hermandades a la vez. Los nazis crearon sus propias asociaciones o bien se introdujeron en las ya existentes. Tras la toma del poder, el número de afiliados a las organizaciones del partido aumentó. Algunos se apuntaron por convicción; otros, por miedo u oportunismo. 

Por su parte, la Liga de Mujeres Nacionalsocialistas pretendía encuadrar a las amas de casa y transmitirles las directrices del régimen. Para muchas fue la ocasión de hablar de sus cosas más libremente que en casa, y fuera de la tutela de sus maridos.

La cultura

Goebbels en su oficina del Ministerio de Propaganda

Bundesarchiv, Bild 183-H29353 / CC-BY-SA 3.0

Con la creación de la Cámara de Cultura del Reich y sus ramas en 1933 por el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, el partido se hizo pronto con el mundo artístico. Quienes no se plegaron a las directrices fueron expulsados. 

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Fuera de la Cámara no se podía exponer ni publicar, y en algunos casos ni siquiera comprar materiales. Muchos artistas partieron al exilio (como Thomas Mann o Kurt Weill), aunque la mayoría procuró adaptarse a la ideología imperante.

La prensa

Tablón público del diario oficial de la Alemania nazi

Bundesarchiv, Bild 133-075 / CC-BY-SA 3.0

El control de la prensa era absoluto. Desaparecieron todos los periódicos de partido –a excepción del nacionalsocialista–, y los empleados judíos de los demás fueron despedidos. La prensa local que subsistió fue porque se ajustó a información de las agencias oficiales. Las demás debían adaptarse a lo que la Cámara les decía que se podía o no reseñar. Pese a todo, algunos periódicos, como el Frankfurter Zeitung, supieron mantener su dignidad hasta el final (fue clausurado en 1943).

El cine y la radio

Joseph Goebbels con la cineasta Leni Riefenstahl

Bundesarchiv, Bild 183-S34639 / CC-BY-SA 3.0

Cualquier aproximación al cine y la radio en el Tercer Reich ha de pasar por la figura de Joseph Goebbels. En su momento había dicho: “Con la radio crearemos opinión pública”. Goebbels quería un medio para hacer olvidar a la gente los aspectos oscuros del régimen y, después, los sinsabores de la guerra. La forma de lograrlo era el divertimento. Programas y filmes buscaron en su mayor parte hacer pasar un buen rato. La propaganda estuvo ciertamente presente, pero en pequeñas dosis. 

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 575 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.