Dioses egipcios: por qué eran seres "perfectos"
Antigüedad
A veces con forma humana, a veces con aspecto de animales. Los dioses de Egipto eran cientos, pero todos cuidaban de Egipto y de sus devotos siervos
Cada uno de los dioses del antiguo Egipto poseía una “especialidad” (el dios de la sabiduría, la diosa de la belleza, la madre del faraón...), pero todos compartían unas características físicas que los distinguían de los mortales.
La primera eran sus huesos, que eran de plata pura. Luego estaba su carne, que, como cabría esperar, era de oro puro. Por lo que respecta a sus cabellos, eran de auténtico lapislázuli. Todo ello acompañado de una perfección física que en ocasiones resultaba aterradora para los meros mortales.
Los dioses egipcios poseían un aroma maravilloso que los diferenciaba de los humanos sin posibilidad de equivocarse
El último rasgo que los dioses tienen en común es su aroma maravilloso, que los diferencia de los humanos sin posibilidad de equivocarse. Por eso en los templos se quemaba incienso en pebeteros no solo para enmascarar los posibles malos olores, sino porque de ese modo conjuraban la presencia divina en su casa.
Un buen ejemplo del efecto de esta fragancia embriagadora de los dioses lo encontramos en la historia de la gestación divina de Hatshepsut. La madre de la futura reina estaba en sus aposentos cuando Amón decidió visitarla y concebir con ella una hija que llegaría a ser faraón de Egipto. Aunque para su visita nocturna adoptó la forma del faraón Tutmosis I, en cuanto dejó que la reina percibiera su olor maravilloso, esta supo que se encontraba ante el dios. Así es como lo cuenta un texto grabado en las paredes de la segunda terraza del templo de Deir al-Bahari.
Múltiples aspectos
Así son los dioses egipcios en su aspecto antropomorfo, pero si por algo son famosos es por aparecer representados en muchas ocasiones con cuerpo de hombre y cabeza de animal, o incluso con forma completamente animal.
Al contrario de lo que se cree, los egipcios no adoraran a los animales, sino que en el comportamiento de estos observaban atributos que eran propios de un dios
Pese a lo que se suele creer, no es que los egipcios adoraran a los animales, sino que en el comportamiento de estos observaban atributos que eran propios de un dios, y por eso los relacionaban.
Por ejemplo, el poderío de la leona, que casaba a la perfección con la ira de Sekhmet, o la pausada y calmosa existencia de los gatos, que puede volverse furibunda y mortal con inusitada rapidez, como ocurre con la diosa Bastet. Así pues, la ácida crítica del poeta latino Juvenal en su decimoquinta sátira (“¿Quién no conoce, Volusio, los monstruos que son adorados por los dementes egipcios? / Unos reverencian al cocodrilo; otros reverencian al ibis [...]?”) no tiene mucha razón de ser.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 594 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.