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Fuggerei, el proyecto de vivienda social con 500 años que sigue en marcha

Alquiler asequible

En la ciudad alemana de Augsburgo se conserva un barrio destinado al alquiler por un precio simbólico que creó en el siglo XVI el banquero Jakob Fugger

Una de las calles del Fuggerei en Augsburgo, Alemania

Bärwinkel,Klaus / CC BY 4.0

A menudo se cree que la vivienda social es una invención del siglo XX, creada a partir de la afluencia de grandes masas obreras hacia los centros urbanos y la justa reclamación de una vivienda digna como derecho fundamental de todo ser humano. Sin embargo, ya en el siglo XVIII las Reales Fábricas en Europa daban alojamiento a sus trabajadores, y en el XIX muchos propietarios mineros o industriales textiles creaban en torno a sus negocios barrios o incluso auténticas poblaciones para sus empleados.

Lo hacían sin duda movidos por el interés y conscientes de las ventajas que representaba para sus negocios el hecho de que sus obreros residieran cerca de su lugar de trabajo. No eran, pues, auténticas viviendas sociales en el sentido que hoy damos a la expresión. Sin embargo, sí coincide con el Fuggerei, el proyecto habitacional que a comienzos del siglo XVI emprendió la poderosa familia alemana Fugger –o Fúcar, en la versión castellanizada del apellido– en la ciudad alemana de Augsburgo.

Un proyecto personal de Jakob Fugger

Este proyecto de construcción de vivienda social, el más antiguo de la historia, nació de la mano de Jakob Fugger (1450-1525), considerado por algunos autores como uno de los hombres más ricos de todos los tiempos. Miembro de una poderosa familia de comerciantes y banqueros de Augsburgo (Baviera), Jakob abandonó su condición de monje del monasterio franciscano de Herrieden cuando una serie de desgracias familiares le obligaron a hacerse cargo de los negocios paternos.

Jakob Fugger, por Alberto Durero

Dominio público

A partir de ese momento multiplicó su herencia a base de explotar recursos naturales y ampliando su tarea comercial con el desempeño de la banca. En este sentido, fue prestamista de varias casas reales, del papado y, especialmente, de los Habsburgo, desde el momento en que facilitó al emperador Maximiliano los fondos necesarios para comprar la voluntad de varios príncipes electores y lograr así la elección de su nieto, Carlos I de España, como emperador de Alemania.

Tal vez fue su formación religiosa y el contacto que, como franciscano, había tenido con las clases más desfavorecidas lo que le movió a crear el proyecto de un nuevo barrio destinado a dar alojamiento a quienes no tuvieran medios para costearse una vivienda, si bien la leyenda asegura que fue como consecuencia de una penitencia impuesta por su confesor. En cualquier caso, su iniciativa cobró sentido en una Europa en la que las diferencias entre pobres y ricos eran abismales y donde más del 70% de la población carecía de los bienes más elementales y vivía de la caridad ajena.

Un recinto amurallado

Fugger no escatimó recursos. Ubicado en una zona residencial de Augsburgo, el Fuggerei era un conjunto acogedor formado por una serie de calles rodeadas por una muralla. Allí se levantaron 67 casas, una iglesia y un edificio central para la administración del recinto. Las viviendas, diseñadas por el propio Fugger, comenzaron a construirse en 1516, y en 1520 recibieron a sus primeros inquilinos.

Vista aérea de las calles del Fuggerei, con los famosos tejados rojos de las casas

Wolfgang B. Kleiner / CC BY-SA 3.0

Todas ellas tenían fachadas de ladrillo rojo y tejados de pizarra a dos aguas, y constaban de varias plantas, formando una imagen que recuerda vagamente a los beaterios flamencos. Las viviendas se alquilaban por un florín renano al año (el equivalente a 0,88 €, cantidad que se mantiene hoy), y para acceder a una de ellas existían varios requisitos: haber residido como mínimo dos años en la ciudad, profesar la religión católica, orar tres veces al día y poder demostrar que no se poseía bien alguno, así como no tener deudas pendientes.

Cuando el pasado se hace presente

Lo más sorprendente es pensar que hoy el proyecto de Fugger sigue vigente. Desde el siglo XVI ha estado siempre habitado por aquellos que cumplieran las condiciones impuestas por su fundador, que las dejó escritas de su puño y letra.

En la actualidad se compone de 147 apartamentos de unos 60 m2 adecuados a las comodidades propias del siglo XXI, pero, al igual que en el pasado, a las diez de la noche se cierra la puerta de acceso al recinto amurallado y no se permiten entradas ni salidas, salvo casos de urgente necesidad.

Viviendas en Fuggerei.

Diego Delso / CC BY-SA 3.0

La única excepción a las normas fundacionales es que, en el momento en que la situación económica de los residentes mejore, deben abandonar el Fuggerei. En todo caso, hay lista de espera para acceder a las viviendas.

El mantenimiento del Fuggerei continúa a cargo de las rentas de los Fugger. Jakob Fugger creó un fondo de 10.000 florines que aún sigue rindiendo y al que contribuyen las rentas de otras inversiones en terrenos forestales u otros negocios administrados cuidadosamente a lo largo de los siglos por miembros de la familia, todavía al frente del patronato que gestiona el Fuggerei.

Al mantenimiento del recinto también contribuye el pago de la entrada de los muchos turistas que acuden a visitar la única vivienda que, a modo de museo, se conserva en las condiciones en que fue creada. Viajeros de todas partes del mundo que, paseando por las calles del Fuggerei, comprueban por ellos mismos cómo la historia sigue presente en el devenir cotidiano del siglo XXI.