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¿Cómo se abrió paso Diego Velázquez en la corte de Felipe IV?

Arte y política

El pintor pasó sus primeros 24 años en su Sevilla natal, y varios de sus trabajos allí podían ya calificarse de obras maestras

Vieja friendo huevos, de 1618, es uno de los cuadros de la primera época de Velázquez.

Terceros

Antes de la majestad de la corte estuvo el costumbrismo del pueblo llano de Sevilla. Antes de Las meninas o la Venus del espejo estuvieron Vieja friendo huevos o El aguador de Sevilla. Cuando Velázquez, con tan solo 24 años, se convirtió en el pintor de Felipe IV, ya había elaborado lienzos que le prefiguraban como el más grande de los pintores españoles hasta entonces.

El oficio de pintor

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez llegó al mundo en la Sevilla de 1599. Su madre era del mismo lugar. También su padre había nacido en la ciudad del Guadalquivir, en el seno de una familia supuestamente noble de Oporto. Cuando muchos años después su hijo quiso ver reconocida su hidalguía, el Consejo de las Órdenes Militares no consideró válida la condición aristocrática del padre.

Casa natal de Velázquez en Sevilla. Foto: Wikimedia Commons / Anual / CC BY-SA 3.0.

TERCEROS

Apenas cumplidos los diez años, el pequeño Diego Velázquez –siguiendo la costumbre lusa, adoptó el apellido materno– fue encauzado hacia el oficio de pintor. Era una buena carrera para la Sevilla de la época, la ciudad más poblada del reino (con 121.000 habitantes) y la más rica gracias al monopolio del comercio con América. Allí florecieron una nobleza y una burguesía cultas y cosmopolitas. Sus encargos convirtieron la ciudad en el epicentro artístico del Barroco español, con nombres como Zurbarán, Murillo o Alonso Cano.

La Sevilla del Siglo de Oro era la ciudad más poblada de la época y el epicentro artístico del Barroco español con nombres como Zurbarán, Murillo o Alonso Cano

Durante unos meses, Velázquez estuvo probablemente bajo las órdenes de Francisco Herrera el Viejo y el hermano de este, Juan. Sin embargo, su tutor definitivo sería Francisco Pacheco. Firmaron un contrato de aprendizaje de seis años de duración, durante el cual el maestro se comprometía a dar casa, alimento y vestido al discípulo. Pacheco escribió que fue un alumno aplicado, obediente y con talento.

En la primavera de 1617 Velázquez obtuvo la licencia para fundar su propio taller. Un año después, a los 19, se casó con Juana, la hija de Pacheco, con la que tuvo dos hijas, Francisca e Ignacia. Que maestro y alumno aventajado unieran sus destinos era frecuente, una beneficiosa simbiosis. El pupilo accedía al círculo de clientes del maestro y este aumentaba su prestigio gracias a su consideración como mentor. Pacheco, muy bien introducido en el ambiente de la Contrarreforma, ofrecía a Velázquez un importante surtido de mecenas eclesiásticos.

Autorretrato del pintor sevillano.

TERCEROS

Bodegones

Durante su juventud sevillana se concentra prácticamente toda la producción religiosa de Velázquez, un género que casi desaparecería de su obra en un futuro, lo que resulta inusual entre los artistas del Barroco. El formato por excelencia de sus primeros años, sin embargo, sería el recién nacido bodegón: escenas de cocina o taberna, con personajes del pueblo llano rodeados de alimentos y todo tipo de utensilios. El nombre de este tipo de escenas procede de toda una institución en la Sevilla de la época. Los bodegones eran dispensarios de comida, muchos de ellos simples fogones colocados en esquinas.

El bodegón, un género muy novedoso, consistía en escenas de cocina o taberna con personajes del pueblo llano rodeados de alimentos y utensilios

Las autoridades prohibían la venta de bebidas en los bodegones y de comida en las tabernas. Así, era mucho más probable que los díscolos maridos, al no poder beber y comer en un mismo sitio, regresaran junto a sus mujeres e hijos. Hecha la ley, hecha la trampa: muchas tabernas servían alimentos que no precisaban cocción. No se sabe quién encargó esos bodegones a Velázquez, aunque años después gozarían de gran aceptación entre la nobleza.

El aguador de Sevilla, c. 1620, es otro de los cuadros de primera época de Velázquez.

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La corte

Para Velázquez y su antiguo mentor, Pacheco, estaba claro que el mercado sevillano se quedaba pequeño para el talento del joven pintor. En Madrid, en la corte, estaba la gloria. En 1621 se presentó la más propicia de las ocasiones. Felipe IV, con tan solo 16 años, ascendía al trono, y en su séquito ocupaban lugares de honor dos personalidades de Sevilla que podrían abrir las puertas a un brillante paisano: el capellán real Juan de Fonseca y Figueroa y, sobre todo, el conde-duque de Olivares, el valido real. En abril del año siguiente, Velázquez marchó a Madrid con algunos lienzos como carta de presentación. La estancia en la villa y corte no rindió frutos inmediatos, y antes de que acabara el año Velázquez estaba de nuevo en Sevilla.

Retrato de Luis de Góngora que Velázquez pintó cuando viajó a Madrid.

TERCEROS

La visita a Madrid, sin embargo, no había sido en balde. El artista había tenido ocasión de retratar a Luis de Góngora, y parece que la calidad del lienzo despertó entusiasmo en la corte. El rumor llegó a los oídos más poderosos del reino, los del valido. 

En agosto de 1623, Velázquez estaba de nuevo en Madrid. Asía su paleta y sus pinceles y se disponía a retratar al mismísimo monarca. El resultado fue satisfactorio, y en octubre el artista era nombrado pintor del Rey. Las puertas de la gloria se abrían de par en par. Le quedaban muchos años de carrera en los palacios de los Austrias, que darían obras célebres como Los borrachos, La fragua de Vulcano, Las meninas o Las hilanderas.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 466 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Este artículo se publicó en La Vanguardia el 6 del 11 del 2019