Pocos días después del asesinato del presidente John F. Kennedy, su sucesor, Lyndon B. Johnson, temeroso de que fuentes independientes se ocupasen de la investigación, encargó a Earl Warren, presidente del Tribunal Supremo, crear una comisión que aclarase el suceso. La muerte de su ejecutor, el misterioso Lee Harvey Oswald, a manos de Jack Ruby, había sembrado dudas en un país conmocionado por el magnicidio. El 24 de septiembre de 1964, el informe de la comisión se hizo público.
En 26 volúmenes, concluía que ambos habían actuado solos, descartando cualquier idea conspiratoria, afirmaciones que aún suscitaron más desconfianza. En 1979, el Comité Selecto del Congreso para Asesinatos concluyó, basándose en las pruebas disponibles, que sí había existido algún tipo de conspiración.