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Greta Garbo, al fin sola

HACE 30 AÑOS

‘La Divina’ fallece casi 50 años después de su retirada, cuando era la actriz mejor pagada, para huir de una vida pública que aborrecía

Greta Garbo, al fin sola

La gélida belleza y el inusitado talento de la ‘esfinge sueca’ sedujeron a las cámaras desde 1924 hasta 1941 cuando, cumplidos los 37, decidió retirarse.

Cinco lustros después ‘La divina’ fallece en Nueva York a los 84 años dejando tras de sí una trayectoria cinematográfica repleta de éxitos. Su precoz despedida y su aparatosa reclusión acompañada de un riguroso escamoteo de su imagen al público, provocaron una potente rumorología en torno a sus romances y su ambigua sexualidad

Greta Garbo en el papel de la Reina Cristina de Suecia en 1926

Beckham Hill, elegante barrio de Manhattan a orillas del East River. Una anciana de elegante porte y canosa melena, que oculta sus ojos tras unas gafas de sol de gran tamaño, pasea por una de sus calles. Pese a su desaliñada indumentaria, la rodea un halo de natural distinción y misterio que, muy a su pesar, no le permite pasar desapercibida.

Los transeúntes no pueden imaginar que aquella solitaria es Greta Garbo, la gran actriz de cine convertida en leyenda.

En los comercios del barrio sí la conocen: es una de sus clientes más comedidas, adquiere únicamente productos económicos, consulta su precio previamente haciendo uso de su voz profunda de marcado acento germánico y abona su compra con billetes que saca bien dobladitos de su cartera y que entrega tras contarlos cuidadosamente, con precaución, temerosa de excederse. En la licorería es una clienta apreciada: compra vodka y whisky con asiduidad.

Pocos de sus vecinos conocen su  identidad, sólo aquellos que, coetáneos a la artista, saben de su historia y de su precoz retiro de la gran pantalla.

El portero de la finca en la que se halla su lujoso apartamento de la calle 52 está también en el ajo. Cobra un buen sueldo adicional por proteger la intimidad de la artista y espantar a los paparazzis que, ávidos, le tantean de vez en cuando en busca de carnaza para sus reportajes.

La Garbo los odia: ‘Los periodistas son la peor raza que existe’. Aquellas cámaras que otrora la amaban son ahora su peor enemigo. Los teleobjetivos le horrorizan. ‘Quiero que me dejen sola’, afirma tan contundente como reiteradamente.

Y es que sin quererlo se ha convertido en objetivo de la rumorología mundial. Su retiro de la vida pública y el incógnito que rodea su existencia son el acicate de biógrafos y periodistas, que hurgan inmisericordes en su pasado. De nada sirven sus viajes a Europa (La Vanguardia publicaba en su día la noticia de una visita a Barcelona para ser operada de cataratas), o las travesías transatlánticas que le permiten reencontrarse con aquel mar que tanto ama. La prensa no ceja en su empeño, lanzando potentes dardos que apuntan con pretendida pericia a su intimidad. Su ambigüedad sexual y su copiosa lista de amantes ocupan la diana.

Greta Garbo junto a Clark Gable,uno de sus presuntos amantes

Greta, decepcionada, asiste impotente al ‘destripe’ de su intimidad, descubriendo cómo se miente sobre ella.

De haber sabido que éste sería su futuro, aquella joven regordeta de aspecto provinciano que respondía en sus inicios al nombre de Greta Lovisa Gustafsson, se lo habría pensado mejor antes de seguir su vocación de actriz.

No había tenido una infancia fácil. De familia humilde, tras la muerte de su padre, al que adoraba, se había visto obligada a trabajar en una barbería, enjabonando a los clientes.

Greta quería ser artista. A los 16 años iba a escondidas a un cine del barrio, donde el dueño le dejaba entrar gratis. Tenía un sueño: sería actriz y haría todo cuanto estuviese en su mano por conseguirlo.

A los 18 años decidió optar a una beca en la Real Academia Dramática de Estocolmo. Allí trabaría contacto con el director cinematográfico Mauritz Stiller, figura clave en su vida. De su mano rodaría La leyenda de Gosta Berling, film basado en la novela de la premio Nobel Selma Lagërlof que curiosamente ella acostumbraba a leer a su padre.

Greta Garbo regordeta y feliz antes de convertirse en la 'Divina'

Los críticos fueron inflexibles: ‘Demasiado alta’, ‘demasiado gorda’, ‘fea sonrisa’, ‘frente demasiado estrecha’ o ‘cejas demasiado gruesas’, serían algunos de los poco caritativos apelativos que recibiría Greta. Pese a todo, la película sería su trampolín a la meca del cine. Louis B. Mayer la visionó y quiso fichar a Stiller. Éste puso una condición: Greta debía acompañarle. La Metro no prestó mucha atención a la actriz hasta que Stiller decidió transformarla: depilación, dieta, estratégico maquillaje… También un cambio de apellido: Greta Gustafsson es ahora Greta Garbo, haciendo referencia probablemente al ‘garbo’ con el que camina gracias a sus anchas espaldas, y su alta estatura y, por supuesto, el nuevo ‘porte’. Ha nacido una estrella.

En 1925 rueda junto a Marlene Dietrich, su futura amante, Bajo la máscara del placer.

Al año siguiente, Greta protagoniza El torrente basada en un cuento del inefable escritor valenciano Blasco Ibáñez. Bajo las órdenes de Monta Bell, uno de los hombres de confianza de Charles Chaplin, su interpretación conquista a la crítica.

El Torrente , (Entre naranjos) (1926) Greta conquista a la crítica en una genial interpretación en cine mudo

En 1927 rueda El demonio y la carne con Clarence Brown, su director de confianza, con el que colaborará en siete ocasiones.

En 1930, con la interrupción del cine sonoro, Stiller sucumbe pero la actriz, contra todo pronóstico, se empeña en debutar y logra triunfar. Su voz profunda y masculina, unida a su marcado acento germánico, la dotan de una peculiar personalidad y misterio. Las primeras palabras que los espectadores escucharon de su boca con la llegada del cine sonoro en Anna Christie , dirigida por Brown: ‘ Dame un whisky con ginger ale y no seas tacaño, cariño’. forman ya parte de la historia del cine.

Greta Garbo en Anna Christie (1930)

El mito Garbo empieza a forjarse. Miembro destacado del star system, Hollywood la encumbra como una de sus rutilantes estrellas, y la maquinaria propagandística empieza a funcionar. Eso pese a su carácter inhibido, que le impedía acudir a las macrofiestas hollyoodienses: ‘Nunca os neguéis a asistir a una fiesta. Aceptad y luego no vayáis. Nadie echa de menos nunca a nadie’, aconsejaba. Su vida amorosa fue habitual moneda de cambio, sus romances reales y ficticios con sus compañeros de reparto se airean oportunamente, en especial el mantenido con John Gilbert, eterno candidato a inminente marido. Al tiempo, crecen los rumores de sus relaciones lésbicas con otras actrices como Joan Crawford, Barbara Stanwyck o la mencionada Marlene, con quien compartía amante, la guionista española Mercedes Acosta.

Su carrera proseguiría triunfante y fue nominada al Oscar en cuatro ocasiones. Se le concedió finalmente en 1954 el Oscar honorífico. La actriz se había retirado trece años antes, tras rodar, bajo la dirección de Cukor, La mujer de las dos caras. Como era de esperar, la actriz se negó a recogerlo.

Genio y figura hasta el fin.

El 15 de abril de 1990, casi 50 años después de retirarse, Greta fallece por una complicación de los problemas renales que le aquejan desde hace años. Tiene 84 años. ‘La divina’ lograba al fin estar sola.

Greta Garbo, la mujer de las mil caras que fascinó al publico de 1924 a 1941 y después se convirtió en un enigma

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