Betty Friedan, una feminista con muy mala leche
HACE 55 AÑOS
Psicóloga reconvertida en ama de casa, su obra ‘La mística de la feminidad’ la convirtió en la feminista más famosa del mundo
‘Una mujer debe poder decir, y no sentirse culpable al hacerlo, ¿ quién soy? y ¿qué quiero hacer en mi vida? No debe sentirse egoísta y neurótica si quiere alcanzar metas propias, que no estén relacionadas con su esposo e hijos’.
Esta es una de las máximas que integran La mística de la feminidad, ensayo que contra todo pronóstico, encabeza en 1963 la lista de los más vendidos en Estados Unidos. Su autora, Betty Friedan, una psicóloga reconvertida en ama de casa, logra con su texto cambiar la vida de la mujer norteamericana. Su mensaje es tan claro como contundente: tener esposo e hijos no es todo a lo que las mujeres deben aspirar, ya que necesitan desarrollarse individualmente. Sin saberlo, estaba cambiando la historia de las mujeres, erigiéndose como pionera del movimiento moderno de liberación de la mujer.
Betty Friedan sabía muy bien de qué hablaba. Hija de un matrimonio de inmigrantes judíos de la Europa Central, había tenido una infancia difícil marcada por los constantes ataques de ira de su madre, una mujer inteligente frustrada tras abandonar su puesto como editora en un diario para convertirse en ama de casa. Deseosa de abandonar el hogar, Betty toma una determinación, debe alejarse de su madre a fin de no acabar emulándola. Su objetivo es graduarse en psicología. Estudiante brillante, consigue dos becas pero acepta la de la Universidad de California en Berkeley tras renunciar a otra aún mejor para complacer al hombre con el que sale entonces. Esa decisión la marcará para siempre.
Terminada la relación, la joven realiza un examen de conciencia y decide tomar las riendas de su vida. En 1943 Betty se traslada a Nueva York, cuenta 22 años. Pluma de talento, colabora con varias publicaciones obreras. En una de las redacciones conoce a un joven director teatral, Carl Friedan, con el que contrae matrimonio cuatro años después. Al poco tiempo, Carl ficha por una agencia publicitaria y Betty se convierte en ama de casa. Empiezan las peleas. Madre de tres hijos, observa cómo su vida se aleja de sus principios y se asemeja más a la de su progenitora.
Combativa, retoma la escritura y colabora con varias revistas. Cuando uno de sus artículos es rechazado, decide concentrarse en la redacción de un ensayo que refleje cómo se siente. Así nace La mística de la feminidad, texto que marca la historia de las mujeres. En sus líneas, Friedan denuncia su malestar y el de todas las norteamericanas de su generación, que, como ella, se ven abocadas a cubrir un rol femenino que no les corresponde. Mujeres impelidas a renunciar a su individualidad, féminas frustradas que padecen el denominado ‘malestar sin nombre’, y caen víctimas de la depresión, el suicidio y el alcoholismo, engrosando las cuentas de psicoanalistas y laboratorios farmacéuticos.
Tres años después, en 1966, Betty es una de las fundadoras y primera presidente del NOW (National Organization for Woman), organización que reúne a un gran número de colectivos y grupos feministas de Estados Unidos. Al frente del mismo, defiende revolucionarias posturas en torno al aborto, el permiso de maternidad, o el aún hoy controvertido tema de la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
Su posicionamiento combativo le lleva a tomar decisiones vitales drásticas. Así, al año siguiente se divorcia de su esposo tras 22 años de violento matrimonio: ‘Divorciarme ha sido lo más difícil que he tenido que hacer. Tenía tanto miedo de quedarme sola... Ahora ya no me importa, porque la verdad es que nunca estoy sola, tengo muchos amigos’. Siempre en la brecha continua escribiendo. En 1993 se publica La fuente de la edad, en el que reflexiona sobre la obsesión de la juventud y el peso que conlleva envejecer.
Convertida en una leyenda del feminismo, su personalidad controvertida y su fuerte temperamento dan lugar a no pocos enfrentamientos con el movimiento feminista. En el 2000 publica sus memorias: Life so far (Mi vida hasta ahora ), toda una revelación, una autocrítica en la que al tiempo, se defiende de los ataques de sus compañeras feministas que la acusan de comportarse como una diva: ‘La verdad es que siempre he tenido muy mala leche. Algunos dicen que me he calmado con la edad. No lo sé’.
La feminista más famosa de mundo fallece en su casa el día de su 85 cumpleaños, tras fallar su corazón. Su epitafio debería recoger la que fue su afirmación más valiosa. Aquella con la que ‘justificaba’ la redacción de La mística de la feminidad: ‘De alguna forma lo hice por mi padre, para que los hombres no tuvieran que soportar las frustaciones de sus mujeres y tener que pasar por ellas. Lo hice por mi madre, para que las mujeres no tuvieran que depender de sus maridos porque no tenían profesión’.
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