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Concepción Arenal, la visitadora de prisiones

HACE 150 AÑOS

Obcecada en reivindicar la capacidad intelectual de la mujer y su derecho a recibir la misma educación que el hombre, hizo de su vida sin pretenderlo, una lucha sin tregua.

Su formación universitaria, a la que accedió 'travestida', la convirtió en una mujer de principios. La agudeza psicológica de sus ensayos, reflejo de una sincera inquietud por los más desfavorecidos le valieron el cargo de Visitadora de Prisiones de Mujeres

Nacida mujer en una época adversa, supo enfrentarse con coraje a la sociedad de su tiempo.

Concepción Arenal, la visitadora de cárceles. Interpretada por la actriz española Blanca Portillo (2012).

Propias

‘En cuanto a los privilegios del sexo, renuncio solamente a ellos, por haber notado que cuestan más que valen’. Concepción Arenal,  la primera mujer con un cargo relevante en la administración española,  allá por la segunda mitad del XIX, sabía lo que se decía. Su vida fue una cruzada feminista. Y pese a que,  para las generaciones venideras, sus planteamientos fueran considerados más femeninos que feministas, dado que jamás cuestionó los roles sexuales establecidos,  su papel en pro de la emancipación de la mujer en España es incuestionable.

Celosa de preservar su intimidad, Concepción se empecinó en destruir poco antes de morir todo documento que aportara datos sobre su biografía, temiendo que su vida privada empañase el valor de su producción intelectual. Pero el valor de su obra hace que eso sea imposible. Y vale la pena conocer su vida para entender las dificultades y obstáculos constantes que tuvo que salvar hasta lograr sus notables realizaciones.

Sabemos que Concepción nació en Ferrol. Su madre, con la que compartía santoral, era descendiente de una familia noble, hermana del conde de Vigo, mientras que su padre, firme defensor del liberalismo, sería encarcelado: se enfrentó contra la monarquía absolutista impuesta por Fernando VII, lo que le llevaría a prisión y le condenaría a una muerte temprana. La pequeña contaba sólo 8 años por entonces. Bebiendo de la ideología paterna, Concepción crece convencida de que debe defender sus convicciones personales y luchar por sus ideales, actuando en consecuencia.

Tras el fallecimiento de su padre, la futura penalista es ingresada en un colegio religioso, por deseo expreso de su madre, en el que le enseñan a comportarse en sociedad. El programa de estudios no está a la altura de las inquietudes intelectuales de la futura penalista. Porque Concepción tenía las ideas muy claras, era mujer ‘pero no tonta’ y, por encima de todo,  deseaba cursar estudios superiores,  pretensión inaudita en una mujer de la época. Su madre reprobaba su decisión, pero el destino jugó sus cartas y, tras el fallecimiento de su abuela, cuando la futura penalista contaba exactamente 21 años, falló en su favor, ya que la herencia familiar recayó sobre ella. Concepción toma la alternativa. Decidida a asistir a la universidad, aun cuando el acceso a las aulas universitarias estaba vedado a las féminas, no duda en ‘travestirse’: vestida de varón, acude a las clases de Derecho Penal y Jurídico . La suerte estaba echada.

En aquel recinto conoce al que será su esposo, Fernando García Carrasco. El 10 de abril de 1848 contraen matrimonio. Quince años les separan, pero la simbiosis es perfecta. Su cónyuge es un hombre avanzado para la época y, contemplando a su esposa como un igual, alienta sus inquietudes feministas, animándole a acudir junto a él a tertulias literarias, aun cuando para ello Concepción debiera continuar vistiendo ropa masculina.

El matrimonio tiene tres hijos, de los que solo dos sobreviven, Fernando, el primogénito, le permitirá participar en concursos literarios al ‘prestarle su firma’, en aquellas ocasiones en las que una mujer se hallaba ‘fuera de juego’.

La ‘carrera profesional’ de Concepción se decantará por la literatura: escribe poesía, teatro, zarzuela y novela, y sus  Fábulas en verso (1951) serán declaradas lectura obligatoria en enseñanza primaria. Cuatro años después, el matrimonio García Arenal empieza a colaborar en el diario La Iberia pero cuando Fernando gravemente enfermo no puede escribir sus artículos, es ella quien las redacta. Y al morir éste, ella se hace cargo de los mismos sin firmarlos, momento en que los honorarios se reducen a la mitad. En 1857 Concepción se ve obligada a dejar de firmar: la Ley de Imprenta impone la obligación de firmar los artículos versados en política, filosofía y religión. Mes y medio después, la publicación anuncia su cese como redactora.

A este hecho suceden otros tantos que contribuyen a que Concepción tome conciencia de su condición de inferioridad como mujer. Es entonces cuando se dispara su creatividad literaria, sus múltiples ensayos en los que defiende sus creencias morales y feministas. A raíz de las que el 4 de abril de 1864, a instancias de la reina Isabel II, el ministro de Gobernación,  Florentino Rodríguez Vaamonde, la nombra Visitadora de Prisiones de Mujeres . Concepción tiene 44 años.

Tres años después publica su primera obra feminista, ‘La mujer del porvenir’, redactada en 1861.  En ella, intenta rebatir la inferioridad fisiológica de la mujer determinada por el doctor Gall y demostrar la superioridad moral de la mujer.

Tras la Revolución del 68, el gobierno provisional presidido por Serrano la nombra Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que desempeña hasta 1873.

En 1890, afincada en Vigo , recibe la noticia de la defensa de su candidatura para ocupar la vacante en la Real Academia por parte de su paisana Emilia Pardo Bazán.

Dos años después, con la salud deteriorada, la ya famosa penalista , con obras que han adquirido eco en toda Europa como La instrucción del pueblo o Ensayo sobre el derecho de gentes, fallece víctima de un catarro bronquial crónico, cuatro días después de cumplir 73 años.

‘Odia al delito y compadece al delincuente’. Esta máxima ocupó las paredes de las prisiones españolas durante décadas. Su autora: Concepción Arenal, la visitadora de prisiones.