El humor según cada país
En familia
Muchos lo habrán vivido en su propia piel este verano: el sentido del humor cambia según los países. En el extranjero, hay chistes que dejan de tener gracia y otros que no se entienden. Pero hay elementos comunes a todas las culturas
El presidente de EE.UU. Ronald Reagan, dotado de un indiscutible sentido del humor, viaja a Japón para dar una charla. Durante su conferencia, suelta una broma. El traductor la transmite inmediatamente a la audiencia y el público nipón estalla en una risa fragorosa. Reagan, terminada su intervención, quiere felicitar personalmente al traductor y le pregunta cómo ha hecho para interpretar tan bien el sentido de su chiste norteamericano a los japoneses. Este, un tanto, incómodo, le contesta: "Pero señor presidente, yo no he traducido nada. Simplemente les dije que había contado un chiste".
Este ejemplo está sacado de un estudio del profesor holandés Gert Jan Hofstede, que ha dedicado años a estudiar cómo cambia el sentido del humor según la zona geográfica a la que nos referimos. Los expertos ni se ponen de acuerdo sobre qué es el humor o el sentido del humor. Sobre un punto sí hay consenso: parece algo inherente a cada cultura: los judíos o los escoceses hacen muchas bromas sobre ellos mismos, pero los japoneses, no.
Así, al cruzar la frontera, una gracia o un chiste que funcionaría con nuestros amigos, en el extranjero no lo hace igual de bien. ¿Por qué? Umberto Eco sostiene que el trágico y el dramático son universales, mientras que el cómico, no. "Entendemos el drama del protagonista de Rashomon, pero no entendemos cuándo y por qué se ríen los japoneses", escribe Eco. En su opinión, tanto el trágico como el cómico se basan, de alguna manera, en la violación o ruptura de una regla social. "A diferencia de la tragedia, las obras humorísticas dan la regla por descontada y no se preocupan de reafirmarla porque,entre los miembros del grupo, es tan reconocida que no hace falta ni explicarla. Y la regla será todavía más aceptada e indiscutida después de que la licencia cómica ha permitido jugar con ella y violarla".
"El humor refleja comportamientos humanos. Y en cada sociedad el humor tiende a centrarse en los elementos salientes de la cultura de esta misma sociedad", confirma Hofstede. De hecho, hay toda una legión de cómicos que son muy populares en su país, pero que fuera de sus fronteras nadie ha oído hablar de ellos. Cantinflas es casi un desconocido fuera de Iberoamérica; Lenny Bruce, el monologuista estadounidense que causó muchos escándalos, ha tenido poco éxito en Europa; Torrente es un nombre que no dice nada en muchos países europeos; el personaje de Fantozzi, un auténtico fenómeno de culto en Italia, es un objeto misterioso en el resto del mundo y Totó, que protagonizó centenares de películas italianas y trabajó con Pasolini, tiene un sentido de humor prácticamente intraducible.
Los especialistas hasta han confeccionado un instrumento específico para plasmar todas estas diferencias: el Humor Style Questionnaire. Se trata de un test que consiste en 32 preguntas para saber qué tipo de humor practica uno. Existen varias categorías: está el llamado humor afiliativo, que sirve para reforzar la pertenencia a un grupo; el de autoafirmación, basado en la exageración de uno mismo; el agresivo, más enfocado hacia el otro, y el de autodescalificación, centrado en la autoironía. Hay países que optan más por uno que por el otro.
Según Begoña Carbelo, profesora titular del centro universitario de Ciencias de la Salud en la Universidad San Rafael-Nebrija e investigadora sobre humor y salud, "los norteamericanos cuentan más historias anecdóticas que chistes y valoran más los cómics y las viñetas. Usan el humor para encandilar a los demás. O para superar las adversidades de la vida, como forma de supervivencia. Hasta son capaces de reírse del huracán Katrina. El inglés se basa más en la ironía y en el juego intelectual. Los ingleses lo utilizan para llamar la atención, como forma de presumir de un estatus, y poco importa si sea gracioso o no: les ayuda a superar la situación. El español, en cambio, es más un humor centrado en uno mismo, con dobles sentidos y con muchos chistes".
Sin embargo, investigaciones recientes tienden a mostrar cómo, más allá de las apariencias, el humor es más universal de lo que parece. "Los estudios etnográficos del humor revelan que las historias cómicas tradicionales se basan en las mismas pretensiones infladas y las mismas caídas en el ridículo que pueden encontrarse en las comedias de Cervantes, Molière, Shakespeare o Boccaccio. Todos los personajes fracasan a la hora de cumplir las exigencias más básicas de sus papeles. Las diferencias en el sentido de humor de una u otra sociedad son más una cuestión de gustos, modas y énfasis, que de sustancia", indica Eduardo Jáuregui, autor de varios libros como El sentido de humor: manual de instrucciones (RBA).
"Hay aspectos transversales que hacen reír a las personas en diferentes culturas, como el ridículo de otros, la ruptura de tabúes sexuales y escatológicos, los insultos, la violencia, la burla, la payasada o imitaciones satíricas", escriben en un estudio sobre humor y cultura los profesores Andrés Mendiburo y Darío Páez. Walter Nash, en su libro The language of humor sostiene que "muchos de los problemas sobre la especificidad cultural del humor se pueden solucionar recurriendo al concepto de parodia".
“Incluso cuando el lector no está muy seguro de lo que se está parodiando, todavía es posible que reconozca la intención de la parodia. En el fondo se trata de crear notable discrepancias, más allá del estilo expresivo de cada uno o de cada cultura”, explica Patrick Zabalbeascoa, investigador del centro de discursos y traducción de la Universitat Pompeu Fabra y especialista en humor y medios audiovisuales. “Es un tópico que los sentidos del humor no se entienden. Lo único que cambia es el momento histórico y el código de la oportunidad. Es decir, que el soltar un chiste puede tener momentos más o menos idóneos dependiendo de la cultura”.
Y pone un ejemplo. Justo después de la caída del muro, en la URSS surgió una legión de nuevos ricos poco acostumbrados a tener, de repente, tanto billete en sus bolsillos. Un oligarca le dice a uno: he conseguido una corbata por 1.000 dólares. Y el otro le responde: yo tuve más suerte, ¡he encontrado una tienda que vende la misma a 10.000! Pues bien, hoy en día esta broma no tendría tanta gracia, porque era fruto de ese contexto, de la transición del comunismo a la economía de mercado. Pero esto no significa que en otra sociedad que viva una situación similar este chiste sí sea efectivo. Por lo general, explica este experto, si el chiste dura en el tiempo, también tendrá movilidad geográfica, es decir, que será más exportable. En cambio, si pertenece a una época determinada, difícilmente será una broma universal.
Porque el humor caduca. Los antiguos romanos podían reírse a carcajadas al ver un espectáculo de gladiadores en el Coliseo, algo que a nosotros, en pleno siglo XXI, nos horrorizaría. En cambio, otros elementos o mecanismos resisten el paso del tiempo. Una película de Monty Python sigue generando risas años después en muchas partes del mundo. "Al final, es una cuestión de calidad. Si el humor está bien construido, entonces funcionará en varios países", sostiene Zabalbeascoa.
Entremos ahora en el detalle. Para Jáuregui, "el estímulo de la risa es la percepción de que otro actor social ha incumplido su papel dentro del teatro de la vida cotidiana, el papel que él mismo se ha creado o que la sociedad le impone, que podemos denominar de una persona normal". Es decir, cada vez que una persona incumple este código, se produce una ruptura susceptible de causar hilaridad. Y hay normas de comportamiento que son comunes a muchas sociedades. "El principio de la incongruencia, en el humor, es universal. Uno siempre se ríe de lo imprevisto. La cuestión es romper el tabú: sexo, política o religión. Es algo común a todas las culturas, lo que no es común es el límite que se quiere (o se puede) transgredir. Pero el mecanismo suele ser siempre el mismo", señala Zabalbeascoa.
Como regla, el chiste tiene más gracia en el país donde hay el tabú que se pretende romper o atacar. Por eso los chistes sobre el Papa son frecuentes y populares en Italia o Irlanda, pero a lo mejor en otras culturas no tienen tanto éxito. Alan Dundes, especialista en folklore de la Universidad de California, en Berkley, señalaba que los estadounidenses tienen más chistes étnicos que políticos porque la extrema libertad de prensa que se tiene ahí hace que los políticos reciban castigos prácticamente a diario. En cambio, se sienten menos cómodos discutiendo de temas como la sexualidad, y esto hace que sea un tema más idóneo para el humor. De la misma manera, en un país con escasas libertades políticas, el humor satírico que ataca a los poderosos es el que más se practica. Porque los chistes siempre presentan un cierto carácter subversivo y, en este contexto, incluso llegan a ser una forma de desobediencia civil.
Delia Chiaro, profesora de lengua y traducción en la Universidad de Bolonia, ha detectado que en muchísimas culturas hay elementos de humor que suelen repetirse. Tras examinar varios datos ha comprobado que, por lo general, "uno suele reírse siempre más de las mujeres que de los hombres, de la suegra que del suegro, del homosexual que del heterosexual. Y es muy común encontrar chistes sobre negros o discapacitados. Al final uno siempre se ríe de la periferia", explica.
En este sentido, se puede mencionar al patrón del estúpido. En España, sería el lepero. Para los franceses, son los belgas. Para los estadounidenses, los polacos. Para los ingleses, el irlandés. Para los italianos, el carabiniere (el guardia civil, que tradicionalmente siempre era un inmigrante del sur). Otro modelo frecuente es el del agarrado. Según los países, son los escoceses, catalanes, genoveses… Los chistes son casi idénticos, basta cambiar de nombre. Christie Davies, autor de un estudio sobre etnias y humor, explica que las bromas más comunes en todas las culturas son aquellas sobre "los que viven en comunidades pequeñas, en áreas rurales de la periferia, o los inmigrantes que hacen trabajos menos calificados. Evidentemente, no es que sean estúpidos, pero es que ocupan, a ojos de la mayoría, lugares considerados por la sociedad como estúpidos".
Las diferencias, cuando las hay, suelen ser más bien entre personas que entre culturas. Porque el humor, antes que nacional, es sobre todo un sentido de cada individuo. Según Zabalbeascoa, los chistes sobre uno mismo o sobre el otro, normalmente, son fáciles de entender para cualquiera porque no hacen referencia a elementos contextuales, como personajes, códigos sociales, programas televisivos...
Es indudable que ciertos tipos de humor viajan mejor. Según el mencionado estudio de Mendiburo y Páez, "los elementos de la cultura humorística sirven, entre otras cosas, para compartir afiliaciones, separar al grupo de aquellos que no forman parte de este y asegurar la cohesión", explican. En las sociedades colectivistas, como las latinas o las mediterráneas, los diferentes miembros del grupo interactúan entre sí y comparten mucha información. Pues bien, aquí "los chistes tienden a ser contextuales y, por ende, difíciles de abstraer de la situación específica en la que ocurren". En el frente opuesto, en las culturas más individualistas, como las anglosajonas, "se interactúa con muchas personas y grupos variados y es necesario explicitar la información, ya que se comparte menos conocimiento. Puede entenderse que un chiste se cuenta por separado del resto de una conversación". Este tipo de humor, viaja mejor. El gran éxito del humor británico o de los cómicos estadounidenses es una prueba de esta tesis.
Por supuesto no es el único factor. No hay que infravalorar el contexto comercial. Delia Chiaro explica cómo humoristas célebres en su país no han conseguido, a veces, triunfar más allá de sus fronteras, simplemente porque no han podido entrar en los circuitos de distribución adecuados. Por ejemplo, en EE.UU. no aceptan el doblaje y los subtítulos. Prefieren hacer remake para adaptarlos a los gustos del público norteamericano. Si no hay remake, entonces el humorista no consigue exportarse. En cambio, el humor estadounidense triunfa en la distribución internacional, gracias a la gran influencia que ejerce EE.UU. a escala cultural en el resto del mundo.
Más allá del género o de los negocios, es indudable que algunas formas humorísticas son prácticamente universales y funcionan vayan donde vayan. Es el caso del humor gestual o sin palabras. Lanzar una torta en la cara es un clásico de la comicidad. El Gordo y el Flaco, Buster Keaton, Charlie Chaplin, Benny Hill o Mr. Bean, casi sin apenas diálogos, han conseguido seducir con su humor a millones de personas.
En cambio, el humor metalinguístico, es decir, aquel que juega con la lengua, es el más difícil de entender. Aquí pueden pasar dos cosas. O las bromas no se entienden, o bien sí se entienden, pero por motivos distintos. Encuestas han demostrado, por ejemplo, que los hermanos Marx se consideran, en España, como divertidos y un tanto absurdos, pero en EE.UU tienen fama de ser, sobre todo, inteligentes e ingeniosos.
Una vez más, Zabalbeascoa invita a no cerrarse en banda. "La cuestión es si el humor se limita al mero juego de palabras o si va más allá, porque tal vez sí que se pueda entender, incluso en lenguas que no son tan similares. Lo que hace funcionar bien la broma es la empatía, entonces esta se puede lograr de diferentes maneras. Porque la empatía no depende de la broma en sí. El chiste no hay que entenderlo, sino hay que sentirlo. Al final, con el humor es importante conectar. Yo creo que al final todos nos reímos igual, lo único que cambia es el discurso narrativo o el momento histórico". Y, si no, pregúntenselo a Ronald Reagan.
Humor italiano
Se ríen sobre todo de ellos mismos. El personaje de Ugo Fantozzi, de los años setenta, es una metáfora de todos los defectos de los italianos. El humor étnico-nacional también triunfa, con sus tópicos regionales. La comedia italiana, típica del cine de los sesenta y setenta, fue una mezcla agridulce entre drama de sátira de la sociedad. Los chistes religiosos y de género son muy populares.
Humor alemán
Existe la idea difundida de que los alemanes no tienen sentido del humor. Como curiosidad, una investigación médico-antropológica detectó que en ese país hay el mayor número de personas que sufren una patología que les impide reírse (por delante de austriacos y suizos) En realidad, sí que hay humor. En los tiempos de la Alemania del Este había sobre todo sátira política. Hay que destacar también la gran tradición que tiene el cabaret, con su mezcla de teatro y canciones. El humor se considera como una estrategia de higiene política para burlarse de los poderosos.
Humor inglés
Nadie sabe muy bien en lo que consiste, pero el humor es para los ingleses una cuestión de estatus. Tiene muchas características: ironía muy fina, ingenio intelectual, sobrentendidos sin caer demasiado en la vulgaridad. Monty Python fue un fenómeno muy global. En la actualidad, hay muchos programas humorísticos en la tele y en las conversaciones hay siempre un fondo de humor. Estudios confirman que los ingleses se ríen sobre todo de sus chistes y muy poco de bromas de otros países.
Humor rumano
Durante la dictadura de Ceausescu, lo rumanos contaban chistes para reírse del poder. Hoy atacan el capitalismo salvaje. También está presente un toque
de surrealismo balcánico.
Humor francés
Para los franceses, los estúpidos son los belgas. En un país que en su historia ha tenido grandes humoristas sin palabras, como Jacques Tati; ahora, tras el éxito de la película Bienvenidos al norte, parece orientarse más bien hacia el humor social y las diferencias de clase. Otro título taquillero como Intocable también bromea sobre las brechas entre ricos y pobres, y entre nativos e inmigrantes.
Humor español
Según el profesor de la UPF Patrick Zabalbeascoa, el humor en España está influido por la Guerra Civil y la dictadura. Durante el posfranquismo, se encargó de infringir sobre todo el tabú sexual (de ahí la época del destape). Ya con la democracia, el humor ha derivado hacia la caricatura, en particular con Torrente, personaje trash por excelencia, retrato del subconsciente español. El humor de Almodóvar consiguió superar fronteras y el modelo de exportación. Pero en España coexisten distintas sensibilidades. El humor catalán, por ejemplo, se acerca más bien al británico.
Humor sueco
El objetivo principal de los chistes suecos suelen ser los noruegos (el país vecino) y el alcohol. Una serie cómica televisiva, Solsidan, ha tenido mucho éxito. Se dedica a imitar y ridiculizar la clase media y sus propias aspiraciones. La crisis económica y del Estado de bienestar hacen que ahora la gente se ría más de sus defectos. Los chistes de género no están bien vistos.
Humor ruso
La dictadura comunista fue objeto de burla. Todo cambió a partir de 1991. La abolición de la censura descolocó el sentido de humor practicado durante décadas. Pero con la llegada de Vladimir Putin al poder, una vez más la libertad de crítica volvió a caer en entredicho, impulsando el humor como reacción. Algunos programas cómicos, como Koukly, se han cerrado, pero la sátira persiste en internet.
Humor belga
En un país tan complejo, las bromas entre Valonia y Flandes están a la orden del día. La misma falta de un orgullo colectivo es objetivo de humor, así como la monarquía o la religión. Tintin es el icono.
Humor griego
Es habitual que un país se ría de su vecino. Pero en el caso de Grecia, debido a las circunstancias actuales, los griegos se burlan hoy sobre todo de Angela Merkel y del FMI. La clase media griega y sus aspiraciones también han sido ridiculizadas, desde los años cincuenta en el cine con personajes como Thanasis Veggos, que hoy vuelven a ser populares. El humor sirve para olvidarse de la crisis.