Blanca, alemana y con el pasaporte correcto
El drama de los migrantes en el Mediterráneo
Carola Rackete, la capitana que planta cara a Salvini, cree que su posición privilegiada le obliga a ayudar a los más desfavorecidos
matteo Salvini se sale de sus casillas cada vez que piensa en Carola Rackete, la mujer que ha desafiado por primera vez sus duras medidas contra la inmigración y ha conducido la nave Sea Watch 3 hasta Lampedusa contra sus indicaciones personales. Pero no sólo eso: está muy molesto porque la acción de la capitana alemana ha generado una enorme oleada de solidaridad y la joven se ha convertido en un símbolo en Italia contra sus políticas migratorias. Con pasaporte alemán, y cinco idiomas en su currículum con apenas 31 años, los ultraderechistas ven a Rackete como una niña de papá que viene a Italia a entrometerse en asuntos que no le conciernen. La prensa más radical la llama “nieta del Corsario Negro”, el más famoso pirata de las novelas de Emilio Salgari. Ella no niega su posición privilegiada. “Mi vida ha sido fácil, he podido frecuentar tres universidades, me gradué con 23 años. Soy blanca, alemana, nacida en un país rico y con el pasaporte correcto. Cuando me di cuenta, sentí la obligación moral de ayudar a quien no tenía las mismas oportunidades que yo”, contó a La Repubblica . El momento de revelación tuvo lugar durante su primer viaje al extranjero. Estaba en Sudamérica cuando conoció culturas y pueblos diferentes, pero también las injusticias y las desigualdades que la rodeaban. “Debía hacer algo para quien no tiene voz y no tiene fuerza”, confiesa. Durante todos estos años se ha movilizado por el medio ambiente y los derechos humanos, pero no ha sido hasta que se ha enfrentado en solitario contra toda la fuerza de un Estado que sus acciones han ganado notoriedad. Rackete nació en Hambühren, en la Baja Sajonia. Se licenció en Ciencias Náuticas en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Jade, y también cuenta con un máster en Conservación del Medioambiente por la Universidad de Edge Hill (Reino Unido) y con el certificado de primer oficial de cubierta por la Oficina Federal de Navegación e Hidrografía de Alemania. La conservación medioambiental siempre ha ocupado gran parte de su tiempo y, de hecho, la tesis de su máster versa sobre los nidos de albatros en la costa de Georgia. Antes de trasladarse a las cálidas aguas mediterráneas, Rackete se forjó en el hielo del Ártico. Con sólo 23 años se embarcó en un rompehielos del Instituto Oceanográfico alemán Alfred Wegener en el polo Norte, para el que trabajó hasta el 2013. Dos años después llamó a la puerta de Greenpeace y fue segunda oficial del Arctic Sunrise de Greenpeace y se enroló en la expedición Poseidón. Para la oenegé alemana Sea Watch colabora desde el 2016, un momento en que la vida de los comandantes de los barcos humanitarios era mucho más fácil. Al principio coordinaba el equipo de avistamiento Moonbird y Colibrí, los dos aviones que buscan pateras a la deriva en el Mediterráneo. Luego consiguió el timón y se encontró con el cierre de puertos de la Liga. La capitana lo había probado todo antes de lanzarse a desobedecer a Salvini. Había incluso llamado a las puertas del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero Estrasburgo no quiso intervenir. Tras escuchar el veredicto de la justicia europea, Rackete pensó que no le quedaba más remedio que entrar en las aguas territoriales italianas, arriesgándose a una cuantiosa multa de 50.000 euros, a acciones penales y a la incautación del buque. Seguramente será arrestada y sufrirá un proceso legal por haber guiado a migrantes hasta las costas de Lampedusa. “Que la capitana heroína de la izquierda, nacida blanca, rica y alemana, haga voluntariado en Alemania en lugar de secuestrar y poner en riesgo la vida de 42 inmigrantes durante quince días”, dijo Salvini en televisión con desprecio.
Ella admite que tiene miedo, como todo el mundo sentiría en su lugar. Sus fuerzas no decaían mientras esperaba su destino, a bordo de la nave. “No tengo tiempo para perder el ánimo –confesaba a La Repubblica hace unos días–. Paso las jornadas haciendo lo que tengo que hacer: buscar un puerto para desembarcar. Es la obligación de las autoridades estatales dárnoslo. Ningún comandante debería sufrir la presión que estoy sufriendo yo. Nos encontramos para cenar con los 22 miembros de la tripulación y hablamos, intentamos mantener la moral alta. Pero es duro. De noche, no duermo”.