Una generación perdida. Veinticinco años de negociaciones para acabar una vez más en punto muerto. Un culebrón (sudamericano, pero sobre todo europeo) que esta semana entra en una fase decisiva, bajo el riesgo de ser condenado al enésimo aplazamiento.
Pocos acuerdos comerciales internacionales han sido tan controvertidos como el que pretenden firmar la UE y los países que forman el Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia).
¿Qué es lo que está en juego? Se pretende mediante este pacto entre estos dos bloques crear una de las mayores áreas de libre comercio del planeta, que abarca a 700 millones de personas y casi una cuarta parte de la riqueza global. El objetivo es que, gracias al abatimiento de las barreras arancelarias, los europeos puedan exportar más maquinaria, automóviles y productos químicos y farmacéuticos. Las empresas europeas gozarían además de la protección de más de 300 denominaciones de origen (piensen en vinos o quesos) para defender sus bienes alimentarios de alta calidad de las posibles falsificaciones.
Desde el otro lado del Atlántico, los estados del Mercosur se beneficiarían de un mayor acceso a los mercados europeos para sus productos agrícolas, como vacuno, aves, azúcar o minerales, la mayoría de ellos en la actualidad sujetos a costosos aranceles.
No solo hay una lógica económica. También hay que considerar el valor estratégico. En un momento en que el proteccionismo y la desglobalización están en auge, las dos partes mandan el mensaje contrario: abrir sus respectivos mercados para compartir beneficios mutuos y bajar los precios para el consumidor.
Asimismo, un posible fracaso supondría dejar el continente latinoamericano en manos de las ambiciones de China, que desde hace tiempo se está fijando en él para expandir sus intereses (se pueden citar, como iniciativas de Pekín, las recientes instalaciones portuarias en Perú y los proyectos de ferrocarriles para unir Atlántico y Pacifico). Si los europeos decidieran abandonar ese mercado, dejarían espacio al avance chino en América Latina.
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Francia (además de Polonia) se opone. Bajo la presión en la calle de tractores y camiones, la Asamblea Nacional ha votado en contra, bajo el argumento que el sector de la ganadería quedaría penalizado con este acuerdo.
Desde el punto de vista económico, el pacto es bueno para ambas partes, aseguran varios estudios
En España –que está favor–, la asociación Asoprovac considera que el sector se quedaría en posición de desventaja competitiva. “Porque los de costes de producción en el Mercosur son inferiores respecto a Europa, donde las explotaciones ganaderas están sujetas a vinculos normativos más costosos, que van desde la prohibición de usar ciertos productos químicos, antibióticos u hormonas”, subraya su presidente, Ricard Godia.
Esta organización maneja datos que apuntan a que las cantidades de carne que entrarían en Europa desde Mercosur aumentarían un 50%, lo que supondría un daño significativo para los productores locales
Según las organizaciones agrícolas catalanas, el acuerdo permite la entrada de 99.000 toneladas de carne de vacuno desde el bloque comercial sudamericano al mercado europeo a un coste entre un 18% y un 32% inferior al producido en el territorio comunitario.
Por su parte, la Comisión Europea minimiza y considera que esto afectará a contingentes muy reducidos, ya que las normas sanitarias europeas seguirán regulando el comercio de carne y actuarían como filtro.
Ignacio Bartesaghi, profesor de la Universidad Católica de Uruguay, uno de los investigadores que más conocen esta materia, sostiene que “desde el punto de vista económico, varios estudios confirman que el acuerdo Unión Europea-Mercosur es bueno para ambas partes. A estos indiscutibles beneficios globales, hay que añadir posibles pérdidas en algunos sectores concretos, como la industria en América Latina y la agricultura en Europa. Y este aspecto causa problemas políticos internos”.
Según Bartesaghi, “en la actual coyuntura, con Estados Unidos y China enfrentados, le conviene a Europa asociarse con este área económica por imperativo geopolítico. Al Mercosur, que como proyecto institucional de área de libre intercambio entre países está en la UCI, un acuerdo con la UE supondría conectarle un respirador, darle mayor oxígeno y evitar que Milei flirtee demasiado con Trump”.
Esta semana, el próximo 5 de diciembre en Montevideo se escenificará el enésimo intento de cerrar un pacto entre las dos partes. No todo está perdido. Con artimañas técnicas, la Comisión podría forzar dos votaciones al dividir el tratado en dos apartados normativos y jugar con las mayorías cualificadas para sortear el veto de Francia, que no tendría muchas posibilidades de levantar un muro.
Los europeos podrían vender coches más fácilmente, y los sudamericanos, exportar su carne
Pero luego los estados deberán ratificarlo, y esto es harina de otro costal. Estamos ante un culebrón, como suele ocurrir casi siempre, de final incierto.